Mucho han cambiado los tiempos en estos últimos 50/60 años.
En la más pequeña de las aldeas de nuestra provincia, pero también en Castellón capital, la gran mayoría de sus habitantes vivían del campo o de los oficios relacionados con éste.
Sembraban el trigo que posteriormente trillaban en las eras, molían el grano y hacían el pan en su propia casa o en horno público.
Sin apenas medios motorizados la gente, 90% agricultores, salían diariamente al campo con sus mulos y asnos, con carro ó sin él, puesto que no todos disponían tampoco del capital necesario para adquirirlo, ni siquiera de segunda mano. Estos últimos lo hacían con el animal a pelo, o sea, con su "albarda i saria" correspondiente, que permitía llevar al campo los aperos, el abono o traerse unos haces de leña para la casa o de hierba para los animales.
Los niños nos apuntábamos a la trilla en lo que era un paseo gratuito que facilitaba la rotura de la paja y la espiga.
Siendo tantos los agricultores, era mucha la gente que diariamente trabajaba en el campo y por lo tanto era muy probable encontrarte allí con tus propios vecinos.
Si no estaba el más próximo a tu finca, estaba el siguiente y muchas veces los dos. La relación social entre vecinos era mucho más estrecha que en la actualidad y era costumbre parar unos minutos a media mañana para echar un cigarro y hasta juntarse al mediodía, puesto que nadie marchaba a casa a comer.
Los desplazamientos eran lentos y la costumbre era comer bajo el árbol que mejor cobijo ofreciera. Allí se hablaba en animada tertulia del tiempo, de las cosechas y del gobierno aunque, para este último tema, había que analizar las preferencias del vecino en cuestión y, caso de incompatibilidad de opiniones, dejar el asunto para mejor ocasión.
Así eran las cosas entonces, ¡simples... muy simples.
Tras la Guerra Civil el campo estaba bastante abandonado y las tierras, pobres en su mayoría, acusaban la falta de estiércol que las fertilizase y de un abono que solo en cuentagotas podía conseguirse. Sin embargo había que comer y solo con mucho trabajo podía conseguirse la comida necesaria para toda la familia. El pan escaseaba hasta el punto de que una hogaza equivalía al jornal de un duro día de trabajo. Muchas familias tuvieron que prescindir durante mucho tiempo de un alimento hoy tan sencillo y cotidiano. Había que llenar el estómago de lo que fuera aunque para ello hubiese de venderse al vecino alguna de las habitaciones de la casa, como así ocurrió en muchas ocasiones. Los campos, improductivos, no daban fruto proporcional a los esfuerzos que el agricultor le dedicaba, pero no había otras opciones. Muchas familias no solo se limitaron a trabajar las tierras, abandonadas durante los años de guerra, sino que incluso se dedicaron a sacar nuevos bancales del monte que los rodeaba, en un intento de aumentar como fuera las exiguas cosechas con las que comer.
España miraba tímidamente al exterior y en la década de los cincuenta inició su recuperación, aunque las familias humildes aún tuvieron que sufrir algunos años más la escasez.
Llegaron a nuestra zona los primeros tractores que, con su profunda labor, garantizaban la permanencia de la sazón en los campos y por consiguiente una cosecha más abundante. Con la llegada de los 60 y ya disponiendo de los abonos suficientes, empezó a abandonarse la siembra de cereales, no rentable en los habituales minifundios de nuestra zona y se plantaron viñas y bancales de almendros con variedades de floración más tardía que permitieran evitar las heladas. Estos nuevos cultivos, unidos a la llegada de los primeros tractores de uso particular, mejoraron la calidad de vida y los animales de labor fueron desapareciendo de nuestras casas. El zaguán de las mismas, siempre dedicado a acoger las cosechas del campo, el carro y los aperos agrícolas, dio paso a pequeñas "salitas" donde recibir una visita o acomodarse a disfrutar de la TV recién llegada a España en los momentos de ocio.
El ambiente de las casas agradeció la salida de los animales del hogar y todo fue modernizándose.
El gobierno franquista solicitó (1.962) apertura de negociaciones a la CEE, con una gélida acogida que hizo que esta solicitud hubiera de repetirse en varias ocasiones. En 1.970 se consiguió la firma de un acuerdo preferencial, aunque el repudio político al franquismo continuaba. Entre muchísimas otras medidas Europa, ante el exceso de vino de la CEE, exigió a España que eliminase el cultivo de la vid con pie híbrido, con la excusa de ser dañino para la salud y subvencionó el arranque. Es a mediados de los 70 cuando empieza el obligado arranque de las viñas de todos los pueblos de nuestra comarca, subvencionado con 60 pesetas por cepa y con la obligatoriedad de que no se replante con ninguna otra variedad. Pan para hoy y hambre para mañana.
Todos los pueblos de nuestra comarca habían renacido en base al cultivo de la vid y, siendo toda la superficie de secano no se sabía muy bien qué hacer con las tierras. A diferencia de lo que actualmente ocurre, en aquellos tiempos llovía bastante más que ahora y algunos agricultores ensayaron la plantación de frutales en secano. La aventura salió bien porque la poca fruta que llegaba a nuestros mercados era de regadío y con altos costes de transporte. Nuestra fruta era muy superior en cuanto a calidad, de tamaño suficiente y con presencia mínima de plagas, por lo que la rentabilidad era incluso superior a la del viñedo. Sin embargo todas esas ventajas apenas duraron poco más de una década. Después llegó la masificación y con ella, las plagas y la bajada de precios de la fruta.
Desde hace más de diez años, el campo está semi abandonado. Un tercio de las fincas abandonadas, otro tercio a punto de abandonarse y el tercio restante mal trabajadas. Los escasos precios de los productos del campo hacen imposible reanudar el cultivo, ni aún en una época de crisis como la actual. No se trata de escasa rentabilidad, sino de pérdidas y claro, para perder... ¡mejor quedarte en casa!.
Yo creo que en situaciones semejantes los gobiernos tienen mucho que decir al respecto porque, en el hecho de que las almendras norteamericanas lleguen a España a mitad de precio que las de aquí, tendrá que ver mucho más la política que los costes reales del cultivo ¿o no?. Ante la ruina general de todos los sectores productivos españoles, supongo yo que solo los zánganos llorarán si el actual gobierno se marcha a su casa, porque creo sinceramente que peor no puede hacerse. Lo dice un apolítico, pero que no es indiferente a los acontecimientos. Se trata simplemente de que no veo a nadie persiguiendo el interés general, sino tan solo el particular. ¿Que debe tener el sillón para que todo el mundo se aferre tan fuertemente...?
RAFAEL FABREGAT
No hay comentarios:
Publicar un comentario