Muchas son las cosas aprendidas, a lo largo de la vida, de aquellos que nos precedieron y particularmente de nuestros mayores.
Son épocas diferentes y no siempre tiene que ver su vida con la nuestra, especialmente en un momento de cambios tan profundos como los vividos por nuestra generación. Sin embargo, muchas de sus vivencias y consejos pueden ser aplicables al mundo actual, puesto que son pocas las cosas nuevas que hay bajo el sol. Si lo analizamos en profundidad, veremos que cosas nuevas hay pocas o ninguna y que se trata de simples o complejos cambios, pero cambios al fin y al cabo.
La humanidad, cuando hay posibles y muchas veces sin haberlos, quiere ser más de lo que realmente es y para enmendar sus limitaciones recurre a las apariencias. No va desencaminada puesto que está demostrado que nadie se suele acercar al árbol caído; prácticamente todos nos acercamos al árbol que tiene sombra y cuanta más mejor.
Dando un ejemplo sobre el comentario anterior y buscando su aprobación a estas aseveraciones, diré algo que posiblemente hayan visto o experimentado en carne propia... Si alguien te hace un trabajo o servicio, tardará más en cobrarte cuanto más dinero crea que tienes.
Si el trabajador piensa que tienes dificultades para atender el pago de sus facturas, prontamente intentará el cobro de sus honorarios dejando para más adelante el de aquellos importes cuyo pago sabe que será inmediato a la presentación de la factura.
Contrariamente a lo que se hace en los países musulmanes, que evitan la visualización de sus posibilidades económicas mostrando míseros exteriores de sus casas, que son en su interior auténticos palacios, en Europa la fachada es lo más importante. Son culturas diferentes y diferente es el comportamiento. En los países islámicos, no modernizados, la fachada arreglada produce envidias y provoca que los demás te den la espalda.
No es tan diferente en las civilizaciones modernas, puesto que también la envidia se hace presente, pero es más elevado el interés por buscar la sombra del árbol de buen follaje, que la envidia que despierta.
Por todo lo anterior, a pesar de las envidias y recelos que pueda provocar en amigos y vecinos, es siempre preferible que la fachada de nuestra casa o empresa sea agradable a la vista; especialmente la de nuestra empresa ya que, un negocio apagado anima poco a la compra.
Muchos años atrás, cuando nadie tenía un "duro", todos en general ya hacíamos esfuerzos para aparentar más de lo que éramos. Era frecuente vigilar el comportamiento y gasto de los amigos de los hijos para que el tuyo no se sintiera nunca discriminado al quedar rezagado. Recuerdo a algunos de mis compañeros de niñez y juventud, cuyas madres les daban una asignación semanal y un dinero extra para que su hijo no hiciera nunca el ridículo. Este dinero adicional se daba "para no gastarlo", salvo casos muy especiales que, naturalmente, había que justificar. También era frecuente el estreno de ropa nueva en determinadas fiestas del año, que indefectiblemente se estrenaban en la misa mayor y/o en la procesión de la tarde.
Las mujeres mayores, estaban muy pendientes de lo que se estrenaba y de quien no lo hacía, por lo que era muy popular el refrán que decía que "En tot Sants, el que no estrene es per que no te mans".
Siendo todos pobres de solemnidad, la compra de un traje o vestido nuevo significaba un sacrificio importante para la familia, por lo que llevarlo a cabo no era fácil y solo trabajando mucho y gastando poco era posible.
Con este refrán se criticaba pues a quienes no conseguían el objetivo del obligado estreno de ropa en determinados días del año.
Las madres, al efecto de no quedar rezagadas, estaban muy pendientes pues de lo que estrenaban los amigos de sus hijos y, de no adelantarse ellas, al domingo siguiente también su hijo estrenaba traje nuevo, un jersey o un chaquetón.
Aunque últimamente ya se pasa de muchas cosas, nos guste o no, la fachada (la marca) es todavía muy importante.
Desgraciadamente ser honrado no es suficiente.
En el año 62 a.C. el emperador romano Julio Cayo César dijo una frase que resume todo este artículo:
La mujer del César no solo tiene que ser honrada, además debe parecerlo.
Después de más de dos mil años siguen prevaleciendo las apariencias sobre la realidad. ¡Así le va a la humanidad!.
Yo creo que todos sabemos que la mayoría de los políticos (al menos en las altas esferas) son gente despreciable que solo busca medrar y a ser posible vivir (y bien) de la política. Sin embargo no solamente les votamos, sino que incluso discutimos con amigos y/o vecinos si éstos hablan mal de ellos. ¡Como se deben reír esos políticos de nuestra imbecilidad...!
RAFAEL FABREGAT
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