2 de agosto de 2010

0124- RETORNO A LA EDAD MEDIA.

Conocer la historia de Cataluña está al alcance de cualquiera. Las bibliotecas contienen cientos, miles de ejemplares que pueden ilustrarnos sobre su historia, anterior y posterior a su vasallaje al reino de Aragón. Contrariamente a lo que algunos pregonan, Cataluña no ha sido nunca reino ni nación, sino una región feudal constituida por condados y demás ricoshombres, que durante siglos ha rendido pleitesía primeramente a los invasores de turno y posteriormente a los reinos vecinos de los que dependía.
Siendo así, se pregunta mucha gente el por qué de las pretensiones de independentismo que los catalanes actuales pregonan y exigen. La respuesta no es sencilla, pero existe... Se trata de un circo, proliferación de payasos que hacen reír a unos y exasperar a otros. Para quitar hierro al asunto y tomarlo también con un cierto humor, en adelante y como homenaje al sufrido pueblo catalán, al de los trabajadores y obreros que diariamente luchan para alimentar a los suyos y (de paso) a los zánganos corruptos (políticos), pondré fotos de "trabajos seguros". 

Es lo que, diariamente, miles de catalanes tienen que hacer para ganarse el sustento y el de sus familias, así como el de los "chupópteros" que viven gracias a su trabajo. Los catalanes (hablo con conocimiento de causa porque son ya cuarenta años los que estoy trabajando codo a codo con ellos diariamente) no piden nada.
El catalán es persona honrada y trabajadora hasta la extenuación. Fiel cumplidora de sus compromisos. Gente que se levanta a primerísimas horas de la mañana y sale de su casa una o dos horas antes de entrar al trabajo para asegurarse de que, a pesar del caos circulatorio que sufren a diario, estarán en el trabajo al inicio de la jornada laboral. Gente que, pase lo que pase, jamás se excusa ante el patrono por haber llegado un minuto tarde. No lo necesita. Y menos todavía el patrono, puesto que es quien abre la puerta. 
Si de su casa al trabajo se tarda una hora el catalán sale con dos de antelación, por lo que pueda suceder. A pesar del madrugón, muchos catalanes llegan a su casa a las diez de la noche, otros incluso más tarde.
Esos catalanes no piden independencias, ni que se prohiban las corridas de toros. Esos solo piden trabajo y pan para ellos y para sus familias. Piden mejores carreteras, que se les exima de los gastos de peaje que tienen que soportar a diario para poder ganarse el sustento. Piden mejoras, justicia y piden la sanidad y la seguridad que, a pesar de trabajar como mulos, no tienen si no se la costean de forma privada.
Yo es que no me lo puedo creer. Toda la vida trabajando por y para Cataluña, he tenido a sus gentes en lo más alto del pedestal... y sigo teniéndolas. Trabajadores a carta cabal y unos linces para los negocios, pero... con la mierda de la política y los chupasangre que viven de ella (más cada día) ¿A donde llegará esto?. Esta gente que propugna el nacionalismo más exacerbado, separatistas que sin ton ni son no buscan más que el conflicto general y los intereses partidistas que son los suyos propios... ¿como es posible que tengan adeptos en una región que siempre se ha caracterizado por el amor al trabajo y a la sensatez?.

En casi cuarenta años que trabajo con Cataluña, solo he conocido a uno que defendiera semejantes ideales y no es justamente esa persona una de las que haya destacado por su alta capacidad, ni comercial ni política. Es más, paradojas de la vida, su madre es andaluza y también su mujer y su nuera.
Me choca que gente que vino a Cataluña a matar el hambre que no pudo matar en su pueblo, siempre bien recibidos por la gente de Cataluña, ondeen la bandera del separatismo catalán como raíces principales del árbol del pan. 
Seguramente es que soy muy torpe, pero no lo entiendo. ¿No se acuerdan de donde vienen sus raíces?.
Entiendo que los descendientes de los antiguos señores feudales quieran, si pueden, recuperar sus prerrogativas... pero hablamos de cuatro gatos mal contados, señoritos a perpetuidad que, agotados los fondos de sus predecesores e incapaces de ganarse el pan con el sudor de su frente, se han metido en política. Entiendo también que ciertos políticos, enraizados desde generaciones al mundo del mangoneo y la charlatanería, acostumbrados a mandar, quieran seguir mandando y, a poder ser, más cada día. 

Lo que no entiendo es que haya tantos imbéciles lameculos (trabajadores, gente de a pie) que, en la seguridad de que nunca han de roer ni un solo hueso del animal que pretender matar, salgan a la calle a defender los intereses del cazador, del cacique de turno. No, no lo entiendo. ¿Qué quieren que les diga?.
Cuando alguien, amigo o no, me ha necesitado siempre he estado dispuesto para ayudarle sin mirar horas ni esfuerzo, pero esta clase de cosas es que no me las puedo creer.
Yo, al parecer más egoísta que esos energúmenos, siempre he trabajado para mí y para mi familia. No entiendo a la gente que se echa a la calle defendiendo unos intereses que no son los suyos. ¿Ideales? Será eso, pero qué es el ideal, sino comulgar con las ruedas de los molinos que otros te presentan como el más sabroso de los hojaldres?.
Vamos, vamos... que ni borracho de vino.

Los políticos... ¿necesarios? Pues sí, lamentablemente sí, como lo son igualmente curas y banqueros. Una lacra que mueve la sociedad. Son los directores de la orquesta, sin ellos somos rebaño de ovejas sin control. Nuestra incapacidad los hace necesarios.
Una realidad lamentable... porque la historia nos enseña claramente que jamás ha existido político que no haya luchado por su particular interés, nunca por los del pueblo pero, aún así, hacen falta para que la rueda de la noria gire, aunque prácticamente toda el agua que saca vaya a sus campos y no a los nuestros. Hasta hace relativamente pocos años toda la gente catalana que conozco, que es mucha, no defendía otros intereses que no fueran los suyos. Trabajo, trabajo y trabajo. Sin embargo las cosas están cambiando y poco a poco se está despertando nuevamente el interés de algunos por la política, especialmente desde el inicio de la crisis. El tiempo libre hace pensar pero, por favor, que sea en cosas útiles, formativas.

Es impensable que, ya en el siglo XXI, todavía haya gente (y especialmente los catalanes) que no se percaten de las verdaderas intenciones de los cuatro políticos (caciques) de turno. ¿Quien había de pensar, que gente tan trabajadora y perspicaz en los negocios fuera tan pasota (que no ciega) en la política?.
Los que quieren romper los lazos de unión con España y que, como dictadores que son, piden que se prohiban las corridas de toros, podrían darnos una sorpresa a poco que hurgáramos en su árbol genealógico. Algunos de esos (lamentablemente muchos) o no son catalanes o carecen de los valores catalanes antes expresados. Son aventureros, charlatanes de feria que siempre encuentran gente dispuesta a comprar sus inútiles ofertas de elixires milagrosos. Gente a los que hace escasas décadas un dictador (como ellos) les hubiera aplicado y con razón, la Ley de vagos y maleantes.

Esa gente no quiere nada, salvo seguir el máximo tiempo posible en la cresta de la ola, en un mar agitado que es el que a ellos les conviene para exhibir lo mejor de ellos mismos que es la charlatanería. Su trabajo es hacer que otros trabajen para ellos. Pero ¡ay!, corren malos tiempos y el chollo peligra. Las elecciones catalanas están cerca y hay que tomar posiciones. Un porcentaje elevadísimo de gente no sabe otra cosa más que trabajar. Hay que aprovecharse, sembrar la cizaña que a ellos les beneficia. Deben sacar partido de la desgracia que a muchos les agobia. Antes el culpable era el gobierno de turno. Ahora eso no les vale, se queda pequeño. Hay que atacar al Estado, un enemigo más lejano, difuso, menos tangible. Todo les vale para poder asegurarse un poder que sería mayor si caminara solo, pero... ¿Hacia donde?. ¿Les vale el abismo?. 

Pues sí, el abismo también les vale. A ellos les vale cualquier cosa que les sitúe en el poder. Nada les importa la situación general. ¿Qué es eso? Si mi casa va bien, todo va bien.
Lo verdaderamente extraño es que millones de auténticos catalanes, de esos con los que hablo cada día, de los que solo saben trabajar, se encojan de hombros. Totalmente desencantados repiten la frase de que la política para los políticos; no va con ellos, que se las compongan como puedan. Yo a lo mío: mi negocio, mi taller, mi pequeño bar de polígono, etc. pero... en tiempos de crisis, cuando ninguno de los negocios es bueno y cuando el trabajo y el sueldo penden de un hilo... ¿es momento de perder el tiempo en independencias y toros bravos?. ¿Por qué no seguimos trabajando como antaño, apoyando como nuestra la empresa que no lo es, pero que nos paga todos los meses el sueldo, en lugar de escaquearnos en bajas ficticias?. 

¿Por qué algunos prefieren seguir cobrando el subsidio de paro o de protección social, complementándolo con algunas chapuzas, en lugar de coger los trabajos que les ofrecen?.
Estamos sangrando al país hasta cotas nunca anteriormente alcanzadas. ¿Que nos pasa?. ¿Alguien se ha percatado de la inmensa cantidad de gente que realmente no quiere trabajar?. Sí, sí, ya sé que muchos buscan trabajo y no lo encuentran. Pero todos sabemos que otros muchos dicen que no les interesa cogerlo porque están ingresando igual o más sin obligarse a nada.
No sé donde vamos a parar pero, desde mi modesta opinión, las tonterías que algunos políticos exhiben para conseguir la atención del votante no conducen a nada bueno. 
Y eso deberían de mirarlo los votantes, porque el problema no es que el pueblo catalán no vea (que sí que ve), el problema es que no mira, el desencanto es de tal magnitud que no quiere ver. Esconder la cabeza bajo la arena como avestruz asustada. 
Fíjense en el porcentaje de votantes. El famoso estatut catalá solo llevó a las urnas la mitad de los posibles votos.
Pero, ¿qué pasa catalanes? ¿Creen que no les interesa el asunto? Pues están equivocados, les interesa y mucho. No creo que le solucione nada al sufrido trabajador, que Cataluña esté dentro o fuera del Estado Español, como tampoco creo que les afecte demasiado que se prohiban o no las corridas de toros en la Monumental de Barcelona. Hay otras cosas mucho más importantes.
Cada día comemos carne y pescado y nadie se rasga las vestiduras. Cada día miles de personas, en su mayor parte niños, mueren de hambre, de sed o de sida, sin que nadie se acuerde de ellos. 
Eso no les da votos a los políticos catalanes, ni a los del gobierno central, ni a los del resto del mundo.
Eso debería llamar nuestra atención, en lugar de las payasadas que ahora exponen como remedio para todos los males. 
Nos lamentamos y con razón cuando los independentistas vascos ponen bombas y no nos damos cuenta de que el independentismo catalán está poniéndolas de mayor calado. 
¿Por qué? ¿porque no estallan mostrando cadáveres ensangrentados?. 
Pues las intenciones de algunos políticos también matan o quieren matar de otras formas quizás más perversas: de hambre, todo para mí nada para ti. 
El elixir que todo lo cura, la charlatanería que por raro que nos parezca, atrae los votos de los indecisos. 
El político, como el charlatán, vive de la ignorancia de los demás. 
El pueblo catalán no es mejor ni peor que los habitantes de otras comunidades, pero tiene algo que no todos poseen. Se puede llamar defecto o cualidad, que hay gustos para todo, pero tienen una gran diferencia con respecto a los de otras latitudes.
Unas veces para bien y otras para mal, se escudan en el trabajo y no quieren ver más allá. No es que no vean, sino que no quieren ver. Creen que trabajando todo es posible, ¡todo saldrá adelante!. Pero algunas veces se equivocan, porque en multitud de ocasiones para conseguir lo que normalmente consigue un trabajador cualquiera, sería suficiente con la décima parte del trabajo que ahora tenemos que realizar (y que no falte).
Antes eran mil y nos quejábamos por ello, pero ahora son un millón. Son esa multitud de políticos sinvergüenzas los que, como parásitos que son, alimentamos con nuestro esfuerzo diario, trabajando mucho más de lo que realmente sería necesario si todos empujáramos en la misma dirección y con el mismo esfuerzo. Las abejas a los zánganos los matan y los echan fuera de la colmena. Estos, cuando el carro no está suficientemente engrasado o simplemente funciona mal, lejos de ayudar empujando al lado del trabajador se limitan a decir que la dirección está equivocada. Pues no señores, no. La dirección estará o no equivocada, que no lo sé, pero en todo camino hay subidas y bajadas. Ningún camino es llano a perpetuidad y ahora toca la subida. En lugar de romper el carro, empujemos todos. ¿No sería mejor solución?.

RAFAEL FABREGAT

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