4 de enero de 2013

0889- EL MISTERIO DE LAS CIUDADES MUERTAS.

Al noroeste de Siria, entre Alepo y Hama, se encuentra una franja de casi 40 Km. de ancho por 140 Km. de largo. En el interior de este territorio hay alrededor de 700 ciudades bizantinas, cristianas y romanas que fueron abandonadas en su totalidad entre los siglos V y VI de nuestra era, sin que se tenga respuesta sobre el motivo que llevó a tal determinación. Se cree que la fecha es coincidente con la conquista árabe y el cambio de rumbo de las rutas comerciales, principal fuente de riqueza de esta inmensa comarca en aquellos tiempos, pero no hay certeza alguna de que esta pueda ser la explicación a un éxodo tan radical y de tamañas proporciones. 

De todas formas es de suponer que, efectivamente, sus habitantes migraron forzosamente a zonas más prósperas y presionados también por el nuevo orden imperante. De todas formas lo extraordinario es que, tras un abandono de 1.500 años, los pueblos de la zona han llegado en buenas condiciones hasta nuestros días, sin duda debido a la excepcional calidad de sus construcciones, casi todas ellas de piedra perfectamente labrada y algunas con arcadas similares al románico occidental de los siglos XI y XII. A tener en cuenta también que estas ciudades no fueron abandonadas por su deterioro, sino que estaban en perfectas condiciones de uso en el momento de la marcha de sus habitantes.

Por lo visto la partida fue casi de un día para otro. Al menos esa es la sensación que se desprende al contemplar las ruinas de algunas casas que dan la sensación de haber estado habitadas hasta pocos años atrás pues tan solo el techo y cerramiento les falta. Especialmente bien conservadas cinco ciudades: Serjelleh, Ruweiha, Jerada, Qal'at Sim'an y Al-Bara. Esta última es una de las más conocidas pues es notable el peregrinaje de los sirios a este enclave eminentemente religioso, que sirve de marco incomparable en el que ir a pasar un día festivo cualquiera. No todo son ciudades, sino que algunos núcleos son asentamientos monásticos o aldeas de importancia menor. De una u otra forma, el conjunto forma parte de los más grandes tesoros arquitectónicos bizantinos que pueden encontrarse en el mundo actual.

La región que otrora albergó a un población próspera y abundante, rica en olivares y punto de encuentro de mercaderes y peregrinos hacia la ciudad de Antioquía, actualmente está desierta y asolada. A pesar de su extraordinaria fábrica, estas ciudades carecen del planeamiento propio de las urbes antiguas y más bien aparentan ser viviendas de libre ejecución, como es propio en algunas ciudades modernas diseminadas, donde cada cual construye a su libre albedrío dentro de la propiedad. Con ese mismo planteamiento constructivo se levantaban las iglesias y ermitorios. 
En cuanto a la monumentalidad de sus basílicas es de todo punto increíble no solo su extraordinaria conservación, sino también su depurado estilo superior incluso a construcciones de la propia Roma y que no se encontraría en occidente hasta seis o siete siglos más tarde. 

Basílica de San Simeón el Estilita. (Qal'at Sim'an)
Mucho tenían que aprender los propios romanos de aquella zona del extremo oriental de su Imperio, al que de forma genérica llamaban la "Provintia Arabia". Aquella región, que Roma poblaba al solo objeto de defenderse de probables invasiones partas, demostraba tener conocimientos constructivos sólidos y depurados, así como del arte más exquisito que aún hoy permanece visible en las numerosas iglesias cristianas de la zona. Sus frisos y molduras fueron comparados en su día a las del palacio de Diocleciano en Split, Croacia.

Hoy, quince siglos después, solo el silencio y las visitas de los turistas acompaña a tan bellos edificios, a tan complejas ciudades y aldeas, durante tantos siglos olvidadas y nuevamente buscadas y admiradas por todos aquellos que extasiados las fotografían incansablemente, transportando  la bella imagen de su pasado a todos los puntos del planeta. Mientras el turista muestra a a familiares y amigos las fotos de tan idílico lugar, todos se preguntan el por qué de tan misterioso abandono. ¿Como pudo nadie marchar de tan bello paraje?. A la gente del siglo XXI no nos parece justificado que un cambio de las rutas comerciales, o la llegada de los musulmanes, fuera suficiente motivo para abandonar tanta belleza. La riqueza olivarera de la zona y la que los conquistadores árabes aportaron tenía que ser forzosamente suficiente para mantener un enclave de esa importancia arquitectónica. Sin embargo la gente -no sabemos por qué- marchó y lo hizo en masa. Abandonando casas, campos, iglesias... Y para siempre, ¡sin volver la vista atrás...!

RAFAEL FABREGAT



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