Neuschweinstein es una palabra sajona, difícil de pronunciar para quienes hablamos las lenguas latinas. Significa "Nuevo cisne de piedra" y da nombre a un castillo relativamente reciente y por lo tanto de limitada historia. Está ubicado en los Alpes, en la región de Baviera, no lejos de Munich, bello cual castillo de cuento de hadas. Tanto es así que Walt Disney se inspiró en él para crear el castillo del cuento de la Bella Durmiente.
Popularmente conocido como "el castillo del rey loco", este castillo fue resultado de un capricho, el sueño de Luis II de Baviera hecho realidad.
A Luis II le apodaban "el rey loco" porque no le gustaba vivir en el mundo real.
Además de sus manías constructoras, era de carácter muy inestable y a un instante de gran alegría podía seguirle otro de furia incontrolada.
Cuando alguien no actuaba según su criterio, podía mandarle azotar, exiliarlo e incluso decapitarlo.
En un momento dado podía castigar duramente a un sirviente y cinco minutos más tarde ofrecerle costosos regalos e incluso dinero.
Vamos, como un cencerro...
Vestía mal y engordó exageradamente. Consciente de su mala imagen, mandó construir un montacargas para que la comida le llegara a su habitación y que nadie tuviera que verle. Su manía a este respecto llegó al punto de dictar sus órdenes a los ministros a través de puerta cerrada. En un momento de lucidez se autocensuró diciendo: "Por nada del mundo sería yo mi propio ministro de Gabinete".
Los paseos nocturnos aliviaban este voluntario exilio y organizaba juegos con amigos y sirvientes que finalizaban al amanecer. En aquellos paseos conversaba animadamente consigo mismo y saludaba cortés a los árboles o a una simple valla, para asombro de los sirvientes que le acompañaban.
Su más grande sueño era construir un castillo de hadas y que todo él fuera realizado con materiales y mano de obra exclusivamente bávara.
Desde el primer momento revisó personalmente el proyecto y las obras con meticulosidad, con la clara idea de que el castillo tenía que ser exteriormente el más bello de un cuento de hadas, pero su interior había de reunir los mayores avances tecnológicos de la época, sin ser gravoso para el pueblo.
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Colina Neuschweistein antes de las obras. (1860) |
En Septiembre de 1.869 comenzaron las obras que finalizarían casi diecisiete años después. Los castillos ya no eran necesarios en ese momento y su construcción no tenía otro fundamento que el capricho del monarca. En su interior una completa instalación eléctrica y el primer teléfono móvil de la Historia, con una cobertura de seis metros,
así como una red de calefacción que desde la cocina llegaba a algunas dependencias del castillo siguiendo reglas elaboradas por Leonardo da Vinci. En 1.884 Luis II abandonó Munich y se instaló en el castillo en construcción, a fin de supervisar personalmente las obras. Como se ha dicho antes, el castillo fue construido de forma tan fiel a los cuentos de hadas de la época que Walt Disney lo escogió como modelo para sus películas y una réplica del mismo se ubica en sus parques de Orlando y París. Este castillo es el edificio más fotografiado de toda Alemania y uno de los destinos turísticos más populares del país.
Luis II no tuvo relación amorosa con la emperatriz Sisi, como se insinúa en las películas, puesto que era homosexual y fueron del dominio público varias relaciones estables con diferentes hombres de su entorno, aunque si que tuvo una amistad muy estrecha con esta dama por tener aficiones comunes como la hípica, la música, la naturaleza, etc.
Su vida excéntrica y personalidad melancólica fue aprovechada por su familia para declarar su incapacidad y robarle el trono, justo aquel mismo año en que finalizaron las obras del Castillo. Lamentablemente el rey no pudo disfrutar de su maravillosa obra pues murió ahogado en el lago Starnberg el día 13 de Junio de 1.886, con 41 años de edad y apenas dos días después de que los últimos andamios fueran retirados. Allí donde fue encontrado su cadáver, a escasos 20 m. de la orilla, se colocó una cruz de piedra que recuerda el hallazgo.
Su cadáver fue enterrado en la iglesia de San Miguel, en Munich.
Como mandaba la tradición de los reyes bávaros, su corazón reposa en la iglesia de la Imagen Milagrosa de Altötting.
"A las cuatro de la madrugada el rey se despidió de sus sirvientes y entró en una carroza a la que se le habían quitado las manijas interiores. Una carroza precedió y otra siguió al carruaje real, camino del Castillo de Berg.
El palacio, a orillas del lago, se convirtió en una cárcel real; con las ventanas cubiertas con herrajes y taladradas mirillas en las paredes.
Luis II se lo tomó con serenidad y tras la comida se retiró a sus habitaciones ordenando que se le despertara a medianoche.
Sin embargo sus órdenes fueron ignoradas y despertó al amanecer notablemente irritado.
No se le permitió asistir a la misa dominical, pero si dar un corto paseo con el doctor Gudden.
Dos ordenanzas les siguieron.
Por la tarde se repitió el paseo y Gudden, complacido con el paseo matinal, en un error fatal prescindió de la presencia de ordenanzas. Nunca se sabrá que sucedió, pero ninguno de ellos volvió...
Cuando a las ocho de la tarde ni doctor ni paciente habían vuelto, se desató la alarma.
El cielo nublado había producido un ocaso prematuro.
El doctor Müller, asistente de Gudden, mandó a un policía y posteriormente a dos más. La inquietud se convirtió en pánico y todo el personal del castillo salió en su busca con antorchas.
Müller envió un telegrama a la corte en Munich comunicando la desaparición de Luis II...
A las 10 de la noche se encontró el sombrero del rey y se divisó su abrigo flotando en las aguas del lago.
A escasos 20 metros de la orilla se encontró su cuerpo y el del doctor Gudden.
El reloj que llevaba el rey se había detenido a la 18:54.
Examinados los cuerpos, la cara del doctor tenía rasguños y un golpe en la ceja, consecuencia de un posible puñetazo. Marcas en su cuello sugerían un intento de estrangulamiento. El rey no presentaba herida alguna. Muchas fueron las elucubraciones, pero nadie supo jamás lo que realmente sucedió".
Los descendientes de Luis II vendieron el castillo al gobierno bávaro, que más tarde pasaría al alemán. El precio de venta, fue el mismo que actualmente se obtiene de los turistas que acuden a visitarlo cada año. Él jamás lo hubiera permitido pero, siete semanas después de su muerte, el castillo fue abierto al público. A pesar de no haber en aquellos tiempos medios de locomoción, en los seis primeros meses lo visitaron más de 18.000 personas. Actualmente, cada cinco minutos se inicia una visita guiada de 65 personas como máximo, lo que permite que 455 personas puedan visitarlo al mismo tiempo. El Castillo de Neuschwanstein participó en la elección de las nuevas "siete mavavillas del mundo" pero no resultó elegido. Claro que esto no significa que no tuviera méritos para ello, pero las políticas mandan...
RAFAEL FABREGAT