15 de noviembre de 2012

0848- LA PEQUEÑA EDAD DE HIELO.

Diversión en el hielo.
Los científicos no tienen respuesta para todo. Desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX la Tierra pasó por un periodo de enfriamiento inexplicable que los investigadores dieron en llamar "La pequeña Edad del Hielo". Numerosos pueblos alpinos quedaron arrasados por  el imparable avance del hielo y hasta los propios londinenses utilizaron el Támesis como pista de patinaje habitual, como también lo hicieron los vecinos de los canales de los Países Bajos. Lo que vemos es una acuarela del artista holandés Hendrick Avercamp y se considera pintada en 1.625 reflejando el duro clima de la Europa en aquellos años. Como es natural las especulaciones sobre este fenómeno climático se sucedieron, sin que nadie tuviera prueba alguna de la realidad que lo provocaba. 

Ahora, más de un siglo después de la finalización del inexplicable fenómeno, un grupo de científicos estadounidenses creen tener explicación al dilema. Según su criterio, el intenso frío fue debido a unas erupciones volcánicas ocurridas en el Trópico que cambiaron bruscamente el clima global. Los datos aportados por los investigadores indican que este extraño enfriamiento del planeta se inició entre los años 1.275 y 1.300 y justamente tras cuatro grandes erupciones volcánicas ocurridas en el Trópico y de 50 años de duración. Tras este periodo eruptivo, la emisión de sulfatos y otras partículas reflejaron la luz solar hacia el espacio provocando la disminución de radiación solar hacia la Tierra y la expansión del hielo marino que propició veranos fríos y persistentes. Las investigaciones llevadas a cabo por estos científicos determinan que la larga duración del fenómeno se produce por un efecto acumulativo de resolución lenta. 

Es una especie de reacción en cadena que afecta al hielo del planeta y a las corrientes marinas, que provocan a su vez un cambio climático y disminución de las temperaturas que tarda siglos en volver al punto de arranque. De todas formas no hay registros que certifiquen la duración exacta del fenómeno y tan solo se sabe que el inicio de las erupciones volcánicas citadas se llevó a cabo entre los siglos XIII y XVI, sin que los estudiosos lleguen a ningún acuerdo sobre la fecha más o menos concreta. Aunque se estima que el problema sería mundial, se cree que afectó con especial virulencia al norte de Europa. Sin embargo, ese avance de los glaciares que llegó a tragarse pueblos enteros no se produjo de inmediato, sino que fue consecuencia de un segundo enfriamiento, un par de siglos más tarde, de efectos más virulentos que el inicial. 

Investigaciones llevadas a cabo en los glaciares islandeses parecen demostrar que hay dos capas sustancialmente más gruesas, fechadas a finales del siglo XIII y en el siglo XV.
De la misma manera, investigaciones llevadas a cabo en la isla Baffin determinan que la temperatura actual del planeta es la más alta de los últimos 2.000 años.
Se sabe que entre los años 1645 y 1715 la actividad solar era extremadamente baja, hasta el punto de que se registraron varios años sin ninguna mancha solar. Ese periodo, conocido como "Mínimo de Maunder", coincidió con uno de los momentos más duros de la llamada Pequeña Edad de Hielo, sin que se haya establecido el motivo de esta relación. Lo que si se sabe es la relación de volcanes que presentaron una alta actividad en esos años. La guinda sobrevino en 1815 y 1816 con la erupción del volcán Tambora de Indonesia cubrió de cenizas la atmósfera con tal intensidad que ese año no hubo verano y los hielos y las nieves no abandonaron Nueva Inglaterra ni tampoco el norte de Europa en todo el año. En España el río Ebro se heló completamente siete veces y con una duración que superó las dos semanas. En zonas costeras mediterráneas, donde no nieva ni un solo día al año, se construyeron neveros que se mantuvieron en servicio hasta mediados del siglo XIX.

La
"Pequeña Edad del Hielo" puso fin a una era extremadamente calurosa y es que los científicos parecen determinar que estos fenómenos, aparentemente inusuales, son más frecuentes de lo que los humanos solemos creer. 
Parece ser que tales anormalidades suelen producirse al menos una vez cada 1.500 años, dándonos una clara conciencia de que los fenómenos de la naturaleza son mil veces superiores a todos aquellos que el ser humano pueda realizar. El problema es que hasta hace relativamente poco no había un seguimiento regular y escrito de tales sucesos. Actualmente hay registros de todos los fenómenos climáticos por lo que, en el futuro, será más fácil dar luz a las incógnitas que se produzcan. Lo que parece claro es que, al menos hasta ahora, los cambios siempre han venido determinados por causas ajenas al ser humano. Un aumento de las actividades volcánicas o un cambio de actividad de las manchas solares, son elementos más que suficientes para que el clima del planeta se vea modificado. 

El cambio es brusco en su aparición y lento en su resolución pero, también con la misma brusquedad que se inicia el problema aparece la solución. 
Hacia el año 1.850 el planeta comenzó a calentarse de nuevo. Fue algo bastante rápido y definitivo.  Aquel frío inusual no era propio de las circunstancias normales del planeta y cuando desaparecieron los obstáculos vino la normalización. La Tierra había estado durante demasiadas décadas en una situación que no era la propia y la naturaleza tenía también sus ganas de volver a la normalidad. Aquellas gentes que veían en esos cambios radicales un próximo fin del mundo estaban equivocadas. Era uno más de los problemas "normales" de un planeta vivo, sujeto a cambios y precursor por tanto de las condiciones favorables para la vida y también plagado de episodios severos para esa misma habitabilidad. Bien es verdad que en este momento se cree que la humanidad podría ser capaz de destruir el planeta para siempre, pero algunos creemos que en esas palabras hay más prepotencia que realidad. 
El ser humano es grande, muy grande, pero no tanto.

RAFAEL FABREGAT

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