Es difícil entender a un viejo si eres joven. La vida da muchos palos y uno puede acabar muy cansado. El carácter de cada cual es muy importante a la hora de sufrir más o menos en la vida y hasta resulta chocante que sean justamente los que parecen más tontos, los que encajan mejor los golpes saliendo mejor parados. Yo, como muchos, nací sufriendo por todo. Siempre intentando gustar a los demás. ¿Cree alguien que esta forma de proceder me ha servido de algo?. Pues efectivamente no. Aquello de "hacer el bien sin mirar a quien" es pura fantasía. Una burla más de la vida y del mundo. En esta última etapa compruebo tristemente que (si eres listo) cuanto más hipócrita seas más "amigos" tienes.
No se trata de hacer el bien, ni de estar siempre a disposición de los demás, menos aún de sufrir por todo y por todos. "La vida es puro teatro" y solo haciendo una buena interpretación se hacen y mantienen "amigos". No importa quien eres, ni qué haces. No importa tu buena disposición hacia los demás. Para ser tener "amigos" y tener un mínimo de felicidad, has de pasar de todo y de todos, pero siempre poniendo buena cara aunque te claven puñaladas por la espalda. La opinión que uno tenga de las cosas, para los demás no es importante. La duda que tengo, es saber si "esos otros" son más felices, aunque creo que no. Todos tenemos "amigos" y enemigos.
El que recibe halagos, si no es tonto, sabe perfectamente que son falsos, aunque también influye la suerte. En el camino de la vida, unos tropiezan con más piedras que otros. Sin embargo los que tropiezan más no es por ser más torpes o peores personas, sino porque hacen más cosas. Está claro que el que heredó casa y hacienda, no necesita para nada la amistad del concejal de urbanismo. Ya lo tiene todo hecho y es más bonito ser quien hace los favores, sin necesitar jamás recibirlos. Algunos no están tan sobrados como aparentan, pero se aguantan y siguen su camino como buenamente pueden, pero sin perder la flotabilidad.
Con buena salud y un patrimonio heredado es muy fácil pasar de todo, como es igualmente fácil para quienes no han recibido nada y se han adaptado a vivir sin nada. Pero otros más disconformes con su suerte inicial, entre los que me cuento, intentando cambiar su suerte y la de sus hijos han tenido que lidiar con una vida mucho más complicada. Pasar de cero a situar a toda la familia a un nivel medio, es harto difícil cuando no imposible. Si además te ha fallado un poco la salud, o has encontrado en el camino a cuatro hijos de puta, ya la cosa es poco menos que imposible. Para colmo de desgracias, a los de arriba nunca les gusta que el de abajo avance y los golpes caen de todas partes a fin de que no llegues a su nivel.
Si no te desvías de la ruta marcada no te los encontrarás nunca, pero los hijos de puta siempre están ahí, al acecho. Es cuando intentas superarte a ti mismo, cuando los cabrones salen de debajo de las piedras. El que nace en la mediocridad y se adapta a ella jamás tiene problemas. Es más, incluso puede ser que reciba ayuda de los de arriba. El que parte de una línea de salida más adelantada no permite que otros, que salieron de más atrás, le superen. ¿Pura envidia?. Pues no, no crean. En el fondo a estos tampoco les quiere nadie. Claro que les ponen buena cara y si ellos se lo creen... mejor para ellos. A más tontos más felices. Para esa gente, los sinceros somos los malos.
Los que nacimos en la parte más sinuosa del camino, tenemos la satisfacción del camino recorrido y de los objetivos logrados. ¿Pasamos de todas estas hipocresías de la vida?. Pues tampoco porque, generalmente, los que nos comportamos de esta manera tenemos la desgracia de no ser tontos. ¡Qué más quisiéramos!. No hay que tener lástima de los tontos. Ellos son mil veces más felices que el resto de los mortales, pero claro, uno no elige ser como es. Nos trajeron sin pedirlo y somos como somos, sin que podamos hacer nada por cambiar. La persona pobre e inquieta, que quiere progresar, es la que sufre los peores contratiempos. Es como vivir muriendo, pero por propia voluntad.
Siempre sufriendo por todo, muchas veces sin motivo. Aunque sea de por vida, una salud deficiente que puede corregirse con una pastilla diaria no es enfermedad por la que haya que desvelarse. Tener una casa más grande o más pequeña, si te es suficiente, no es motivo para que uno se sienta desgraciado... como tampoco lo es que esté situada en el centro o en las afueras de un pueblo donde la calle más larga tiene 200 metros. Lo que algunos echamos de menos es la sinceridad. Lo de vivir muriendo no es algo material, porque uno puede tener la mejor casa del pueblo y un abultado depósito a plazo fijo en el Banco. Vivir muriendo es una actitud, una forma de ser y el problema de las personas sinceras...
RAFAEL FABREGAT
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