25 de octubre de 2012

0827- LOS CURTIDORES DE FEZ.

La empresa Chowara 
aglutina una de las mayores producciones de curtido de pieles a mano de la comarca de Fes, en Marruecos. 
No hay circuito turístico que se precie, que no lleve a sus viajeros a "oler" tan extraño y milenario oficio. Naturalmente es algo curioso, difícil de encontrar en parte alguna del mundo, porque nadie puede pensar que algo tan asqueroso (nauseabundo diría yo) pueda tener interés turístico. Pero nos equivocamos y quienes se dedican al negocio del turismo lo saben. Esto es como lo de visitar las Cataratas del Niágara con el barquito a pie de cascada, con el que se te puede salir el corazón del pecho y sin embargo siempre va a tope. En el caso del taller (al aire libre) de curtidores, se te salen las entrañas por la boca pero es lo que más recuerdas del viaje... ¡Así somos los humanos!. Desde luego un servidor (y su santa esposa) fuimos a ver tan famosa curtiduría y ¡veinte años después! todavía nos acordamos de ella. ¿Puede haber algo que supere eso?. 

Como en cualquier viaje de circuito, uno no espera aventura alguna. 
Como simples corderos (porque la palabra borrego suena fea) uno se deja llevar y tras los diferentes monumentos y mezquitas, toca el turno al tema folklórico que en todos los países árabes en general y en el de Marruecos en particular son "la Medina" y los zocos que en ellas se encuentran. 
Toda la gente de esta raza es lista como el hambre y más pillos que el Lazarillo de Tormes. Saben lo que le gusta al turista despistado y todo vale si sirve para sacarle el dinero. 
Apenas traspasar la puerta que da paso a la Medina una primera señal de tráfico ya levanta las primeras sonrisas del respetable. Se trata de una señal de ¡circulación prohibida para burros...!

En su presentación, a nuestra llegada a Fez, el guía marroquí nos dice que hay una palabra fácil de recordar y que debemos atender porque con ella intentará llamar nuestra atención si nos retrasamos o nos despistamos en el recorrido por la Medina. La palabra es "habibi" y nos explica que en español que significa "cariño". Parece ser que no encontraron otra mejor para reunir la manada. ¿Se imaginan ustedes que los guías españoles emplearan la misma expresión en los circuitos alemanes por Sevilla?.
- A la derecha "cariño" tienen ustedes la Giralda y delante la Mestranza.
Bueno pues en esos países, actualmente ya no tan exóticos, todo tenía su gracia. El "habibi" para reunirnos y el ver como un abuelete de 80 años enseñaba a 40 niños sentados en el suelo de una habitación de 20 m2. una extraña cantinela que parecer ser era el Corán. Más extraño aún era ver que lo hacía con una larga y delgada vara en la mano (más de 3 metros) con la que llegaba al rincón más alejado y la empleaba no menos de 2/3 veces por minuto. Cualquier sonrisa que delatara falta de atención y el abuelete ¡zás! pequeño golpe de vara... 

El "rebaño", con su guía al frente, deambula por la Medina mirando al repartidor del butano y parándose aquí y allá para desesperación del "pastor" cuyas ovejas no avanzan con  la rapidez que él quisiera, pero él ya sabe que esto es así puesto que se gana cada día el sustento con este trabajo. Todo llama la atención del visitante. Hay que pensar que, aunque los mercados sean algo popular, pasear por la Medina de Fez no es lo mismo que hacerlo por el "Rastro" madrileño y eso que he citado al más popular de los mercadillos españoles. La gente para en todas las curiosidades que encuentra y cuando se viaja por primera vez a un país de estas características, todo son novedades. 

El horno donde las mujeres llevan el pan a cocer, el popular taller artesanal donde se fabrican a mano las alfombras, alfareros de todas las categorías, maestros caldereros, escuelas coránicas de niños, las tiendas de especias, tintoreros, carnicerías en la calle con las piezas repletas de moscas, mientras por debajo del mostrador pasa una pequeña acequia que recoge las aguas negras del barrio... Todo es novedoso para el visitante y desde el momento que uno se interna en el zoco y hasta que lo abandona, los diferentes aromas impregnan el ambiente. Son olores diferentes a cada paso pues en este lugar los diferentes oficios se unen en gremios y cada callejón reune toda la oferta de cada producto en concreto. 

Pues bueno, tras recorrer gran parte del zoco y cuando parece que uno ya lo ha visto todo, empieza uno a notar un olor extraño, fétido, repugnante, a montañas de muertos sin enterrar, porque eso es Chowara. El guía marroquí se para ante una gran puerta cerrada y mira al tendido. El olor es tan nauseabundo que el guía se ve obligado a explicar a los visitantes que lo que hay detrás de aquella puerta es una curtiduría, pero no una cualquiera, sino la más grande y más antigua de la ciudad y puede que del mundo entero. Explica también que no todos son capaces de resistir el hedor que emana de lugar tan singular y que, por lo tanto, antes de tener problemas graves con los visitantes quiere explicarlo porque si alguien cree que no va a poder resistirlo.  Es el momento de alejarse y mirar o hacer alguna compra por los alrededores mientras los "valientes" proceden a la visita. 

Mi mujer y yo no somos valientes, pero una vez en la vida tiene uno la ocasión de ver un oficio tan ancestral como asqueroso... y entramos con apenas una docena de los 60 que componían el viaje. El lugar interesante y el proceso que se nos explicó también. Más que nada por lo rudimentario y asqueroso (diremos ancestral que queda mejor) de la forma en que se tratan las pieles de animales que dejaron de sufrir tiempos atrás. La carne putrefacta que se encuentra pegada a las pieles, la forma manual de despegarla rascando con los cuchillos... ¡Uff!. Después el curtido, remojando las pieles en diferentes balsas donde el líquido ácido de excrementos de paloma va curando las pieles muertas y las de los operarios siempre en contacto con el asqueroso elemento. El circuito que atravesamos por el interior de aquellas "instalaciones" era un charco continuo de carne muerta, de grasa putrefacta. Tras el curtido el secado al sol y después el tinte. Cada balsa un color diferente. 

El olor, hasta tal punto insufrible, que no desapareció de nuestras fosas nasales hasta cuatro días después. Ni duchas ni baños, nada pudo eliminar tan fétido olor más que el tiempo. El motivo era porque aquella sensación nauseabunda no estaba en nuestra nariz, sino en nuestro cerebro. Extraño que algo tan negativo se haya convertido en uno de los principales atractivos de la Medina de Fez, pero así es la vida. La especie humana gusta de nuevas sensaciones, aunque sean negativas. En las ferias también son las atracciones más espeluznantes las de mayor atractivo. Quienes se negaron a entrar preguntaron después por la experiencia vivida pero, ¿puede eso explicarse?. Aún siendo algo tan escabroso, si mis nietos hicieran ese viaje yo les diría que entraran pues es una experiencia única e irrepetible. Vamos, yo no la repetiría aunque me pagaran por ello, pero no me arrepiento de haberla realizado. 

Todo lo que vimos en ese viaje fue interesante y novedoso; mezquita de Casablanca, zocos de Marrakech y Tánger, Mausoleos de Rabat y Meknés, cena tuareg con exhibición de guerreros a caballo, cena y fiesta de boda árabe... pero, aunque todo está en la memoria, nada persiste con la fuerza de "Los curtidores de Fes".   Y quiero dejar constancia de que no lo recuerdo como una experiencia negativa, sino como algo digno de recordar. Los marroquíes pasan rápidamente del trabajo a la fiesta. Cuando te marchas del lugar un par de operarios se pone en la puerta esperando unas monedas con las que tomar unas pastas y un "té verde" en el "bar" de la esquina al acabar el trabajo, supongo que previo lavado de manos. No importa cuanto dinero les des a la salida. Indefectiblemente ellos miran las monedas, te miran a la cara y hacen un gesto de suspenso, por insuficiente...

RAFAEL FABREGAT

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