16 de diciembre de 2014

1600- MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA.

Independientemente de los diez Mandamientos de la Ley de Dios, entregados a Moisés en el monte Sinaí, los católicos están obligados también a seguir los cinco Mandamientos establecidos en su día por la Iglesia Católica y que son los siguientes:
1º.- Oir misa todos los domingos y fiestas de precepto.
2º.- Confesarse al menos una vez al año.
3º.- Comulgar en Pascua de Resurrección.
4º.- Ayunar cuando lo manda la Iglesia Católica.
5º.- Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
Vamos a repasarlos uno por uno...


PRIMERO: La misa. Dios le dijo a Moisés que los seguidores de su doctrina debían mantener santo el día del Señor. Para los católicos ese día de la semana es el domingo. En la Eucaristía se celebra la muerte y resurrección de Jesucristo.
La obligación de oír misa es a partir de los siete años, aunque dicha obligación suele ir pareja con la primera comunión, actualmente entre los ocho y nueve años de edad. Además de los domingos es también obligatorio ir a misa el 1 de enero, por celebrarse la maternidad de la Virgen María; el 6 de enero Epifanía del Señor; el 19 de marzo fiesta de San José; el 15 de agosto, la Asunción de la Virgen María; el 1 de noviembre, día de Todos los Santos; el 8 de diciembre día de la Inmaculada Concepción y el 25 de diciembre día de Navidad. 

SEGUNDO: La confesión. Es el sacramento que limpia nuestros pecados. Esta obligación es solo en caso de pecados mortales, es decir, aquellos que son graves, que el interesado sepa que lo son y que, a pesar de saberlo, los cometa. Los pecados mortales solo son perdonados por medio de la confesión, arrepentimiento y voluntad de no volver a caer en la tentación. En este caso el sacerdote es el intermediario entre Dios y el pecador. Es por tanto el que te dará la absolución, si verdaderamente estás arrepentido y si tienes sana intención de no volver a cometerlos. Es lo que se llama propósito de enmienda. Naturalmente el perdón va acompañado de una penitencia impuesta por el confesor y que normalmente suelen ser unas oraciones.


TERCERO: La comunión. Para los católicos la Eucaristía es el alimento del alma. Al respecto, Jesús dijo a sus discípulos: "el que come mi cuerpo y bebe mi sangre tendrá vida eterna, pues yo vendré a resucitarle el último día". Sin embargo para comulgar debemos estar en gracia de Dios, limpios de pecado. Antiguamente incluso debías de abstenerte de comer, unas horas antes de comulgar. Cuando una persona se siente en pecado no puede comulgar sin antes haber confesado sus pecados y haber recibido la absolución. En caso de pecados veniales (falta leve contra los Mandamientos de la Ley de Dios) no es necesario confesarlos, pues es suficiente con estar arrepentido y tener propósito de enmienda.


CUARTO: Ayuno y abstinencia. El Nuevo Testamento nos dice que Jesús ayunó durante 40 días en el desierto para mostrarnos que la lucha del ser humano contra sus instintos y pasiones siempre es bien vista a los ojos de Dios. Con el sacrificio se aprende a dominar el cuerpo y el alma crece a los ojos del Señor. El creyente puede ayunar tantas veces como quiera a lo largo del año, aunque la Iglesia solo lo considera obligatorio el miércoles de ceniza y el Viernes Santo. El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte en los días señalados y es obligatorio solamente entre los 18 a los 59 años. La abstinencia consiste en no comer carne los viernes de Cuaresma y es obligatorio durante toda la vida, a partir de los 14 años de edad. Sin embargo puede sustituirse por un sacrificio compensatorio.


QUINTO: Ayuda a la Iglesia. Todos los católicos formamos parte de la Iglesia y estamos obligados a colaborar en sus necesidades. Nuestras obras, nuestras oraciones y nuestra ayuda económica, siempre serán bien recibidas puesto que apoyarán moral y materialmente en la consecución de su obra cristiana. Cuando se recoge la limosna durante la misa, estamos obligados a colaborar en aquello que buenamente podamos. Por poco que sea, todo será bien recibido y ayudará a sufragar el mantenimiento de nuestra parroquia y a los sacerdotes que se ocupan de ella. Con ese pequeño donativo colaboramos también en que se puedan atender las obras de caridad que algunos miembros de la parroquia necesitan.


Ser católico no es ir a misa o a las procesiones para estrenar vestidos y lucirse ante amigos o familiares. Tampoco es lugar adecuado para darse cita con las fuerzas vivas de determinado barrio o localidad, al solo efecto de entablar relaciones beneficiosas para nuestros intereses. Los Mandamientos de la Iglesia Católica nos obligan a la sinceridad, a ser mejores 
espiritualmente, a dedicar al culto divino unos minutos de nuestra vida y a colaborar en el mantenimiento de la Iglesia. También a la caridad cristiana. ¿No es acaso lo natural?. Somos muchos los que creemos en Dios, algunos menos los que ven a Jesús como hijo del Creador y menos todavía los que creen en unos servidores que tantas veces son ejemplo de pecado. Pero hay que ser consecuentes, o estamos dentro, o estamos fuera...

RAFAEL FABREGAT

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