Según cuentan las hemerotecas de la época, la egolatría de Franco no tenía límites y viendo el resultado de las bombas atómicas de Hirossima y Nagasaki el "generalito" quería ser también poseedor de uno de aquellos juguetes ante los que todo el mundo hacía reverencias. Ávido de colocar a "su" país entre las primeras potencias mundiales, tras el final de la II Guerra Mundial, su obsesión fue que también España dispusiera de ese potencial atómico. El interés por contar con tan sofisticado armamento no era un miedo exacerbado a un posible ataque internacional que le apartara del poder supremo, sino el fatuo objetivo de pertenecer al selecto grupo de potencias nucleares con posible derecho a veto en la ONU. De lograr sus objetivos, esta tecnología le hubiera puesto a la altura de Francia, como segundo país europeo en disponer de este potencial atómico. La entrada de la España franquista en el reducido club de potencias nucleares no solo daría un sólido espaldarazo a su dictadura, sino que vería también ganada su particular batalla contra las presiones de Marruecos, su eterno enemigo. Muy especialmente se ganaría el pulso sobre la soberanía del Sáhara, lugar en el que podría llevarse a cabo la prueba experimental.
Franco hizo gestiones y llegó a ver materializado (en sueños) su propósito. El riesgo de que sus objetivos se cumplieran, llegó a tales extremos que la C.I.A. llegó a tomar cartas en el asunto. Se dispararon las alertas internacionales y muy especialmente las de los países en el Magreb que se llegaron a sentir amenazados. En 1951 y por orden del "general de todos los ejércitos", fue creada una Junta de Energía Nuclear dando inicio al proyecto. Su hombre de confianza, el general Juan Vigón, centralizó todo el potencial científico y teórico al respecto. Fallecido Vigón en 1955 otro personaje, de mayor peso si cabe, cogió las riendas del proyecto. Carrero Blanco, entonces Ministro de la Presidencia, aprovechando el apoyo español a la instalación de bases militares norteamericanas, pidió el apoyo de los Estados Unidos que respondieron con una ayuda económica de 350.000 dólares para desarrollar la energía nuclear civil peninsular.
Lo que no imaginaron los EEUU es que Franco destinaría dicha ayuda a desarrollar el proyecto de la bomba nuclear y en Diciembre de 1958 el "generalísimo" inaugura las instalaciones del Centro de Energía Nuclear llevadas a cabo en la Ciudad Universitaria de Madrid. El proyecto iba tomando forma. Franco disponía ya del capital y la tecnología. Le faltaba solamente el plutonio y la vecina Francia, ya entonces nuclear, se avino a cederle una central nuclear en la que preparar el elemento que le faltaba. A espaldas de EEUU y de la URSS, Carrero Blanco y De Gaulle firmaron un acuerdo de colaboración, tras el cual se construyó en Cataluña la Central de Vandellós. Enterados estos países de los propósitos de Franco se llevaron a cabo gestiones para frenar la proliferación nuclear, que no fue aceptada por Francia ni por España.
Franco tenía ya en sus manos la materia prima y el conocimiento científico para fabricar el artefacto, pero le faltaba el detonante, un componente tecnológico indispensable sin el cual la prueba no podía llevarse a cabo. Este componente llegó casualmente en 1966 gracias al accidente nuclear de Palomares (Almería) cuando uno de los aviones estadounidense B-52 cayó sobre territorio español con cuatro bombas de hidrógeno a bordo. Las autoridades españolas, primeras en llegar al lugar del accidente, examinaron el dispositivo y al año siguiente (1967) España contaba ya con todo lo necesario para llevar a cabo el proyecto. A mediados de Diciembre de 1973 EEUU envía a España a Henry Kissinger para disuadirles del proyecto nuclear. Kissinger se entrevista con Franco y con el rey Juan Carlos. El día 19 lo hace con Carrero Blanco, en una larga y dura entrevista en la que éste dice haber llegado incluso a sentirse amenazado.
Carrero le traslada las pretensiones de convertir a España en un país importante, respondiendo Kissinger que el mundo no puede permitirlo porque "cuando España es importante se convierte en peligrosa". Al día siguiente una bomba, instalada en las alcantarillas de Madrid, estalla al paso del coche oficial en el que viaja Carrero Blanco con tal potencia que el vehículo y sus pasajeros se eleva por los aires cayendo destrozados al otro lado de la manzana. Con la muerte de este personaje el proyecto quedó suspendido. Por cierto, ¡se dijo que había sido ETA...!
RAFAEL FABREGAT
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