No hay nada nuevo bajo el sol...
Teniendo la órbita más excéntrica de los planetas menores, la distancia de Mercurio al sol varía entre los 46 y los 70 millones de kilómetros.
Su traslación alrededor del sol dura 88 días terrestres y su inclinación orbital es de 7 grados.
Las elevadas variaciones de distancia y velocidad hacen que se puedan dar diferencias de temperatura que varían entre los -185ºC nocturnos y los 430ºC diurnos.
Otra curiosidad es que en Mercurio se dan amaneceres dobles, es decir, el sol sale por el horizonte, se detiene y se vuelve a poner por donde salió; posteriormente vuelve a salir y realiza su recorrido completo. Este fenómeno ocurre durante el perihelio, porque la velocidad orbital iguala la velocidad giratoria. Otro dato interesante es que su periodo de rotación (día) dura 59 días terrestres.
Aunque en otoño de 2.010 pudo verse perfectamente, tras la puesta de sol y durante más de una semana, no es fácil ver este planeta a simple vista, ya que la escasa distancia que normalmente le separa del sol hace imposible visualizarlo. Tal como sucedió entonces, el mejor momento es después de la puesta del sol y en su máxima elongación Este. Como la luna, su observación es en diferentes fases. Aunque la distancia desde la tierra sea muy superior, se ve mejor cuando presenta fase llena ya que la mayor área iluminada compensa sobradamente la mayor distancia que nos separa.
Su magnitud aparente varía entre el -2,0 y el 5,5 aunque su mayor complicación a la hora de observarlo es debido a que su luz se diluye con el resplandor del sol. Tanto es así que, desde el Telescopio Espacial Hubble y por cuestiones de seguridad, no se pueden hacer observaciones completas de Mercurio, a fin de evitar enfoques tan próximos al sol. Otro momento interesante para ver este planeta es en los casos de eclipse solar y también en tránsito entre el sol y la tierra, hecho que ocurre trece veces cada siglo. Naturalmente para ver este fenómeno hace falta un telescopio con filtro solar. Quien escribe tuvo la suerte de verlo durante una semana seguida, siempre a la puesta del sol.
Desde la eliminación de Plutón de la lista de planetas del Sistema Solar, Mercurio pasa a ser el más pequeño de ellos. Presenta numerosos impactos de meteoritos, debido probablemente a su falta de atmósfera. Es de cuerpo duro, parecido al de la tierra, con un diámetro de 4.879 Km. Su núcleo se estima en 1.700 Km. de radio, 600 Km. de manto y 100/200 Km. de corteza. Su atmósfera es extremadamente ténue, pues los escasos átomos que contiene escapan al espacio debido a las altas temperaturas. Su campo magnético es muy débil (1% al de la Tierra) y no se le conocen satélites. Mercurio y Venus se ocultan el uno al otro cada 396 años, siendo la última vez registrada en 1.737 y la próxima se espera en el 2.133. Los Sumerios (3.000 a.C.) fueron los primeros que hicieron referencia a este planeta y los Babilonios (2.000-500 a.C.) le dieron el nombre de Nebu o mensajero de los dioses.
A Mercurio los Griegos le llamaban Apolo, cuando se avistaba al amanecer y Hermes cuando era visible al anochecer. Sin embargo fue el griego Pitágoras el que se dio cuenta de que se trataba del mismo cuerpo celeste.
El máximo acercamiento conseguido por el hombre al planeta Mercurio se llevó a cabo por parte de la Sonda Mariner-10 que, en la tercera de las órbitas realizadas, se situó a 327 Km. de su superficie.
El Mariner tomó diez fotografías del planeta y finalizó su misión el 24 de Marzo de 1.975, cuando quedó sin combustible. En Agosto de 2.004 se lanzó la sonda Messenger que entró en la órbita de Mercurio en Marzo de 2.011. Una nueva sonda (BepiColombo) se lanzó en Agosto de 2.013, para investigar su estratosfera, con llegada al planeta en Septiembre de 2.019 y desarrollo de diferentes misiones de un año de duración.
Inútil negar que el tema me interesa y atrae, pero no puedo dejar de pensar que, con todos los problemas que tiene nuestro planeta Tierra y los millones de seres que lo habitamos, desarrollar una ciencia que se ocupara de aliviarlos, sería más beneficiosa para la humanidad que explorar un cosmos de dimensiones y complejidad infinitas.
Vivimos en un mundo que, bien organizado, podría ser el soñado Edén. Un Cielo en la Tierra, un Paraíso idílico en el que la vida llegara a ser un regalo celestial y no el infierno en el que los humanos lo hemos convertido.
Todos sabemos que no hay solución, para una cuestión en la que hay tantas opiniones como pobladores existen. Una verdadera lástima... ¡podría ser tan bonito!
RAFAEL FABREGAT
No hay comentarios:
Publicar un comentario