En el bosque sagrado de los Carnutos, los druidas convocan a los jefes de las diferentes tribus célticas. Parisienses, Carducos, Turones y Arvernos acuden a la llamada de los druidas Carnutos, deciden una rebelión a gran escala y los diferentes pasos a seguir. Siendo Cenabum (Orleans) la ciudad romana más próxima, se dirigen a ella y todos los romanos son pasados a cuchillo. Esas no eran lógicamente las tácticas romanas pero, desde el punto de vista de los Galos Celtas, todo lo que derrotase al enemigo era válido. Enterado, César se dirige a contener la rebelión. Conocedores de la superioridad romana, los galos-celtas no pueden enfrentarse en campo abierto y su táctica es atraer al enemigo hacia el interior de su territorio.
A medida que avanzan, los galos de Vercingetorix alejan cosechas y queman los campos para que los romanos no encuentren con qué alimentarse, mientras por detrás otras tropas rebeldes atacan los convoyes romanos de abastecimiento. Más de veinte ciudades y un número superior de aldeas galas son arrasadas por sus propios ejércitos, pero cuando llegan a la ciudad de Aváricum los Bitúrigos se oponen a la destrucción pues dicen que pueden defenderse del enemigo. El jefe galo comete el error de aceptar la autodefensa de la ciudad y pasa de largo sin destruir Aváricum. Todos creen que, al ver la imposibilidad de tomar la ciudad, Julio César pasará también de largo, pero no fue así. El ejército romano necesita comida y César no puede perdonar una ciudad por muy altas que sean sus murallas.
Julio César dispone de seis legiones (30.000 - 40.000 hombres) mientras que en Avaricum se calcula que había unos 40.000 habitantes y 10.000 soldados. A la llegada de los romanos a las murallas de la ciudad, el ejército galo de Vercingetorix se situó a unas quince millas de distancia por si fuera conveniente llevar a cabo alguna escaramuza. Pasimoniosamente los romanos, duchos en ingeniería militar, iniciaron la construcción de torres y rampas que acercaran a éstas a las murallas en el momento de iniciar el ataque . Después de un mes de trabajo y de intentos constantes de incendio por parte de los galos, las torres estaban preparadas. Desde ellas, unas trampillas darían paso a los soldados romanos que entrarían por la muralla sin dificultad. A César le acompañó también la suerte pues una fuerte tormenta hizo que los centinelas galos se retiraran de las murallas para cobijarse en las torres.
Aprovechando aquella falta de disciplina militar los romanos acercaron las torres de madera a las murallas y cuando los galos presentaron batalla ya era tarde pues los muros estaban tomados totalmente por los romanos. El resto de la tropa gala se aprestó a presentar la defensa de la ciudad pero, siguiendo las órdenes de César, ningún legionario romano bajó a atacarles. Los romanos rodeaban la ciudad completamente subidos en las murallas pero sin atacar. Pronto cundió el pánico y los galos intentaron huir sin resultado, pues todas las posibles salidas estaban cubiertas por las fuerzas romanas que mataban a todo aquel que se acercara. La defensa de Aváricun resultó uno de los más grandes fracasos de la táctica de "tierra quemada". Tras un mes de penalidades y escasa comida, la soldadesca romana no tuvo piedad con el enemigo.
La ciudad fue totalmente saqueada y todos sus habitantes (más de 50.000) muertos sin respetarse mujeres, niños o ancianos. Se dice que unas 800 personas consiguieron escapar de la masacre y unirse días después a los galos que viajaban por delante de los romanos. La ciudad de Avaricum aportó gran cantidad de provisiones a los asaltantes que permanecieron allí hasta primeros de junio para después emprender la marcha en persecución de los galos. Los dos ejércitos marcharon hacia el sur, unos a la vista de los otros pero cada uno en lado diferente al río Allier. Los galos chocando sus escudos provocando al enemigo, ante la anchura del río. En la oscuridad de la noche César escondió a dos legiones y continuó al día siguiente con aquella absurda persecución sin que los galos se percatasen. En un punto favorable, las dos legiones romanas en retaguardia cruzaron el río.
Las defensas romanas se muestran eficaces. Tres ataques, en tres días diferentes, son repelidos por las legiones romanas. También las menguadas fuerzas de Alesia salen a presentar otro frente más de batalla, pero rápidamente son derrotadas y se refugian nuevamente en la ciudad. Viendo lo inútil de la situación y la próxima destrucción de la ciudad santa de Alesia, Vercingetorix, en un último acto de valentía, ofrece su vida para que la ciudad no sea destruida. A la mañana siguiente el jefe galo sale de Alesia a caballo y con su mejor armadura. Llegado a la tienda de Julio César arroja sus armas a los pies del romano y se arrodilla frente a él. Alesia no es arrasada, pero César se muestra in misericorde con el enemigo y de inmediato lo encadena y lo mete en una jaula de hierro que será arrastrada hasta Roma a la cola de su ejército. Allí será exhibido como trofeo de guerra...
RAFAEL FABREGAT
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