A primer golpe de vista pocos asociarán los tres componentes del título de esta entrada, pero puedo asegurar que tienen su lógica y tuvieron su realidad sesenta años atrás, según se demostrará a lo largo del artículo que sigue a continuación.
Joaquín Siurana y Perfecta Beltrán, padres de Teresín (q.e.p.d.) y Rosalina a quienes todos los cabanenses conocen sobradamente, regentaban una tienda de comestibles en la calle de San Antonio, pero no es este negocio el que nos ocupa en el día de hoy. Lo que realmente nos interesa en esta ocasión es que, aparte del mencionado negocio de ultramarinos y en el mismo edificio, tenían también una fábrica de gaseosas. Un pequeño habitáculo que apenas ocupaba alrededor de 20 m2.
Sí amigos, que nadie se extrañe por las dimensiones señaladas, puesto que realmente se trataba de una pequeña habitación en la parte trasera de la tienda antes mencionada y desde la que, mediante una estrecha y empinada escalera se accedía a la Plaza del Generalísimo.
Toda la maquinaria empleada era el inyector de gas que le suministraban a través de unas grandes botellas metálicas, mezclador y embotelladora capaz de llenar simultáneamente dos botellas. También fabricaba sifones de un litro y botellines de "llimonaes rogetes" de 1/4 de litro y que realmente era gaseosa con mezcla de jarabe de fresa. Aunque también fabricaba gaseosas en botella de un litro, su producto estrella eran los botellines de 250 cc que servía en cajas de 24 unidades.
El repartidor oficial era "Pepe el Xato" que, en un carrito de mano de los de ir a la fuente a por agua, cargaba 8 o 10 cajas e iba por el pueblo de casa en casa a todas aquellas que lo tenían solicitado. Pero había oficios peores ya que, en más de una ocasión, quien escribe le acompañaba con la única compensación de beber los restos dulzones de las botellas, extraordinariamente pocos pues la gente los apuraba hasta la extenuación. Si algo quedaba, estaba ya totalmente descompuesto por la falta de gas. Esa era mi única paga. La compensación del fabricante al repartidor también era prácticamente nula, pero era costumbre en algunas casas más pudientes dar algo de propina, que normalmente era una moneda de 10 cts. (del caballet) y ya como cosa extraordinaria 50 cts. (dos quinzets foradats).
En cada reparto diario, que solía llevarse a cabo al atardecer, "Pepe el Xato" solía ganar unas dos pesetas lo cual era, para un chico de 14 años, una buena ayuda.
Perfecta se quejaba, eso sí, que las gaseosas solo llevaran el apellido del marido por lo que, para darle contento, a partir de ese momento, en sus pedidos al cristalero "el tío Ximo" pedía botellas al 50%. Mitad con la rotulación de "Gaseosas Siurana" y la otra mitad de "Gaseosas Beltrán", por lo que los apellidos de ambos lucían a la par en su refrescante producción industrial.
Mucho ojo con las mujeres...
La baza principal del refrescante negocio era que "el tío Ximo" había llegado a un acuerdo con el Ayuntamiento de la localidad, que le permitió la instalación de una "T", con su registro correspondiente a los pies de la Fuente del Buensuceso.
Mediante una llave de paso y larga goma al efecto, desde la fuente llevaba el agua a un depósito situado en lo alto de su fábrica.
Una vez llenado el depósito con el agua necesaria para atender la fabricación de sus gaseosas, el "tío Ximo" cerraba la llave de paso y retiraba la goma dejando manar nuevamente los cuatro caños de la citada fuente.
Esta operación se llevaba a cabo a primera hora de la mañana pero, aún así, esta circunstancia no agradaba mucho a algunos madrugadores que, quizás marchando con su carro hacia La Ribera, paraban a llenar su cántaro de agua a las cinco de la mañana y se la encontraban cerrada.
Unos años más tarde, para las entregas a pueblos de alrededor y para los bares locales que demandaban mayor cantidad, el "tío Ximo" se compró una pequeña y destartalada camioneta que solo Dios sabía cuantos propietarios la habían conducido y que en su visera-parasol, la habían rotulado con el nombre de María del Pilar, seguramente el de la mujer o alguna de sus hijas del anterior propietario. El "tío Ximo" no se molestó en quitar o cambiar la rotulación de la visera y su camioneta, a título de mofa, se conocía entre los vecinos de Cabanes por ese nombre.
Apenas asomaba uno de su faros por una esquina el comentario jocoso era invariablemente el mismo...
- Ahí ve María Pilar!.
Gracias a este destartalado vehículo, la Pobla Tornesa, Benlloch y Vall d'Alba disfrutaron del servicio de gaseosas puerta a puerta, un lujo que durante muchos años nunca tuvo Cabanes. Después de algunos años de servicio y ya decidido el cierre del negocio, el "tío Ximo" puso en venta la mencionada camioneta, adquiriéndola la Cooperativa Agrícola de Cabanes, para pequeños menesteres entre los diferentes almacenes, con lo cual el nombre de María del Pilar siguió paseándose algunos años más por el municipio y zonas aledañas.
¡Cosas que nos suenan a "prehistóricas", pero que no lo son tanto...!
RAFAEL FABREGAT
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