El dinero corría a raudales y había trabajo para todos. Pero la "Guerra Fría" era una realidad y las potencias se esforzaban en extender sus áreas de influencia. Ante lo que ellos llamaron "peligro comunista", en 1967 un grupo de militares griegos, dirigidos por Giorgios Papadopoulos, llevaron a cabo un Golpe de Estado y suprimieron las libertades políticas. Se estableció una dictadura en Grecia que, con el probable aplauso de los EEUU, duró hasta 1974 cuando se proclamó la Tercera República Helénica. Fueron siete años de represiones difícilmente controlables por los golpistas que finalmente quisieron dar un golpe de efecto anexionándose Chipre.
Colonia británica desde 1914 en Chipre se habían sucedido varias revueltas en favor de su unión con Grecia. Sin embargo, no menos de un 15% de la población era turca y también este país reclamaba derechos. En 1960 Grecia, Turquía y el Reino Unido
habían firmado un Tratado que daba la independencia a la isla convirtiéndola en la República de Chipre, reservándose los ingleses los territorios ocupados por sus Bases Militares. Ante el golpe de Grecia, el gobierno turco respondió con la invasión del norte de la isla y con estas incursiones Chipre quedaba dividida en dos. Se proclama de inmediato la República Turca del Norte de Chipre en el tercio norte de la isla. Entre una y otra, una zona neutral administrada por la ONU, así como dos Bases Militares del Reino Unido (Dhekelia y Akrotiri) que sirven de control de la zona.
Las negociaciones para la reunificación de Chipre han fracasado hasta ahora. No hay grandes alambradas, pero los turcos patrullan las 24 horas. El caso es que la ciudad de Famagusta y muy especialmente el distrito de Varosha, objeto de esta entrada, quedó entonces en el linde de ambos contendientes aunque en el bando turco. Al ser los greco-chipriotas los dueños de todo este enclave turístico, la ONU actuó prohibiendo a los turcos la ocupación de este inmenso patrimonio, de la misma manera que por simple cabezonería los turcos impiden su acceso a los griegos.
Una buena parte de aquel país está desde entonces en poder de quien no le pertenece y viene siendo hora de que las aguas vuelvan a sus cauces. Que se abra el acceso de Varosha a los dueños de sus casas, de sus tierras y negocios que, temiendo por su vida, fueron abandonados con prisas y sin tiempo para poner a salvo sus pertenencias. Si este hecho se diera pronto, quizás todavía se pudiera salvar lo que en breve será irrecuperable. Esperemos que la sensatez brille de nuevo y para siempre en Varosha y en todas las ciudades ocupadas y que la prosperidad vuelva a estas tierras.
RAFAEL FABREGAT
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