Despiadados experimentos en seres humanos, a quienes él consideraba inferiores, fueron llevados a cabo durante años por este loco sin escrúpulos.
Miles de personas perdieron la vida a través de sus manos y de las formas más crueles que mente humana sea capaz de imaginar.
Con estas pruebas macabras el monstruo medía capacidades y resistencias, cortaba y cosía haciendo pruebas que solo una mente satánica podía concebir.
Su predilección eran los recién nacidos.
El endemoniado Mengele fue el terror de los judíos internados en el Campo de Auschwitz.
Mengele había nacido en 1911 en Gunzburg, Baviera, en el seno de una acomodada familia católica. De niño era conocido en su pueblo por su inteligencia y carácter afable. Lejos de lo que sería con los años, llegó a colaborar con la Cruz Roja y formó parte de diferentes grupos juveniles.
Mengele había nacido en 1911 en Gunzburg, Baviera, en el seno de una acomodada familia católica. De niño era conocido en su pueblo por su inteligencia y carácter afable. Lejos de lo que sería con los años, llegó a colaborar con la Cruz Roja y formó parte de diferentes grupos juveniles.
Aunque pronto desarrolló gran interés por la medicina, la rama de su preferencia no era la curación, sino la del conocimiento de la genética y la evolución del ser humano.
No tardó en desarrollar la idea de que los seres humanos imperfectos no debieran reproducirse y ni tan siquiera vivir.
Según sus ideas, la piedad del médico debía ser justamente la de acabar con aquellas vidas que no tuvieran valor alguno para la perpetuación de una especie perfectamente sana.
Todos aquellos que no reunieran las condiciones adecuadas debían ser asesinados para preservar la raza pura.
Ligado al partido nazi de Hitler en 1937 solicitó el doctorado en antropología y el ascenso fue imparable.
Confirmado que sus antepasados fueron arios, a los 27 años fue aceptado en las SS. En 1942 fue al frente como médico de campaña logrando diversas medallas. Ya con rango de capitán se le concedió el puesto de médico jefe del Campo de Auschwitz. Era su sueño hecho realidad puesto que sabía que allí tendría todo el material necesario para llevar a cabo sus experimentos. Allí llegó en calidad de médico oficial el 24 de Mayo de 1943, en un momento en el que se concentraban alrededor de 140.000 prisioneros y lugar donde se calcula murieron no menos de 2.000.000 de personas, a razón de 9.000 diarias en las cámaras de gas, sin contar los experimentos del satánico Mengele, que curaba la homosexualidad extirpando el pene a los pacientes. Recién llegado al campo dejó boquiabierto al personal al dar inmediata solución a un problema de tifus que asolaba el Campo desde meses atrás. Para detener la epidemia su primera medida fue mandar a la cámara de gas a todos aquellos que tuvieran el más mínimo síntoma de la enfermedad.
Entre hombres, mujeres y niños fueron exterminados aquel mismo día 1600 personas, principalmente gitanos y judíos. Con esta primera medida el problema no quedó solucionado puesto que a los pocos días nuevos enfermos aparecieron con la misma sintomatología. Esta vez la solución fue más drástica pero totalmente efectiva. Como si fuera el remedio más natural cogió a las 600 judías del primer barracón de mujeres y las mandó a la cámara de gas e hizo limpiar el barracón, desinfectándolo después con una concienzuda fumigación sin que quedara el menor resquicio sin rociar. Al día siguiente hizo que las mujeres del siguiente barracón ocuparan el barracón desinfectado y así sucesivamente hasta trasvasar a todos los prisioneros, hombres también, de su barracón original al siguiente inmediato. El tifus fue erradicado del campamento. Para las 600 primeras no hubo salvación posible.
Esas eran las cosas del doctor Mengele. Su máximo interés estaba en las pruebas con niños gemelos. Con ellos llevó a cabo pruebas como extirparles ojos o inyectarles sustancias químicas para cambiar su color, les hacía pruebas de radiación y de resistencia al dolor con la ventaja de que, si uno de ellos moría, podía seguir las pruebas con el que quedaba vivo. En otras ocasiones infectó a gemelos inoculándoles la fiebre tifoidea, probó con ellos diferentes tratamientos y les extrajo sangre en diferentes ocasiones para comprobar el resultado obtenido y siguiendo el curso de la enfermedad hasta su muerte. Tras ella los diseccionaba para ver si el resultado era idéntico en ambos pacientes. El colmo de su depravación lo llevó a cabo con dos niñas gemelas, una de ellas jorobada. Cuando fueron devueltas a sus barracones, dos días después, estaban cosidas entre sí por la espalda. La herida estaba gangrenada y el olor era insoportable. Afortunadamente (para ellas) murieron al día siguiente.
Entre sus muchos experimentos se cuenta también el de un grupo de siete enanos de una compañía circense del Este de Europa a quienes les extrajo médula ósea y les inyectó agua hirviendo por los oídos. Sin embargo tuvieron suerte puesto que, salvándose de las primeras incursiones médicas de Mengele, llamaron su atención y la de los mandos del Campo, con sus simpáticas actuaciones y canciones en alemán, que les permitieron actuar para ellos y salvar su vida, pudiendo volver a su tierra al cerrarse el Campo de Auschwtiz. La suerte de Mengele acabó al recibirse la orden de desalojar el Campo (1945) destruyendo todas las pruebas de las fechorías allí realizadas. Los rusos se acercaban rápidamente. El 17 de Enero de aquel año Mengele huyó repentinamente para salvar su vida. Con apenas 10 días de margen sobre el enemigo que se acercaba, ingresó en otro Campo situado a 300 Km. de Auschwitz pero prontamente tuvo que abandonarlo por el mismo motivo.
Disfrazado de simple soldado alemán fue cogido por los aliados pero no conociendo su identidad le dejaron en libertad. Finalmente se supo la identidad del fugitivo, pero ya era demasiado tarde. Se supo que había recalado en Argentina pero, aunque las fuerzas internacionales nunca cesaron en su búsqueda, no pudieron encontrarle. Casado con la viuda de su hermano Karl y protegido con otra identidad permaneció en aquellas tierras hasta 1979 cuando, a las 3 de la tarde del día 7 de Febrero de aquel año, salió a dar un paseo por la playa con su esposa y unos amigos. Tras el paseo se zambulló en las tibias aguas atlánticas y desde la playa sus acompañantes vieron que hacía gestos de dolor. Le preguntaron si le pasaba algo y Mengele solo respondió con una mueca de dolor. Sus amigos se lanzaron al agua para ayudarle viendo que una especie de parálisis había agarrotado su cuerpo. El criminal de guerra y sádico doctor, causante de la muerte directa o indirecta de casi 400.000 personas, había fallecido de muerte natural...
RAFAEL FABREGAT
Confirmado que sus antepasados fueron arios, a los 27 años fue aceptado en las SS. En 1942 fue al frente como médico de campaña logrando diversas medallas. Ya con rango de capitán se le concedió el puesto de médico jefe del Campo de Auschwitz. Era su sueño hecho realidad puesto que sabía que allí tendría todo el material necesario para llevar a cabo sus experimentos. Allí llegó en calidad de médico oficial el 24 de Mayo de 1943, en un momento en el que se concentraban alrededor de 140.000 prisioneros y lugar donde se calcula murieron no menos de 2.000.000 de personas, a razón de 9.000 diarias en las cámaras de gas, sin contar los experimentos del satánico Mengele, que curaba la homosexualidad extirpando el pene a los pacientes. Recién llegado al campo dejó boquiabierto al personal al dar inmediata solución a un problema de tifus que asolaba el Campo desde meses atrás. Para detener la epidemia su primera medida fue mandar a la cámara de gas a todos aquellos que tuvieran el más mínimo síntoma de la enfermedad.
Entre hombres, mujeres y niños fueron exterminados aquel mismo día 1600 personas, principalmente gitanos y judíos. Con esta primera medida el problema no quedó solucionado puesto que a los pocos días nuevos enfermos aparecieron con la misma sintomatología. Esta vez la solución fue más drástica pero totalmente efectiva. Como si fuera el remedio más natural cogió a las 600 judías del primer barracón de mujeres y las mandó a la cámara de gas e hizo limpiar el barracón, desinfectándolo después con una concienzuda fumigación sin que quedara el menor resquicio sin rociar. Al día siguiente hizo que las mujeres del siguiente barracón ocuparan el barracón desinfectado y así sucesivamente hasta trasvasar a todos los prisioneros, hombres también, de su barracón original al siguiente inmediato. El tifus fue erradicado del campamento. Para las 600 primeras no hubo salvación posible.
Esas eran las cosas del doctor Mengele. Su máximo interés estaba en las pruebas con niños gemelos. Con ellos llevó a cabo pruebas como extirparles ojos o inyectarles sustancias químicas para cambiar su color, les hacía pruebas de radiación y de resistencia al dolor con la ventaja de que, si uno de ellos moría, podía seguir las pruebas con el que quedaba vivo. En otras ocasiones infectó a gemelos inoculándoles la fiebre tifoidea, probó con ellos diferentes tratamientos y les extrajo sangre en diferentes ocasiones para comprobar el resultado obtenido y siguiendo el curso de la enfermedad hasta su muerte. Tras ella los diseccionaba para ver si el resultado era idéntico en ambos pacientes. El colmo de su depravación lo llevó a cabo con dos niñas gemelas, una de ellas jorobada. Cuando fueron devueltas a sus barracones, dos días después, estaban cosidas entre sí por la espalda. La herida estaba gangrenada y el olor era insoportable. Afortunadamente (para ellas) murieron al día siguiente.
Disfrazado de simple soldado alemán fue cogido por los aliados pero no conociendo su identidad le dejaron en libertad. Finalmente se supo la identidad del fugitivo, pero ya era demasiado tarde. Se supo que había recalado en Argentina pero, aunque las fuerzas internacionales nunca cesaron en su búsqueda, no pudieron encontrarle. Casado con la viuda de su hermano Karl y protegido con otra identidad permaneció en aquellas tierras hasta 1979 cuando, a las 3 de la tarde del día 7 de Febrero de aquel año, salió a dar un paseo por la playa con su esposa y unos amigos. Tras el paseo se zambulló en las tibias aguas atlánticas y desde la playa sus acompañantes vieron que hacía gestos de dolor. Le preguntaron si le pasaba algo y Mengele solo respondió con una mueca de dolor. Sus amigos se lanzaron al agua para ayudarle viendo que una especie de parálisis había agarrotado su cuerpo. El criminal de guerra y sádico doctor, causante de la muerte directa o indirecta de casi 400.000 personas, había fallecido de muerte natural...
RAFAEL FABREGAT
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