La verdad es que, en Cabanes, siempre ha sido irrelevante el número de personas dedicadas al negocio de la miel. Sin embargo sí han sido muchísimos los que han tenido colmenas para el uso y disfrute particular de este exquisito producto natural.
Desde tiempo inmemorial y debido principalmente a la pobreza de aquellos tiempos, gran cantidad de vecinos de Cabanes tenían un par de colmenas en alguna finca de montaña, que les permitían recolectar la cantidad necesaria para el disfrute familiar de la miel, como simple sucedáneo del azúcar o exquisito manjar de esporádico consumo. Todos conocían a groso modo el sistema de mantenimiento y multiplicación de las colmenas y el de extracción del preciado néctar. Naturalmente estos recolectores no disponían de adelanto alguno y se limitaban por tanto a cortar los trozos de panal que la colmena permitía y los consumían directamente, masticando las celdillas y expulsándolas después de extraer la miel. Solo aquellos que tenían mayor cantidad (4/6 colmenas) aunque de forma rudimentaria, normalmente por decantación, sacaban la miel del panal almacenándola en botes de cristal o jarras de cerámica. Estos productores que trabajaban la miel en cantidades superiores a las necesidades de su hogar, tampoco negociaban con el producto, sino que era una forma de regalo a parientes y amigos o, como mucho, para trueque con ellos.
Nadie, que yo conozca, producía miel en Cabanes (antes de 1.950) en cantidad suficiente para poder considerarlo una forma de trabajo y negocio.
El primero, del que yo tengo constancia, dedicado a la producción de miel a media escala fue "Elietes el de Peleto" el cual, en sociedad con "Vicent el Sanco", formaron un tándem que manejó gran número de colmenas que con cierta frecuencia cambiaban de lugar y que incluso trasladaban a otras provincias. La miel, de varios tipos y procedencias, era almacenada en grandes bidones de 200 Kg. o más y comercializada al por mayor. Sin embargo a "Elietes" este negocio le vino a una edad bastante avanzada y, por ésta u otras causas que desconozco, solo llegó a trabajarlo una década escasa. Esto no supuso el cierre del negocio ya que "Vicent el Sanco", siguió unos años en solitario y posteriormente lo compartió con su hermano "Pepe" que, a final de cuentas, ha sido el último que ha desempeñado este trabajo en la localidad.
El mayor esplendor del negocio de la apicultura en Cabanes, se alcanzó en los últimos años de sociedad entre "Elietes" y "Vicent" y también en los primeros de "Vicent" en solitario. Con su hermano Pepe, llegaron a tener camión propio para el desarrollo del negocio, pero el negocio decayó y el camión acabaron vendiéndolo.
Vicent complementaba sus ingresos familiares con el trabajo de sus tierras y con el de chófer y encargado del camión de la Cooperativa de Cabanes. También aprovechaba los acarreos de almendras y otros materiales de la Cooperativa para trasladar sus cajas, así como para hacer llegar la miel a sus clientes. Hoy, todo más mecanizado pero también mejor aprovechado, el negocio de la miel es más rentable que nunca, pero precisa dedicación completa.
Ya no solo es el aprovechamiento de la miel, si no el del polen, la jalea real, etc. Sin embargo en Cabanes este negocio puede darse por finalizado.
Aunque es probable que mantegan algunas cajas de colmenas, ambos hermanos están ya jubilados y nadie ha seguido desempeñando esta labor a gran escala.
Es posible que algún aficionado de cierta edad tenga alguna caja por alguna ladera, pero nada más que eso.
En Cabanes, la apicultura empezó
con Elietes, Vicent y Pepe y con ellos ha terminado. Como he dicho anteriormente, teniendo abejas cientos de personas, nuestro pueblo no ha sido nunca lugar de negocio para este tipo de explotaciones. Como en tantas cosas de la vida se dice que el negocio de la miel mueve millones, pero ninguno de ellos llega al productor, que prontamente pierde su interés por esta labor. También las colmenas para consumo familiar han desaparecido. Aquellos antiguos aficionados se jubilaron y la juventud actual nada quiere saber de esta clase de trabajos y miserias. Ellos van a los suyo y hacen bien.
Todo lo que se hace por afición, tenga o no rentabilidad, se da por bien empleado. Sin embargo, en lo que a trabajo se refiere, cada uno tiene que desempeñar su labor y hacerlo de la forma más correcta y profesional posible. Lo que se hace a gusto, no cansa.
Admiro a todos los aficionados al bricolaje que aprovechan vacaciones y fines de semana para mejorar y atender las necesidades de su casa y está muy bien que lo hagan, siempre que sea por afición.
Si ésta no existe, lo que se consigue no son trabajos admirables que ahorran un dinero a las arcas familiares, si no chapuzas que cuestan dinero y no dan solución duradera a las necesidades. ¡Zapatero... a tus zapatos!
RAFAEL FABREGAT
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Entrada dedicada a Aroa Bellmunt.
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