Una vez más, me es obligado decir que nada es como antes. Hace unos años atrás, la batería de un coche iba agotándose poco a poco y tras algunas vicisitudes y alguna mañana sin poder arrancar el motor, obligatoriamente tenía que ser renovada. Hoy esto no ocurre de este modo y una batería te deja tirado en el momento más insospechado; tanto es así que personalmente he parado el coche a un lado de la carretera para ajustarme la corbata a 1 Km. de una importante visita a realizar y el coche ya no arrancó. Sin embargo, ni una sola batería deja de funcionar correctamente dentro de los meses de garantía... ¿Casualidad o caducidad programada? Sin duda de ninguna clase, lo segundo. Se fabrica todo para que no dure y nada tiene reparación porque no está fabricado para ser reparado. ¿No es esto un atraco y una burla a la inteligencia de las personas?. ¡Al final van a creer que los demás estamos tontos, sino lo creen ya!
El mundo actual, de consumismo sin precedentes y de espabilados en masa, todo se fabrica para que no dure y para que no pueda ser reparado. Esto provoca que todo se fabrique en cadena, sin intervención artesana ninguna y con materiales garantizados para una vida corta. Muchos de esos componentes están integrados en el propio aparato y son de casi imposible manipulación posterior, con lo que la reparación de un elemento dañado es imposible o económicamente inviable. De no hacerlo así, con los adelantos actuales, cualquier electrodoméstico podría durar decenas de años y repararse de forma indefinida. Como es natural, eso no interesa. Ingente cantidad de materiales electrónicos son fabricados diariamente para su implantación en todo tipo de aparatos, al tiempo que otra cantidad similar se amontona incesantemente en los almacenes de residuos pues su nueva utilización no interesa. ¿Hacia donde camina este mundo de pillos redomados, que solo buscan el beneficio rápido, sin pensar el daño que se hace a la naturaleza y a sus semejantes?
Pese a los avances tecnológicos, los productos duran menos. ¿Por qué?. Pues sencillamente porque están fabricados para que así ocurra. Ese es el sistema y el motor de la economía moderna. Deliberadamente los aparatos deben durar el tiempo prudente para que el comprador no se vea estafado, pero no tanto como para que su incesante producción no pueda ser colocada. Otra forma de operar, sería la ruina del negocio y una tragedia para los operarios, que quedarían sin trabajo. (!) Así están las cosas. Sirva como ejemplo que, independientemente del uso que se haga del aparato, un móvil puede durar aprox. unos 2 años pero no más. La tecnología está tan adelantada, que la caducidad actual de los aparatos es "a la carta"; aquello que el fabricante haya programado. Un atraco a mano "desarmada", pero no por ello menos culpable. ¡Por mucho menos de esto, tiraban a la gente a la hoguera unos siglos atrás...!.
La primera bombilla, fabricada por Edison en 1.881, duraba 1.500 horas, pero pocos años después los fabricantes se pusieron de acuerdo para que éstas no sobrepasaran las 1.000 horas de duración. Lo inventado por Edison duraba demasiado y no era comercialmente viable. ¡Hábrase visto semejante desfachatez...!
Unos años atrás se consideraba una vergüenza nacional que todo un pueblo (andaluz) de casi 1.000 habitantes, trabajara para tan solo dos "señoritos" de Madrid, que eran los dueños de la casi totalidad de las fincas del término municipal en cuestión. Pues bien. Ahora para otros dos señoritos, que naturalmente no son los anteriormente referidos, trabajamos más de 6.000 millones de personas. Toda la humanidad se las ve y se las desea cada día para subsistir y entre cuatro se reparten los beneficios del trabajo mundial. ¿Era esa la justicia que la democracia y la globalización pregonaban?. Pues, si es así, apaguemos la bombilla y vayámonos. Claro que... ¿A donde?.
RAFAEL FABREGAT
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