1 de julio de 2011

0406- LOS TESOROS DEL BANCO CENTRAL.


Resulta chocante que un país interior, sin costa, montañoso y aparentemente pobre, fuera capaz de reunir algunos de los tesoros más importantes del mundo. Justamente por haber sido enterrados en su momento en lugares desconocidos, Afganistán puede presumir ahora, tras su hallazgo fortuito, de tener tesoros arqueológicos que nunca había podido imaginar. 

Símbolos de la riqueza y diversidad afgana, parte del imperio de Alejandro Magno y centro de la
Ruta de la seda, muestran ahora una cultura milenaria a través de tesoros de diferentes procedencias reencontrados pocos años atrás.
Joyas de oro y piedras preciosas, marfiles y copas de vidrio decoradas, así como miles de monedas se unían a trabajos en cobre y bronces de siglos anteriores a nuestra era.
Algunos de estos tesoros, que ya se podían admirar desde algunos años atrás en el Museo Nacional de Kabul, escaparon milagrosamente a los pillajes que los últimos años ha sufrido el país, escondidos en cofres del Banco Central de Afganistán. Entre otros objetos se encontraban piezas de los siglos IV y II a.C. de la ciudad griega de Ai-Khanoum; joyas de seis príncipes nómadas de la necrópolis de Tillya, o colina de Oro, del siglo I d.C.; o los tesoros de Begram, llamada la Alejandría del Cáucaso.

La parte más importante de estos tesoros procedían de Tillya y habían sido descubiertos por el arqueólogo ruso Sarianidi en 1.978. Había miles de monedas de oro y joyas que equiparan el hallazgo al descubrimiento de una tumba egipcia. Sin embargo la guerra obligó a abandonar el yacimiento, no sin antes haber sido trasladadas a los sótanos del Museo Nacional de Kabul 20.600 piezas de oro para su estudio y catalogación.

En 1.988 dicho museo no parecía ser lugar seguro para albergar todos estos tesoros y otros muchos de los expuestos entre aquellas nobles paredes.








La Jihad y una encarnizada guerra civil, hacían presagiar cualquier desenfreno y las autoridades del Museo decidieron esconder una parte de las piezas en el Ministerio de Información, otra en el propio palacio presidencial y el grueso del tesoro en una cámara del Banco Central construida por ingenieros alemanes en 1.930 y que contaba con siete llaves para su apertura.

El presidente afgano Nayibulá reunió a siete personas de su confianza y les entregó una llave a cada uno, ordenándoles que se dispersaran por el mundo hasta nuevas órdenes. 
La cámara contaba con tantos elementos de seguridad que solo podría abrirse de nuevo reuniendo todas las llaves.
Todo se hallaba protegido en la cámara acorazada del Banco y, aún sabiéndolo, los asaltantes no pudieron acceder a la misma.




A partir del año 2.001 los talibanes decidieron la destrucción cultural absoluta y lo saquearon todo, encontrando algunas piezas en el Ministerio del Interior. Nada encontraron en el palacio presidencial y también el tesoro del Banco Central se salvó. 
El presidente Nayibulá y su hermano Shaha fueron interrogados y torturados hasta la muerte. Después de terribles torturas, ambos fueron castrados y posteriormente Nayibulá fue arrastrado por las calles atado a la parte trasera de un Jeep para posteriormente pegarle un tiro; Shaha fue colgado en plaza pública. 
Jamás desvelaron el paradero de las llaves que permitían la apertura de la cámara. Torturados también los empleados del banco no dieron otro resultado que el de informarles que en caso de intentar violar la cámara con dinamita, había un elemento de seguridad que estaba programado para provocar el colapso total del subsuelo del banco.

Los talibanes no quisieron arriesgarse y se limitaron a coger todas las reservas de dólares que el Banco custodiaba. El tesoro aguardaba impertérrito tiempos mejores, en la oscuridad del subsuelo del Banco Central. Finalizada la guerra e instaurado el régimen actual, su nuevo presidente Hamid Karzai reunió a los siete portadores de las llaves y abrió la cámara.

Aparte las naturales riquezas que en ella se encontraban, había otra cámara más pequeña en la que el anterior presidente Nayibulá había colocado el Tesoro de Bactriana.










Por esta vez, los tesoros de Afganistán habían sido preservados de la rapiña talibán. El rico legado de los griegos y nómadas Kushán seguía unido al pueblo que los había albergado durante más de dos mil años. ¿Será para siempre...?


RAFAEL FABREGAT

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