REEDICIÓN.
Los políticos españoles están contentos. Entre el fútbol, el Bosón de Higgs y el robo del Códice Calixtino de la Catedral de Santiago de Compostela, la gente está entretenida y no habla tanto de la crisis económica, de los ladrones de la Banca y de la dictadora alemana (Merkel) a quien no le interesa en absoluto que lo de la crisis se arregle. Mientras los países europeos del sur apenas pueden pagar los intereses de su Deuda Soberana ella, que también la tiene, recibe todo el dinero que quiere y más, con un interés ridículo, casi inexistente. ¡Y el que tenga pena que se muera!. Para mandar y no hacer lo que te interesa, o lo que te da la gana... ¿Para qué mandar?. Para hacer el ridículo ya somos demasiados. Pero ¡claro! para eso hay que ser líder político o banquero. Nosotros, la gente de a pié, solo sabemos hablar detrás de la puerta de nuestra casa, al amor de la lumbre.
En fin, lo del campeonato europeo de fútbol ya ha acabado y con gran éxito para España, por cierto. Los ánimos, que tantos días ha alimentado nuestra Selección a base de éxitos continuados, ya se están calmando. Lo del Bosón de Higgs, para qué engañarnos, la gran mayoría no lo acabamos de comprender pues escapa incluso a la capacidad de los propios estudiosos de la materia. ¡La nada que lo explica todo!. Ahí queda eso... Total que, para entretenernos, ahora estamos con la noticia de que la policía ya ha recuperado eL Códice Calixtino. ¿Ladrones expertos en arte sacro?. ¿Una banda organizada y dirigida por la mafia internacional?. ¡Que va, que va!. En España somos más cutres. Ha resultado ser el electricista que los señores curas dejaron sin trabajo y sin inscribirle en el Paro, que ya es bastante motivo, para robar el Códice y para mucho más...
El "chispas" ganaba poco, pero las cosas de la Iglesia siempre fueron de su interés. La misa diaria, la confesión y comunión frecuentes, el agradecimiento del Dean tras el arreglo de un enchufe que chisporroteaba... Pero llega un día en que esas cosas son insuficientes para llenar el vacío del alma y sobre todo del cuerpo, así que el hombre piensa que su tiempo en la Catedral está muy desaprovechado. Tras la misa diaria y el cambio de dos bombillas fundidas al electricista se le ocurre comprobar las dificultades de la cerradura que cierra el cepillo que recoge las limosnas de los miles de visitantes diarios: franceses, ingleses, alemanes, estadounidenses, japoneses, por supuesto también nacionales de todos los rincones de la península. ¡Aquello es una bicoca!. La caja está repleta de billetes de todas las procedencias: Euros, Libras esterlinas, Dólares... El "chispas" no toca un solo billete. Cierra la caja y cuando la jornada termina marcha cabizbajo hacia su casa, meditando sobre lo que acaba de ver.
Como cada noche su mujer le prepara un hervido de patatas y verdura acompañando un breve trozo de pechuga de pollo asada. No tiene sueño pero le dice a su mujer que quiere acostarse y ella le sigue. Ella parece que quiere "guerra" pero él alega dolor de cabeza (lo típico, pero al revés) y se vuelve de espaldas. A los cinco minutos la mujer da fuertes ronquidos y él sigue meditando sobre el enorme volumen diario de donaciones que recibe la Catedral...
El electricista ya ha tomado una decisión pero, de momento, no cree conveniente comunicarla a su esposa. A la mañana siguiente se encamina a sus quehaceres diarios que no son otros que su primera misa y el mantenimiento eléctrico de la Catedral de Santiago Apóstol, faro de la cristiandad en la ciudad Compostelana y el mundo entero. Como de costumbre el día está húmedo pero a él le gusta y aunque pudiera parecer lo contrario, en nada estorba a su actividad. Pero para él, hoy es un día diferente.
Sus idas y venidas entre aquellos muros son familiares para todos y para él mismo. Hacia las doce del medio día y con el Ángelus, el templo está más tranquilo que nunca. El "chispas" abre el cepillo, repleto de billetes y coge un puñado, cerrando inmediatamente. Es algo que no habría imaginado hacer nunca y queda preocupado por su mala acción. Al finalizar la jornada, ya de camino a su casa, pasa por una cochera de su propiedad. Allí guarda herramientas de todo tipo, tanto para su profesión como también de albañilería. Siempre hay alguna chapuza que hacer y en la casa no le caben esta clase de herramientas a las que siempre suele acompañar algún resto de material. Ladrillos, cemento, algunas maderas... El hombre entra en la cochera y baja la puerta para que nadie le estorbe. Nervioso saca del bolsillo el puñado de billetes que no ha vuelto a ver desde el momento en que los sustrajo del cepillo de la iglesia.
Tres billetes de 20 euros, cuatro de 10 y dos de 5; también hay un billete de 20 dólares americanos y dos billetes de 10 libras esterlinas. No sabe cuanto es al cambio, pero está contento. La cosa ha sido fácil, sin riesgos y una auténtica miseria para lo que cada día se deposita en la caja de limosnas. Decide realizar la operación tan regularmente como la situación lo permita y sigue su vida diaria habitual, con la conciencia tranquila de quien sabe que nadie necesita más que su familia, esa pequeña limosna que supone sustraer cuatro billetes mal contados en una caja que entran cientos y cientos diariamente. El tiempo pasa y nuestro electricista, meticuloso en su trabajo y en todo lo demás, decide comprar un Libro de cuentas corrientes donde anotar las diferentes entradas de capital que guarda celosamente en el garaje; bien empaquetados los billetes en cantidades iguales y debidamente separados por nacionalidad y valor facial.
El electricista ya ha tomado una decisión pero, de momento, no cree conveniente comunicarla a su esposa. A la mañana siguiente se encamina a sus quehaceres diarios que no son otros que su primera misa y el mantenimiento eléctrico de la Catedral de Santiago Apóstol, faro de la cristiandad en la ciudad Compostelana y el mundo entero. Como de costumbre el día está húmedo pero a él le gusta y aunque pudiera parecer lo contrario, en nada estorba a su actividad. Pero para él, hoy es un día diferente.
Allí no entra nadie más que él y no hay peligro alguno de que nadie vaya a hurgar entre sus cosas. Y así va pasando el tiempo, 10 años, 15 años, 20... hasta que un día (vaya usted a saber por qué) el Dean de la catedral le pone de patitas en la calle, sin explicación ni indemnización alguna. Cuando eso sucede, nuestro amigo ya tiene varias cajas repletas de "papeles", algún que otro Libro de valor histórico y otras minucias metálicas de valor incalculable, material del que se supone que su mujer no sabe nada y con el que verdaderamente tampoco él sabe qué hacer, puesto que es consciente que si lo pone "en circulación" será inmediatamente encarcelado. En principio está sin trabajo, sin ahorros y sin indemnización alguna por lo que nuestro hombre, a pesar de haberse comprado algunas casas sin factura, está disgustado con aquella Iglesia a la que prestó sus servicios profesionales durante décadas y rencoroso decide vengarse de aquellos que no han sabido apreciar su trabajo, dándoles una patada donde él sabe que puede dolerles sobremanera.
Encargado del buen funcionamiento de las diferentes alarmas de seguridad del templo y teniendo llaves de todas las estancias del mismo, no es difícil para él hacerse con uno de los libros más valiosos de la Catedral: el Códice Calixtino.
Es su despedida definitiva y el momento de su venganza. No es la primera pieza que coge de la Catedral, antes ya cogió otras, pero son tantos los tesoros acumulados entre esas paredes que nadie se percató de su falta. Sin embargo el Códice Calixtino no es una pieza cualquiera y el expolio no pasará desapercibido. La alarma no suena y el Códice llega al garaje, uniéndose al resto de objetos y a las cajas de billetes pero, tal como el rencoroso empleado pensó que sucedería, la falta del Códice fue prontamente detectada y avisada inmediatamente la policía de Santiago de Compostela. ¿Quién o quienes podían haber perpetrado un robo de estas características?. Era mucha la gente que conocía el valor histórico y material de la obra, pero no era un objeto fácil de colocar en el mercado.
¿Qué sentido tiene robar lo que no puedes vender?. Pasaron los meses sin que ninguna de las pesquisas de la policía llegase a buen puerto. Tenía que ser alguien conocedor de todos los entresijos de la catedral pero, ¿quién?.
Toda persona que hubiera tenido o tuviese alguna relación directa o indirecta con la Catedral de Santiago fue interrogado. Nadie podía imaginar quien pudo haber perpetrado una sustracción tan arriesgada, un objeto vigilado permanentemente por sofisticados medios de seguridad y por guardias públicos y privados. Como por arte de magia el Códice Calixtino, un magnífico manuscrito del siglo XII de valor incalculable que ilumina el Camino de los peregrinos que viajan a Santiago, había desaparecido de la vitrina herméticamente cerrada donde se exhibe de forma permanente pero controlada. Costó un año de meticulosas pesquisas y de concienzudas averiguaciones pero, por fin, se puso cerco a la obra en la persona del antiguo electricista catedralicio.
Inspeccionada su casa sin resultado alguno, se miró en el garaje y allí estaba no solo el Códice sino otros muchos objetos de valor, todos pertenecientes a la Catedral de Santiago, y varias cajas de billetes de distintos países y cuyo valor superaba el millón doscientos mil euros.
El "chispas" y su mujer fueron detenidos, uno por autoría de los hechos y la otra por un posible encubrimiento que no está demostrado.
El Códice fue rescatado y al día siguiente, de manera oficial, el Presidente del Gobierno español (Mariano Rajoy) cual intrépido Tintín entregó al Dean de la Catedral la joya manuscrita, sana y salva.
- ¡Yo ya sabía que lo tenía él! -ha dicho el Dean al conocerse la noticia- y es que los adivinos, siempre lo son a toro pasado...
- ¡Yo ya sabía que lo tenía él! -ha dicho el Dean al conocerse la noticia- y es que los adivinos, siempre lo son a toro pasado...
RAFAEL FABREGAT
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