13 de noviembre de 2009

0013- LA SINCERIDAD, UNA RAREZA.

Estoy convencido de que el bien abunda más que el mal y que, por lo tanto, serían mayoría las personas que sentirían predilección por un mundo transparente, sin mentiras y sobre todo sin falsedades. Lo que ocurre es que la gente buena solo daría noticias positivas y, desgraciadamente, en nuestro mundo carecen de interés. El ser humano, al ser ciego de la viga propia, alimenta su morbo con la paja de los demás. Repito que son una minoría, pero son los que más ruido hacen y los únicos que se oyen. La buena gente, los llamados tontos, hablan poco. Nada sería más idílico que un mundo sin hipócritas. ¡Que forma de vida más sencilla y bonita, si todos fuéramos por el camino de la verdad!




Sin embargo, en un mundo como el nuestro, la sinceridad es una práctica imposible.
Ser sincero es quedar desprotegido, desnudarte ante todos y quedar a merced de los desaprensivos (los llamados listos) que, aún siendo minoría, son los realmente capaces de hacer muchísimo daño.
La sinceridad solo es posible cuando uno es lo suficientemente mayor como para pasar de todo y de todos y cuando, como a mí, la vida te ha dado los palos suficientes para hacerte fuerte ante la adversidad sin importarte ya lo que puedan decir de tí. Difícil solución que tengas que hacerte duro a fuerza de desgracias y tanto más cuanto más grandes hayan sido éstas.



Desafortunadamente son varias las que he tenido que lidiar y de difícil (por no decir imposible) superación. Seguramente me las merecía, pero por tonto, no por malo. A pesar del propósito de sinceridad que proclamo en el título de esta entrada, no voy a pormenorizar las vicisitudes por las que a pasado mi vida por dos motivos fundamentales: En primer lugar porque quienes me conocen saben de sobra cual ha sido mi trayectoria real y en segundo lugar porque, para quien no me conoce, poco interés puede tener que yo cuente con pelos y señales por qué pasé por ladrón sin robar y por mal padre cuando todo lo dí por mis hijas. Nada les dirá si lo sintetizo, ni tampoco si lo cuento con detalle.


Ser sincero, está demostrado, es siempre un agravio para quien escucha y te impide la amistad con los demás.
Mejor pues una mentira piadosa que una verdad cruel. Porque yo hablo de nimiedades sin importancia, no de hacerle daño a nadie a través de esas mentiras.
Total, que ser sincero es tán difícil y tan improductivo que no merece la pena el esfuerzo.
¿Para qué, si nadie va a entenderte?.
Mejor que cada cual siga su camino como mejor sepa y, si hay Dios, ya nos dará a cada uno nuestro merecido.
Conversación entre gallegos que, en la gerga popular podríamos llamar "diálogo de besugos" o de políticos...







- ¿Como te llamas? -pregunta uno.
- ¿Quien lo quiere saber? -responde el otro.
- ¿Que quieres que te diga? -dice el primero.
- ¿Acaso estás sordo? -responde el segundo.
- Lo importante es dialogar -sentencia el primero.
- Eso ni lo dudes -asevera el segundo.
Y así vamos. Esa es la transparencia y sinceridad que suele emplearse en este mundo de locos, por aquellos a quienes llamamos listos.
Ese es el pasado y el presente de la humanidad. ¿También el futuro?
Con toda seguridad... ¡¡¡ SI !!!

RAFAEL FABREGAT

No hay comentarios:

Publicar un comentario