29 de diciembre de 2012

0883- LA ESTAFA DE BUGARAK.

Bugarak es una pequeña localidad francesa de apenas 200 habitantes situada en el departamento de Aude, en la región del Languedoc-Roussillon. El pueblo se hizo famoso en la segunda mitad del pasado siglo XX al descubrirse que tiene sus estratos geológicos situados al revés de lo que es habitual, es decir: que sus capas más antiguas están arriba, próximas a la superficie y las más modernas abajo, en un fenómeno natural poco frecuente que se conoce como cabalgamiento. Tal peculiaridad ha hecho que la zona sea visitada frecuentemente por seguidores de lo que se ha dado en llamar la "New Age" (Nueva Era), corriente filosófica y espiritual que pone su acento en la magia, la brujería y el mundo del ocultismo. El pueblo sonríe a los visitantes porque bueno es que hablen de uno, aunque sea mal...

Según esta horda de pirados (con perdón) el "fin del mundo" anunciado por los Mayas mil años atrás y que con toda seguridad (decían) debía de llevarse a cabo el pasado día 21 de Diciembre del año 2.012, tenía en el municipio de Bugarak la salvación para los que allí se refugiasen. Algo así como "el Arca de Noé", pero sin que hubiera nadie en el pueblo que se llamara de ese modo y sin que se tuviera a mano ningún arca, vamos... ¡ni siquiera una Zodiac!. Sin embargo todos podemos dar fe de que, efectivamente, en esa localidad no ha sucedido nada. No reventó el planeta, ni se agrietaron sus campos, ni llegaron hasta allí las olas del mar inundándolo todo. ¡Claro que el pueblo está a 430 metros de altura...! Aldeanos, espiritistas, brujas, clarividentes, comecocos... ¡Todos se salvaron!.

La fe, ya se sabe, es creer lo que no se ve. Y a los seguidores de la "Nueva Era" no es fe lo que les falta. 
Ellos "sabían" que en el pico de la montaña de Bugarak anidan los alienígenas y que el fatídico día 21-12-2012 les meterían a todos dentro de su nave espacial y les salvarían del apocalipsis maya y del desastre universal. 
Jo, ¡yo es que les tengo una envidia...! 
¿Por qué Dios me habrá hecho tan incrédulo?. 
Naturalmente ni en Bugarak ni en toda la comarca había una habitación libre para el fatídico día. Hoteles, fondas, pensiones... Nada, todo agotado. 
Todos preguntando por los tickets para la nave espacial, pero nadie sabía nada... 
A pesar de todas las vicisitudes la gente acudió en masa. Se habilitaron los campos yermos circundantes a la comuna para poder plantar tiendas de campaña y allí llegaron los feriantes alternativos, con sus velas de cera de abeja, sus mermeladas caseras, su jabón ecológico y sus rebecas de lana de oveja merina. 
El bar del pueblo agotó los bocadillos, pero alguien trajo un saco de alubias blancas del pueblo vecino y pudieron guisarse unas estupendas "cassolette" (cazuela de alubias blancas con chorizo y panceta) con las que los visitantes pudieron aplacar su hambre espiritual y la otra. 

El día anterior al gran acontecimiento el alcalde de Bugarak (Jean-Pierre Delord) va de acá para allá desesperado. La gente acude a centenares y no hay forma humana de acomodarles. El "grand-père Francoise" (el abuelo Paco) pastor de ovejas retirado más de treinta años atrás, le dice al alcalde que se tranquilice, que todo acabará al día siguiente, que no merece la pena calentarse la cabeza...

- Sí, sí, -responde el alcalde- mais les gens veut mourir bien trop et bien dormante... 
(Si, si, pero la gente quiere morir bien comida y bien dormida...)
A la mañana siguiente la gente madruga, no quieren perderse nada. El fin del mundo está previsto entre las once y las doce de la mañana y tras el tazón de chocolate (hace un frío del carajo) el personal se acomoda mirando hacia el pico de 1.230 metros, garage de ovnis... Unos sudan, otros tienen la cara pálida y fría. Las diez y media, las once, las doce pasadas... 
A la una en punto se oyen los gritos del dueño de la posada:
- ¡Le vin de la Garonne et les cassolette sont préparés et servies sur le buereau! (El vino de Garona y las "cassolette" están preparadas y servidas sobre la mesa). 
¡¡¡ Desbandada general !!!. 
Las sillas plegables vuelan por los aires y la gente se arremolina a la entrada del pequeño bar que, a pesar de tener comida en abundancia, no puede atender la demanda de mesas. 

Sin embargo los dueños de taberna nunca se han caracterizado por estar dormidos. 

Bajo unas higueras que hay frente a la casa se reparten unas cajas vacías y se improvisa el acomodo del personal. El vino y las alubias con chorizo, acompañadas de buen pan y mejor vino relajan y "resucitan" al personal .
 Más pronto que tarde todos se olvidan del anunciado fin del mundo, de los ovnis y demás zarandajas. 
El alcalde, músico aficionado, saca su acordeón y la agorera mañana acaba con un baile vespertino donde todos giran al compás de la mazurca, la carmagnole y el vals...

RAFAEL FABREGAT 


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