Por lo que se ve, la provincia de Castellón es la que peor lleva la nueva Ley antitabaco. Ahí están los datos que lo corroboran. Nada menos que el 66% de las sanciones llevadas a cabo en toda la Comunidad Valenciana.
De los 403 expedientes sancionadores interpuestos en esta Comunidad, 285 corresponden a la provincia de Castellón. Oye, ¡que chulos somos!. ¿No?. O más bien tontos, diría yo, porque son ganas de tirar el dinero... ¿Tanto tenemos?. Lo más interesante (y peligroso) es que, parece ser, que son los propios clientes los que denuncian el incumplimiento de la normativa en determinados establecimientos. ¡Ojo al dato!.
Que no es necesario que casualmente pase un inspector por tu establecimiento para encontrarte con una multa que te arruine la semana, no.
Cualquier simpático cliente al que tu le pones cada día su bocadillo o su café, puede ser el "chivato" que te vacíe la cartera.
Esa denuncia se traducirá en la visita de un inspector de incógnito que te levantará el acta a la vista del primer cigarrillo y te "bajará los humos", nunca mejor dicho.
Este hecho está corroborado por la Inspección Sanitaria que dictamina que las visitas de oficio no llegan al 14% mientras que más del 86% son visitas de parte.
Tu, permisivo, dejas que dos gamberros fumen en tu establecimiento, por no llamarles la atención y espantarlos como clientes y resulta que va otro y te denuncia. Eso si no son los mismos que fumaban... "T'ha agradat el socarrat"?.
Y es que no hay civismo. Como niños malcriados, baste que una cosa te la prohíban para que guste doblemente.
Yo no soy partidario de imposiciones pero, si no hay educación ni ciudadanía, solo queda el camino de la sanción. Soy el primero en levantar la bandera de la libertad, pero tu libertad acaba allí donde perjudicas a un tercero y no sería necesario decir cuanta gente se ha alegrado de ¡por fin! poder entrar a un bar sin humos.
Cuarenta años atrás era tan general el uso del tabaco en los bares que recuerdo que se hacía obligatoria la colocación de un pequeño extractor en la parte alta de la puerta de entrada.
Nadie lo pedía pero el propio dueño del bar, fumador o no, terminaba la jornada asfixiado y alguien le sugeriría esta mínima solución.
En verano, con las puertas abiertas, la nube tóxica de puros y cigarrillos aún se toleraba bastante bien pero en invierno...
Todo cerrado, para aislarse del frío de la calle, el humo era tan intenso que en locales alargados apenas se distinguía a quienes estaban sentados al fondo del local.
Por si el tabaco no fuera suficiente, en los pueblos era bastante frecuente la colocación de una estufa de leña que, sacando el tubo de la chimenea por un orificio practicado en la propia puerta del local, sacaba el humo al exterior.
Claro que, ya se sabe, al más mínimo soplo de viento solía sacar algunas bocanadas de humo, aumentando la ya intensa nube creada por los fumadores.
Ante cualquier comentario la respuesta estaba preparada...
- El que no vulgui pols que no vagi a l'era.
Y el quejica quedaba sin saber qué responder.
- El que no vulgui pols que no vagi a l'era.
Y el quejica quedaba sin saber qué responder.
Estas actitudes tan poco cívicas, promovidas por la escasa preparación académica del personal, no admitían queja alguna de los no fumadores.
Quien podía soportar los "malos humos" acudía igualmente a jugar la partida o a pasar la tarde con los amigos y a quienes su salud no les permitía tragar el humo de los bares, no tenía otra solución que quedarse en casa.
Nunca ningún fumador, hasta ahora, se planteó jamás lo perjudicial que podría ser su vicio para los demás. De hecho todos los fumadores hemos fumado en presencia de criaturas de corta edad, tanto en la casa como en los bares, sin ni siquiera plantearnos que ello pudiera ser perjudicial para nadie.
De saberlo, aunque no todos, algunos nos hubiéramos planteado el dejar un cigarrillo sin encender en determinadas ocasiones. Aunque hay gente para todo no creo yo que, a sabiendas de lo perjudicial que puede ser el humo del tabaco para los demás, uno pueda tener la desfachatez de seguir fumando en presencia de otras personas y especialmente de los niños. Naturalmente en locales cerrados, porque hacerlo en la calle o espacios abiertos, no creo yo que pueda perjudicar a nadie. Si todos fuéramos como debiéramos ser, no haría falta que se prohibiera fumar en locales públicos cerrados, pero ¡claro! es que, de ser así, no haría falta tampoco policía, ni guardias de tráfico, ni abogados, ni jueces, ni...
RAFAEL FABREGAT
RAFAEL FABREGAT
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