Con un Gobierno Republicano en el poder, el 16 de Febrero de 1936 se celebraron en España Elecciones Generales. El Frente Popular, coalición de la izquierda española que aglutinaba al Partido Socialista, Partido Comunista, Izquierda Republicana y otras formaciones menores, consiguió la mayoría absoluta. A estos resultados siguieron una serie de acciones terroristas, orquestadas por la derecha, que supusieron algunos centenares de muertos al ser contestadas. El panorama del país era de total intranquilidad y desde el ejército empezó a tomar forma la idea de un golpe militar que se materializó el 18 de Julio del mismo año, tras la muerte de algunos líderes de ambos bandos.
No vamos a relatar aquí una contienda que duraría casi tres años y que ya está escrita en este Blog desde varios puntos de enfoque, sino solamente a destacar la Batalla de Badajoz y sus consecuencias, como uno de los episodios nacionales más duros de este enfrentamiento entre hermanos. En Abril de 1936 empezaron las primeras conspiraciones militares, abanderadas por los generales Mola, Sanjurjo y Franco. Tras el asesinato del diputado Calvo Sotelo, portavoz de la derecha más radical en la Cámara y aprovechando unas maniobras militares en Marruecos, se elaboran los detalles de ese Golpe de Estado y se llevan a la práctica el 18 de Julio.
El Levantamiento sufre grandes derrotas en las regiones en las que el Frente Popular ha ganado en amplia mayoría, especialmente en Madrid, Barcelona y Valencia. Lo contrario sucede en las regiones de amplia mayoría conservadora. Las ciudades andaluzas más importantes están en poder de los sublevados y desde allí las tropas encabezadas por Franco subieron hacia el norte por Extremadura. La ocupación de Badajoz era vital para los golpistas pues significaba el enlace entre los ejércitos del sur con los del general Mola que dominaba la situación en el norte. El asedio fue llevado a cabo por el coronel Yagüe, con 2.250 legionarios, 750 regulares marroquíes y 5 baterías de artillería.
El 14 de Agosto, tras bombardear la ciudad durante horas con artillería y con aviación italiana, se decidió el asalto final. Badajoz estaba defendida por 500 soldados y 3.000 milicianos republicanos sin instrucción. Por las diferentes brechas abiertas por el bombardeo, entraron los legionarios produciéndose un encarnizado cuerpo a cuerpo desigual. En poco tiempo la ciudad cayó en manos de los sublevados, porque también en la misma había muchos partidarios del alzamiento. Con toda la tierra en manos latifundistas, la Ley de Reforma Agraria había puesto en manos del campesinado la propiedad de gran parte de las fincas a través de la expropiación.
La Batalla de Badajoz fue un simple paseo militar con mínimas bajas en uno y otro bando, pero las consecuencias no se dejaron esperar. Lo peor vino después. El 15 de Agosto por la mañana un número indeterminado de defensores de la II República, militares y civiles, fue asesinado por los asaltantes. Jamás hubo una investigación oficial sobre lo sucedido pero se estima que entre 3000 y 4000 personas fueron fusiladas allí mismo por los ganadores de la batalla. A partir de estos hechos el coronel Yagüe fue conocido popularmente como "el carnicero de Badajoz".
Como se ha dicho antes, al tema puramente militar se unía el enfrentamiento entre las clases sociales de la región. Tres meses antes, en Marzo del mismo año, los campesinos de Badajoz decidieron acelerar la entrada en vigor de la Ley de Reforma Agraria y ocuparon las fincas afectadas, con el consiguiente malestar de sus propietarios. Varias localidades fueron escenarios de represión republicana y en uno de ellos (Fuente de Cantos) 56 personas fueron encerradas en una iglesia a la que seguidamente se le prendió fuego. Murieron 12 personas, 8 de ellas quemadas directamente por las llamas. En represalia, tras la toma del pueblo, los sublevados mataron a 300 vecinos.
Esta operación se repitió en otros muchos pueblos y ciudades donde fueron miles y miles los encerrados en prisión y y muchos de ellos ejecutados cuando estaban acusados de delitos de sangre. Las guerras son lo más trágico del comportamiento humano y mucho más cuando se trata de una guerra civil en la que, aparte la diferencia de opiniones, se mezclan odios y envidias con escasa o nula razón de ser. Sin embargo pocas veces sucede esto por culpa de la gente corriente, acostumbrada a lamentarse de sus desgracias de puertas a dentro. La mayor lacra de la humanidad son los políticos que, amparados en las injusticias de los demás, abanderan revoluciones que no tienen otro destino que implantar las suyas propias.
RAFAEL FABREGAT
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