En aquellos años (1960/70), en que la mayoría de mis lectores seguramente ni tan siquiera habían nacido, unas veces para bien y otras para mal, nada era como ahora.
Se diga lo que se diga, se pasaba más hambre que Caín, de comida y de novia; porque pan había, seco puesto que se hacía en casa una vez por semana, pero había. De novia también, pero muy vigilada...
Los únicos momentos de soledad, con la novia, eran en el cine Benavente, es decir: rodeados de 600/800 personas... porque entonces, a falta de televisión, el cine era la única distracción semanal y, al menos en Cabanes, estaba siempre de bote en bote. ¿Solo con la novia...? ¡Ni a comprar el pan!, claro que cuando uno pone empeño en una cosa... Pero, en fin, que no, que no... Nada que ver con lo actual, que a poco que te descuides se acuestan en tu propia casa y se duchan en tu propia ducha. ¡Y juntos...! Algunos padres, incluso te cambian la cama por una de matrimonio...
Y si los pillas se quedan tan tranquilos. Y como hagas un comentario te responderán: ¿Que quieres, que lo hagamos en la calle?.
Total, que ni tanto ni tan poco. Que esto parece el sainete de Nelo Bacora que, confundiendo la petición de mano del yerno con la visita de un hipotético comprador de la vieja burra que tenían, la ofreció para que se la llevara sin compromiso diciéndole que siempre podía devolverla en el caso de que no se quedara preñada...
Coche en la puerta, jornal íntegro para ellos, entran y salen cuando y a donde quieren, viajes a la nieve, a la costa, semanas completas de hotel "para conocerse"... Vamos que Sodoma y Gomorra, comparados con la libertad que actualmente disfruta la juventud, era el patio de recreo de niños de colegio público. Y aún se quejan, de falta de libertad. ¡Quien hubiera pillado esto en nuestra juventud...!
El día anterior a mi boda, faltando un detalle para la casa y teniendo que buscarlo en Castellón, aún nos endosaron a su hermanita... ¡No fuera cosa que nos escapáramos!. Y como ir a Castellón tenía entonces un cierto interés, la cuñada encantada... Mmmmmm. Callo por no seguir!.
Para esas fechas todo estaba ya preparado. La casa sin luz, tenía luz y los muebles (aunque modestos) estaban en su sitio; el SEAT-600, con el cambio de aceite efectuado y el depósito repleto de gasolina, nos esperaba ansioso por iniciar el viaje de novios que nos llevaría por toda Andalucía.
El segundo piso del edificio de la Caja Rural de Cabanes preparado para el convite que consistiría en una merienda-cena en la que se servirían entremeses, diferentes bocadillos y los típicos "pollastres tornats al oli", amén de fruta del tiempo y dulces caseros de todo tipo (magdalenes, rollets, pastissos); todo ello regado con un buen vino y mejores licores que, tras su efecto consiguiente, hizo gritar a los comensales el típico ¡que se besen, que se besen!.
La pareja de novios, más cortos que las mangas de un chaleco y nada previsores, solo sabían que no querían pasar su primera noche juntos en la casa preparada para ellos.
Querían marchar (y marcharon) de viaje de novios aquella misma noche, pero sin saber cuando, ni hacia adonde habían de hacerlo... ¡y eran las once de la noche!. Preparadas de antemano las maletas solo fue necesario quitarnos el traje de ceremonia, ponernos algo más cómodos y darle a la llave de contacto. Pero... ¿Hacia donde?.
El "600" arrancó con alegría pero, caso de hablar hubiera dicho: ¿A donde voy...? No lo sabíamos. Nuestra previsión solo llegó hasta el momento de darle al contacto, pero no más allá.
- Vols que ens quedem en un dels hotels de Castelló? -le pregunté a mi flamante mujer.
- ¡Uy! No, no. Anem-se'n algo més lluny -dijo mi mujer, como avergonzada.
El 600 corría alegre a una velocidad entre 70 y 80 Km./h. al tiempo que las doce de la noche ya habían sonado en los relojes españoles, cuando un letrero luminoso inundó de luces de colores la N-340 por la que discurríamos, al pasar por las Alquerías del Niño Perdido.
MOTEL TICASA -leímos.
- Parem ací mateix? -le dije. Eran las doce y cuarto de la madrugada.
- Vale -respondió ella algo indecisa.
El conserje nos miraba entre sorprendido y divertido, no por lo intempestivo de la hora, sino porque no era normal para ese establecimiento clientela de nuestras características.
Hay que tener en cuenta que al otro lado de la carretera y a poco más de 100 metros estaba (y está todavía) LA TARTANA, uno de los bares (de chicas malas, muy buenas) más populares de entonces, aunque nosotros eso no lo sabíamos.
Viendo nuestra juventud y bisoñez el conserje nos dio una habitación del fondo, alejada del normal bullicio del establecimiento y puedo asegurar que en toda la noche no oímos el más leve ruido... ¡Y eso que la pasamos despiertos! (?) je, je...
A la mañana siguiente, tras el desayuno y con algunas ojeras, seguimos viaje. Murcia, Cartagena, Almería, Málaga, Gibraltar, Cádiz, Sevilla y (ya de regreso) Córdoba, Linares y ¡plaff! se reventó la bomba del agua del 600... Con el coche recalentado, una inmediata nube de humo lo inundó todo. Claro que los camioneros de entonces no eran como los de ahora y el primero que pasó (a la media hora) paró para socorrernos...
El motor, al borde del incendio, nos dejó tirados en la carretera muy cerca de Úbeda (Jaén), donde se repararía dejándonos en esa localidad los últimos dineros que nos quedaban.
A media tarde salimos del taller con la nueva bomba instalada y la cartera vacía (300 ptas. quedaban).
No había móviles, ni cajeros automáticos, ni fondos en la cartilla que permitieran un reintegro de urgencia.
Se imponía un regreso precipitado que nos llevó a nuestra casa de la calle Capitán Cortés, 77 (carrer de la Font) sin que pudiéramos disfrutar, en todo el viaje, de la visita de ninguno de los monumentos que quedaban por el camino y que tanto me gusta ver.
De todas maneras no consideré que hubiera problema alguno y es que ¡claro...! Durante aquel viaje, ¡el monumento lo llevaba permanentemente conmigo!.
RAFAEL FABREGAT
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