Como manda la tradición a las ocho de la mañana del lunes, segundo día de la Pascua de Pentecostés, los vecinos de Cabanes inician el camino hacia la Ermita de Les Santes, esta vez por el camino de "les Arenes", acompañando a su Patrona la Virgen del Buensuceso que vuelve allá donde tiene su cobijo a lo largo del año. Siendo como es un día de esparcimiento general, en el que cada "colla" o pandilla de amigos y familiares se suelen guisar y comer en plena montaña su propia paella, el camino a pie lo hacen mayoritariamente las mujeres mientras que los hombres bajan con los vehículos todos los pertrechos necesarios.
El toldo que ampara del sol o de un inoportuno chubasco, paelleras, leña, alimentos y bebidas, etc. se colocan en coches y tractores que adelantan a la procesión enfilando por el camino del "Pedriset" al objeto de no molestar lo más mínimo a quienes van en romería.
Llegados a la explanada de la Ermita, ya se sabe... Lo primero es descargar los vehículos en el lugar que, año tras año, nos es habitual y como mucho colocar el toldo de rigor. Después se impone el acercamiento al bar ambulante de La Tahona a efectuar la primera "ronda". Puede ser un cortado para los más "delicados" o una "Barretxa" para los más valientes.
Esta la pago yo y la otra la pagas tú se hacen las nueve y media o las diez de la mañana que es cuando la Virgen del Buensuceso llega a la ermita acompañada de los romeros.
Ya dependiendo de las costumbres y creencias, unos se van a misa y otros a almorzar, siendo los segundos mayoría. Es entonces cuando los componentes de cada grupo se van hacia la zona elegida, donde las mujeres esperan haciendo no muy buena cara y es entonces cuando las más diversas viandas hacen su aparición: queso, fiambres, buen jamón y una extraordinaria ensalada es lo acostumbrado, por su sencillez; después es típico partir una sandía que es fruta que siempre liga bien con la fiesta.
Las diferentes pandillas que acuden al ermitorio a pasar este día especial, suelen llevar comida y bebida suficiente y sobrada para pasar el día y otro más si fuera necesario, sin embargo ello no impide múltiples visitas al bar de La Tahona que es, entre otras cosas, lugar de encuentro social entre los vecinos y visitantes. Pocos son los que piden comida, que sin duda también llevan, ya que lo que habitualmente se pide son "los cubatas", cervezas y algún que otro "carajillo". La procesión de gente, mayoritariamente masculina, que se acerca a este improvisado Bar durante todo el santo día es infinita.
Desde hace unos años, alguna de las empresas locales o el propio Ayuntamiento, contratan una paella monumental que se guisa en la propia replaza y hacia las dos de la tarde se da un plato de excelente paella a todos cuantos se acercan a recogerla.
A lo largo del día y muy especialmente por la tarde, los ánimos empiezan a caldearse y se disparan las risas al tiempo que las lenguas empiezan a fallar. Los dueños de La Tahona se frotan las manos viendo que la cola para acceder a sus bebidas se hace interminable. Un negocio sacrificado pero indudablemente próspero habida cuenta que en este momento es el único en que todos los clientes, billete en mano, discuten por pagar.
A media tarde las primeras notas de "Bertín" invitan a unos bailes que no todos pueden realizar, por un problema de verticalidad, siendo habitual que alguno de los presentes quiera también hacer notar al respetable lo escaso de su voz y la falta de entonación. Pero si esta particularidad levanta las risas del público y garantiza la fiesta, no es nada comparado con lo que se hacía 30-40 años atrás cuando, sin ni siquiera tarima montada al efecto, el conjunto musical "La Katanga", situados en la parte más alta de la explanada, amenizaba la tarde en un variopinto conglomerado musical de antiguas jotas y modernas piezas de Mambos y Cha-cha-chás.
Franquet el del carrer Nou, José el de Venancio, el tío Julio el Ferré (pare d'Octavio), el tío Cantares, Carmencita la coixa de Capsanes y algunos más que se quedan en el tintero, unos con guitarras y laudes, otros golpeando un improvisado "Bongo" fabricado con una piel de conejo y un bote de sardinas en aceite, otro raspando una vacía botella de anís. Como vocalistas "el tío Cantares" para las jotas y fandangos y "Carmencita la Coixa de Capsanes" a la que una botella pequeña de Gaseosas SIURANA/BELTRAN, atada por el tapón a un largo cordel, le hacía las veces de micrófono se ocupaba de las Rumbas, Mambos y Cha-cha-chas.
Hay que decir que lo hacían bastante bien pero, ante el contínuo desternillamiento del respetable, se hacía difícil apreciar sus indudables cualidades musicales. Solo con las jotas y fandangos del tío Cantares el público se ponía serio y escuchaba con atención, aplaudiendo a rabiar al finalizar la pieza. Acto seguido Carmencita la coixa cogía el micrófono (gaseosa) y la gente ya se desternillaba antes de empezar a cantar. En las canciones con más ritmo, o cuando los músicos perdían el compás, la "vocalista" cogía un bote vacío de tomate en conserva, chafado por la parte abierta y con piedrecitas dentro (no podía coger dos puesto que con la otra tenía que sujetarse a la muleta) y "trocotroc, trocotroc, trocotroc", a modo de maraca, los instrumentos se acoplaban de inmediato al ritmo correcto ante los aplausos y las risas de los presentes.
El silencio y sonoridad del barranco no precisaba de amplificación para el instrumental y la voz sensual de la cantante, junto a las "refinadas" notas de los músicos (sumados a las carcajadas del público) se esparcían por todos los rincones del barranco invitando a sumarse a la fiesta. La actuación era largamente esperada año tras año y el éxito asegurado por el desparpajo de los "artistas" que aseguraban la risa desternillante de toda la concurrencia. Después, como ahora y como siempre, copa va, copa viene, más de cuatro se pasaban de la raya y el final de fiesta siempre era incierto. Antiguamente eran frecuentes algunas riñas sin maldad ni otra justificación que el exceso de alcohol, después se puso de moda el empujarse unos a otros tirándose dentro de las balsas que hay junto a la fuente, después cortar el camino cruzando un tractor durante tiempo indefinido, impidiendo a la vuelta al pueblo de los tempraneros. Después... ¡alguna otra cosa inventarán!
La fiesta, como siempre, empieza simpática y jovial sacando todos lo mejor de nosotros mismos pero, indefectiblemente, al final de la jornada no hay año en que alguien no dé la nota y siempre ha de escucharse alguna palabra fuera de tono. ¡Cosas de la bebida!
Este año la nota triste y en carne propia, la ha protagonizado Tony el copropietario del Bar local del mismo nombre que, cantando y bailando sobre un contenedor de basura, acabó cayendo al vacio en el bancal bajo la replaza de la ermita, aproximadamente cinco o seis metros de altura, a consecuencia de lo cual se ha roto tibia y peroné. Una nimiedad para lo duro de la caída que hubiera podido, muy fácilmente, convertirlo en un perpétuo lisiado e incluso costarle la vida.
Es la nota negativa correspondiente al presente año 2.010.
El próximo año veremos qué pasa.
EL ÚLTIMO CONDILL
No hay comentarios:
Publicar un comentario