Sin embargo en esa "travesura" puede haber pingües beneficios y sin duda los hay, porque ¿quién ha distribuido las fotografías correspondientes y a qué precio?. El valor de las fotografías no es el paisaje que plasman, sino el hecho de conseguirlas ilegalmente. No se trataba solamente de visualizar unos paisajes nuevos y diferentes, sino de obtener unas fotografías que podrían valer una pasta nada despreciable. Está clara pues la intención económica de esta "aventura". Que no nos digan que fue algo emocionante, mil veces pensado antes de llevarlo a la práctica. Pensado sí, pero para obtener dinero. La mayor emoción era sin duda el valor que estas fotografías alcanzarían. ¿O no es así?. Está claro que la proeza llevada a cabo tenía sus riesgos (pocos) pero también sus compensaciones.
Su mayor riesgo era la burla que esta escalada de la pirámide de Keops supone para las autoridades egipcias, pero en este mundo de hoy...
desde luego no era idea de jóvenes aburridos, sino de gente que se gana la vida abusando de lo que otros respetan. Porque en el mundo de hoy, como en el de antes y en el de después, lo que se paga es la novedad y en este caso la novedad era obtener fotografías desde lo alto del monumento más antiguo y emblemático del mundo, algo sagrado y totalmente prohibido en cualquier país del mundo. Que la proeza no estaba autorizada era uno más de los alicientes y de los valores que las posteriores fotografías y el pie de foto alcanzarían.
Qué pasaría cuando las autoridades cogieran a pie de pirámide a los delincuentes, tras el descenso de la famosa pirámide, era una simple anécdota más que no haría otra cosa que añadirle valor adicional a las fotografías obtenidas. Y dicho y hecho, los jóvenes emprendieron la escalada. Total no estaba tan alto. ¿Qué era aquello para gente experta en estas lides?. La meta no estaba demasiado lejana. Con toda seguridad la aventura, para ellos, era más fácil que caminar un servidor por pasillo enmoquetado. Veinte minutos fueron suficientes para que los jóvenes se situaran en la cima. Arriba una bella y diferente visión del Cairo y sus alrededores.
Las fotografías habían de plasmar parte de la propia pirámide para que nadie pudiera pensar que se trataba de fotos realizadas desde un globo o desde un helicóptero, demasiado asequible para cualquiera. El mérito no era la visualización del paisaje desde esa u otra altura, hoy fácil de conseguir por diferentes métodos, sino dejar claro que tras esos paisajes estaba la escalada de la pirámide del gran faraón. Algo prohibido y que, por cuestiones policiales, era de difícil consecución. Nadie pensó siquiera en algo tan osado. Ningún desvergonzado había tenido hasta ahora la osadía de realizar semejante aberración. No era una cuestión de dificultad, para cualquier mortal asequible, sino de respeto al monumento y a su historia.
La sensatez no es lo que actualmente se valora y se paga.
desde luego no era idea de jóvenes aburridos, sino de gente que se gana la vida abusando de lo que otros respetan. Porque en el mundo de hoy, como en el de antes y en el de después, lo que se paga es la novedad y en este caso la novedad era obtener fotografías desde lo alto del monumento más antiguo y emblemático del mundo, algo sagrado y totalmente prohibido en cualquier país del mundo. Que la proeza no estaba autorizada era uno más de los alicientes y de los valores que las posteriores fotografías y el pie de foto alcanzarían.
Qué pasaría cuando las autoridades cogieran a pie de pirámide a los delincuentes, tras el descenso de la famosa pirámide, era una simple anécdota más que no haría otra cosa que añadirle valor adicional a las fotografías obtenidas. Y dicho y hecho, los jóvenes emprendieron la escalada. Total no estaba tan alto. ¿Qué era aquello para gente experta en estas lides?. La meta no estaba demasiado lejana. Con toda seguridad la aventura, para ellos, era más fácil que caminar un servidor por pasillo enmoquetado. Veinte minutos fueron suficientes para que los jóvenes se situaran en la cima. Arriba una bella y diferente visión del Cairo y sus alrededores.
Las fotografías habían de plasmar parte de la propia pirámide para que nadie pudiera pensar que se trataba de fotos realizadas desde un globo o desde un helicóptero, demasiado asequible para cualquiera. El mérito no era la visualización del paisaje desde esa u otra altura, hoy fácil de conseguir por diferentes métodos, sino dejar claro que tras esos paisajes estaba la escalada de la pirámide del gran faraón. Algo prohibido y que, por cuestiones policiales, era de difícil consecución. Nadie pensó siquiera en algo tan osado. Ningún desvergonzado había tenido hasta ahora la osadía de realizar semejante aberración. No era una cuestión de dificultad, para cualquier mortal asequible, sino de respeto al monumento y a su historia.
La sensatez no es lo que actualmente se valora y se paga.
Los cuatro "gamberros" no subieron a ver las vistas. Llevaban más cámaras fotográficas que cuerdas de escalada. ¿Por qué?. Pues todos sabemos la respuesta.
La condena internacional debería ser la de no recibir ni un solo céntimo por las fotos.
Lógicamente, al declarar ante la policía, ellos dirían que les pudo la curiosidad de ver el maravilloso paisaje, pero todos sabemos que mentían.
Vértigo ninguno y miedo a la policía egipcia tampoco. Ni a la egipcia ni a ninguna otra.
Abajo esperaba la pasta y una cierta gloria. Tras ellas, una buena cena islámica, con danza del vientre incluida. El esfuerzo y el riesgo se daba pues por bien empleado.
- Si nos cogen y nos multan la pagaremos -se dirían- pero las fotos conseguidas valdrán un pastón y la noticia de haber hecho lo que nadie se atrevió a hacer nunca, otro tanto.
No era una cuestión de aburrimiento juvenil. Era un negocio muy superior a plantar un campo de patatas, cosa que nunca pasaría por su imaginación. Porque eso de coger la azada... ¡Uf!. Demasiado pesado y de incierto beneficio. Que no, que no. ¡Vamos a subir!.
RAFAEL FABREGAT
Abajo esperaba la pasta y una cierta gloria. Tras ellas, una buena cena islámica, con danza del vientre incluida. El esfuerzo y el riesgo se daba pues por bien empleado.
- Si nos cogen y nos multan la pagaremos -se dirían- pero las fotos conseguidas valdrán un pastón y la noticia de haber hecho lo que nadie se atrevió a hacer nunca, otro tanto.
No era una cuestión de aburrimiento juvenil. Era un negocio muy superior a plantar un campo de patatas, cosa que nunca pasaría por su imaginación. Porque eso de coger la azada... ¡Uf!. Demasiado pesado y de incierto beneficio. Que no, que no. ¡Vamos a subir!.
RAFAEL FABREGAT
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