Sus comienzos fueron una simple torre inicial cedida por el rey Robert the Bruce a la familia Bowes-Lyon en 1327, aunque ya en el siglo XI hubo un pabellón de caza en el mismo lugar. La humilde torre fue ampliándose a lo largo de los siglos y lo más curioso es que siempre perteneció a la misma familia. Otra interesante curiosidad es que a esta ilustre familia perteneció el abuelo de la Reina Madre, Isabel Bowes-Lyon, madre de Isabel II de Inglaterra. Isabel Bowes-Lyon fue la esposa del rey Jorge VI y por lo tanto reina consorte del Reino Unido (1936-1952) hasta la muerte de su esposo.
Reina Madre, Isabel Bowes-Lyon, esposa de Jorge VI. |
Coincidiendo con la II Guerra Mundial, por su carácter indomable, Adolf Hitler la describió como "la mujer más peligrosa de Europa".
En 1952 la salud del rey se deterioró y falleció convirtiendo a su hija mayor en reina de Inglaterra con el nombre de Isabel II. La Reina Madre siguió su vida pública hasta pocas semanas antes de su muerte, cuando contaba 101 años de edad.
Una de las zonas más populares del Castillo de Glamis es la Duncan's Hall, lugar en el que el rey Macbeth asesinó al rey Duncan I de Escocia.
Según la obra de Shakespeare, Macbeth y Banquo eran dos generales del rey Duncan I de Escocia. Ambos se encontraron con tres brujas que vaticinaron que Macbeth sería rey, aunque primero sería Barón de Cawdor. A Banquo le dijeron que él nunca sería rey, pero engendraría reyes. Tal como habían predicho las brujas, al regresar de una batalla Macbeth fue nombrado Barón de Cawdor por su valentía. Viendo cumplida parte de la profecía se lo contó a su esposa y ésta lo convenció para que matara al rey Duncan. Así lo hizo, pero no en la Duncan's Hall del Castillo de Glamis, sino en la Batalla de Botnagowan.
En el Castillo de Glamis vivió también el conde Earl Beardie, personaje despreciable y muy aficionado a las cartas y a las apuestas. Según la leyenda un sábado por la noche invitó a varios amigos y tras la cena empezaron una de esas partidas tumultuosas en una de las habitaciones del castillo. Poco antes de la medianoche uno de los sirvientes se acercó a la mesa de juego para recordarles que faltaban pocos minutos para las doce y que, según la tradición, era un sacrilegio apostar en domingo. El conde y sus amigos hicieron caso omiso al recordatorio del sirviente y la partida continuó, pero a las doce en punto alguien llamó a la puerta. La visita era la de un hombre vestido con ropas oscuras que pidió incorporarse a la partida. El conde le invitó a sentarse y jugaron hasta bien entrada la madrugada, cuando de la habitación escapó un alarido. El conde se estaba consumiendo en llamas cuando entraron los criados. Resultó ser que el recién llegado era el propio Demonio y que el Conde había apostado su alma y la había perdido, siendo condenado a jugar toda la eternidad por haber jugado en domingo. Se dice que el conde y el Demonio siguen jugando en una habitación secreta y que de madrugada se oyen los gritos de la partida y el repiqueteo de los dados.
Claro que son muchas más las almas en pena que merodean por el Castillo de Gladis. Janet Douglas, viuda del Señor de Gladis en 1528, fue acusada por el rey Jacobo V de Escocia de haber envenenado a su esposo. Claro que el único crimen cometido por la señora Gladis era el de pertenecer a la familia Douglas, con la que el rey estaba enemistado. Demostrada su inocencia, en 1537 cayó nuevamente en el punto de mira del rey, acusada de conspirar con envenenarle. Esta vez no pudo escapar la pobre mujer. Aunque sin prueba alguna, fue encarcelada en el Castillo de Edimburgo y poco después la quemaron en la hoguera por supuesta brujería. El espectro de la señora Gladis volvió al Castillo y se encontró con que el rey se había apoderado del mismo. Afortunadamente a la muerte del rey el castillo pasó a manos del hijo de Janet Douglas.
El Castillo de Glamis tiene incluso un cementerio de mascotas. En él descansan incluso los compañeros de juegos de la Reina Madre y lógicamente muchos otros que fueron allí enterrados a lo largo de los años.
Queda una última historia del espeluznante Castillo de Glamis... En 1921 los condes tuvieron un niño, con tales deformidades que sus padres lo encerraron de por vida en una habitación secreta de los sótanos del castillo para que nadie lo viera, anunciando su muerte. A una doncella que accedió a esos aposentos por error, le fue cortada la lengua para que no pudiera contar el secreto familiar. Desde su muerte, también esta criada deambula por el Castillo con el rostro desfigurado. La leyenda cuenta que, arrepentido por su acción, el conde de Glamis estableció la condición de que, antes de tomar posesión del castillo y de los títulos nobiliarios que lo acompañan, los herederos están obligados a conocer lo sucedido y a visitar la habitación donde aquel desgraciado niño había permanecido hasta su muerte.
RAFAEL FABREGAT