27 de marzo de 2012

0642- EL PUEBLO COSACO.

La raza cosaca se considera formada desde el siglo I de nuestra era y nacida genéticamente de la unión de escitas iraníes, alanos y jázaros, con posteriores infiltraciones de sármatras y otros pueblos vecinos de las regiones próximas al mar Caspio y dominantes de las estepas pónticas de Escitia. Eran muchos los pueblos y tribus nómadas que frecuentaban aquellas regiones inhóspitas del suroeste asiático.
Étnicamente antiguos eslavos nómadas, los cosacos eran gente indomable que no admitía orden impuesto por nadie. Eran pues gentes amantes de la libertad que se instalaron hacia el siglo X en las estepas del suroeste asiático, en lo que actualmente son tierras de Rusia y Ucrania. Se trataba pues de valientes guerreros cuyo equivalente de aventureros u hombres libres, para la denominación de cosacos, se encuentra por vez primera en un escrito del año 1.395.

Estos guerreros eran muy temidos porque, aparte su destreza militar, tenían una gran confianza en sí mismos que los hacía imbatibles. Ya desde época medieval, los cosacos cuentan con una estructura administrativa de tipo democrático y liberal, impensable en aquellos tiempos en cualquier lugar de Europa Oriental o en la propia Asia.
Aunque el término de cosacos denomina a varios grupos de polacos y tártaros, el principal hace referencia a los cosacos rusos y ucranianos instalados en las orillas de los ríos Don, Kubán, Terek y Ural. Siguiendo la tradición, el término cosaco (Kazak) debe ser escrita y leída de izquierda a derecha y al revés, tanto en su transcripción eslava como en las diferentes lenguas Túrquicas. En 1.670 se proclamó el sistema republicano con la denominación de Estado Cosaco del Don y capital en la ciudad de Astracán, a orillas del Volga.

Billete 100 rublos cosacos de 1.918.
Tras la desaparición del Imperio ruso en 1.914 intentaron formar nuevamente una república independiente que, uniéndose con los cosacos de Kubán, contaría con diez provincias en régimen de estado federal independiente y capital en Novocherkassk. No pudo ser.
En la época de la Unión Soviética y muy especialmente durante el gobierno de Stalin los cosacos fueron expuestos al exterminio. Dos tercios de la población cosaca fueron asesinados en los primeros diez años. Muchos de ellos consiguieron salvarse al integrarse en otras zonas y poblaciones. Para camuflarse y escapar del exterminio, cambiaron sus costumbres y tradiciones. Desde finales del siglo XX los descendientes de aquellos nobles guerreros parece ser que están resurgiendo rápidamente.

Se cree que en este momento son más de 8 millones los descendientes de aquellos cosacos. Gran parte de esa comunidad cosaca se encuentra en las regiones de Volgogrado y Rostof, en un número que está supera los 110.000 indivíduos; cerca de 25.000 están en la región de Strâvopol; otros 5.000 entre Cherkesia y Osetia del Norte y otros 2.000 residen en Moscú.
De todas formas el grueso de esta raza de luchadores indomables se encuentra completamente esparcida a lo largo y ancho del mundo, sobre todo en la Federación Rusa, desde el mar Báltico hasta el océano Pacífico. Extraoficialmente las cifras que se barajan es que, entre ambos sexos, pueden haber hasta 10 millones de personas que se consideran a sí mismas cosacos de origen, o descendientes directos de los mismos.

Los cosacos ya no son una raza temida, sino una etnia totalmente integrada laboral y culturalmente en todas las zonas del planeta. Sin embargo su hábitat natural sigue siendo el de sus ancestros. Principalmente, como se ha dicho antes, en los países de Rusia y Ucrania pero también en todos aquellos que formaban la antigua URSS; fundamentalmente en las estepas, entre el mar Negro y el mar Caspio y en las montañas del Caúcaso. Como se ha dicho anteriormente, otros muchos cambiaron totalmente su vida al emigrar a países como Francia, Alemania, Bélgica, etc. y algunos lo hicieron a países americanos e incluso a Australia.
Lo importante es que aquella raza especial de hombres que ansiaban ante todo la libertad, siguen existiendo a lo largo y ancho del mundo de hoy, manteniendo con toda seguridad aquellas ideas vanguardistas iniciadas tantos siglos atrás. Que sea pues para muchos años...

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