Pocos se acordarán que una de las primeras peluquerías de señoras de Cabanes, si no la más antigua, fue la de Milagro la Xupena, madre de Rosita, en la calle del Carmen. Era a finales de la década de 1940 o a principios de la de los 50.
Siendo Rosita amiga de pandilla de la que hoy es mi mujer, íbamos a su casa a poner en marcha los típicos guateques de los 60 y su madre, que ya había dejado la profesión unos años atrás, todavía guardaba en el trastero los "aparatos" empleados para tal actividad; especialmente el "secador de cabeza" que no quiso tirar y tampoco pudo vender a quienes le siguieron en este oficio.
También aquel basto lavador de cabezas con pie regulable, con el que las clientas, faltando un sillón adecuado, casi se desnucaban.
Las clientas, mujeres con posibles de la época, se quejaban con razón de que la novedad del secador de cabeza quemaba el pelo, pero aún así y no sobrando el dinero, seguían demandando el lujo de ir a la peluquería. No faltaban, como es natural, aquellas que, "para evitar" la problemática del moderno secador, se rizaban el pelo con tenazas que calentaban en las brasas del fuego de cocinar (?) puesto que entonces no había cocinas eléctricas ni de gas. Después ya inventaron tenazas calentadas con electricidad, pero el resultado seguía siendo el mismo...
El pelo se quemaba y se rompía con facilidad.
Había pues que esperar al invento del regulador de potencia, aquel que permitía darle al aparato la intensidad necesaria, pero sin pasarse. La que cada tipo de cabello permitiera y demandara.
Olvidamos muchas veces que los adelantos que actualmente disfrutamos son producto de las barbaridades que, haciendo de coballas, otros han sufrido por nosotros para perfeccionar los productos que hoy están en el mercado, a un bajo precio además. Como cadena interminable, también nosotros somos coballas de aquellos que vendrán después. Milagros, tras casarse, abandonó pronto la profesión. El negocio, en un país sin recursos, era escaso; le daba exiguos beneficios y el marido y los hijos la necesitaban. Procedía ayudar al marido en la explotación agrícola familiar y mantener el control y limpieza de la casa.
Sin embargo la demanda, aunque escasa, seguía existiendo y aunque primeramente intentó compaginarlo todo, pronto el cierre fue total.
Como todo en la vida, cuando una puerta se cierra otra se abre y prontamente alguien relevó a Milagros en la profesión de peluquera.
Corría la década de los 50 y no recuerdo exactamente quien sería la primera peluquera que siguió a Milagros, instalándose profesionalmente en Cabanes, pero tuvo que ser Julieta, en la plaza del Árbol, o Vicentica la cuñada de Eleuterio el Gordet, en la calle San Blas, a la que se sumó unos cinco años después su sobrino Herminiet, hijo mayor de Eleuterio, peluquero de caballeros. Ya entonces estaba superado el problema de los secadores de cabeza y la economía iba arreglándose aumentando el trabajo para todos.
Para entonces había abierto también peluquería Pilarín la Bondanta y su hermana, en la calle San José y ya en la década de los 70 lo hizo Adelina la del Boc en la calle del Rosario.
Cabanes era ya entonces centro neurálgico vitivinícola de la comarca, con una producción que superaba los diez millones de kilos de uva de pié híbrido americano y también uno de los más importantes en cosecha de almendras, todo ello comercializado en un 70% por la Cooperativa Agrícola de Cabanes. De todas formas, aunque empezaba a haber bastante trabajo, cuatro peluquerías eran muchas para un pequeño pueblo como el nuestro y pocos años después las dos primeras (Julieta y Vicentica), seguidoras de la pionera Milagros, cerraron quedándose solamente Adelina y Pilarín la Bondanta, puesto que la hermana de esta última se había casado y abandonado el negocio.
Se sumó en los 80 Amparín, hija de Amparo y de Constantino el dels Juliets en la calle Capitán Cortés, hoy carrer de la Font, aunque diez años después se instalaría en la calle San Blas, junto a la plaça dels Hostals.
Aproximadamente en los 90 Adelina se trasladaría a la calle del Obispo Gavaldá, montando una nueva peluquería con todos los servicios de esteticien y rayos UVA.
Amparo Amer, que entonces estaba en la calle San Blas, también diez años después montó un soberbio local en la calle Delegado Valera, en sociedad con su hermana Ana y con todos los servicios que actualmente se demandan. Actualmente esta sociedad entre hermanas finalizó y el local quedó abandonado, instalándose cada una de ellas por su cuenta, en locales aparte. Amparo volvió a su antiguo local, hoy modernizado, de la calle San Blas y su hermana Ana en la calle Ramón y Cajal. Pero el tiempo pasa y Adelina, la que sin duda más ha trabajado en estas últimas décadas, también se ha jubilado y cerrado el negocio, incorporándose su única empleada a la peluquería de Amparo Amer.
Esta última es sin duda la que coge el testigo como primera peluquería de Cabanes, aunque no desdeñándose la gran importancia y clientela de las tres hermanas Martí, más especializadas en la gente joven, por ser las últimas en estudiar la profesión y en montarse la moderna peluquería y esteticien cabanense.
Amparo Amer, es en este momento la de mayor edad en Cabanes, pero todavía es joven y le quedan muchos años de seguir en la brecha del buen hacer y del servicio a los demás.
Unos años atrás una tal Silvia, de la Ribera de Cabanes y Margarita de Castellón se instalaron también en nuestra localidad, pero con pocas consecuencias para las peluqueras cabanenses. La mala situación de estos locales no ayudaron a hacerse con una gran clientela y ambas tienen un servicio más localizado, por su ubicación o por su vecindario habitacional.
El verdadero boom fue protagonizado con la apertura del "Centre de Estética Martí", dirigido por las hermanas Maite y Silvia Martí a las que se añadió después su hermana Ana como esteticién diplomada. La gente las llama cariñosamente "Les Canetes", apodo familiar.
Abrir local en el punto más emblemático de la población, junto a la Plaça dels Hostals y dar un rápido servicio, con cita pero sin esperas, parece haber copado la atención de los más jóvenes. Aparte el punto tan especial, tengo entendido que son unas excelentes profesionales y muy trabajadoras. Listas como liebres, competentes, dispuestas a comerse el mundo. ¡Así tiene que ser si quieren triunfar!. Sin embargo la vida, siempre cambiante, todo lo madura y como he dicho antes, nada es para siempre. Irremediablemente, después vendrán otras y otras y otras... Pero ese ya es otro tema.
RAFAEL FABREGAT
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