24 de septiembre de 2012

0798- LOS MISTERIOS DE OCHATE.

Junto a esta torre hubo una iglesia y alrededor de ellas un pueblo del que hoy no queda nada. Leyendas o realidades, demasiadas cosas pasaron en Ochate para que todo sea una burda mentira. Sin embargo, quien escribe no cree en fantasmas, ni en ovnis, ni en el más allá, así que no sé por donde voy a coger los cuernos de este toro, llámese relato...
Esta aldea del Condado de Treviño (Burgos) a tan solo 14 Km. de Vitoria, entonces llamada Gogate (Puerta de arriba) aparece por primera vez en la Historia dentro de la nómina del monasterio de San Millán del año 1.025 y lo hace mediante una "reja", impuesto que se pagaba por cada 10 hogares, lo que nos lleva a la conclusión de que serían 30/40 vecinos y no los 15 que algunos apuntan. Dos siglos más tarde (s.XIII) aparece en la lista del obispado de Calahorra con el nombre de Chochat. 

De esa fecha es la torre que, al parecer, actuaba como faro para orientar a los viajeros nocturnos de aquellos caminos. Sin embargo prontamente se construiría adjunta a la misma la iglesia correspondiente. Según cuenta el historiador José Ramón Díaz de Durana, la aldea queda totalmente abandonada en 1.295 aunque en 1.522 resurge de nuevo gracias a la construcción de un nuevo e importante camino que atravesando de sur a norte todo el Condado de Treviño llega a la Carretera Real, enlazando con "la ruta del vino y del pescado" que unía comercialmente la Rioja con los puertos del Cantábrico.

La construcción de tan importante camino y el trasiego diario de viajeros da vida (y sustento) a los 24 vecinos (6 hogares) con los que renace inicialmente pues, además de la venta de leche, carne y productos del campo, se supone la ubicación de alguna taberna o posada. Aquel esplendoroso resurgir de la comarca no produjo sin embargo una ampliación de casas y aldeas, sino que hizo revivir a varios núcleos que décadas atrás habían quedado abandonados. 
De la misma manera y a consecuencia de aquel incesante ir y venir de viajeros, en 1.556 se abrió al culto allá en lo alto la majestuosa y recién construida ermita de la Virgen de la Asunción o de Burgondo, a la que veneraban varios pueblos de la comarca. Antes ya hubo otra (San Pedro de Chochat) hoy desaparecida, pero todavía en uso al terminarse la nueva. Allí no finalizaría la cooperación cristiana de aquellos vecinos 
y dos años después se iniciaron los trabajos de la 
Iglesia parroquial de Ochate que sería consagrada a San Miguel Arcángel. 
También se preparó un pequeño cementerio contiguo a la iglesia al que sin duda se trasladarían los restos de enterramientos que, al menos hasta el siglo X, se realizaban en una necrópolis próxima excavada en la roca y a aquellos que se produjeran en el futuro y que llegaron a un total de 86 vecinos que fueron enterrados allí en aquel nuevo cementerio del que no sabemos cual sería su destino final, aunque suponemos un nuevo traslado de los restos al de Imíruri.

En esa parroquia de Ochate
 quedó registrado que, desde la fecha de su consagración y hasta 1.852, se habían celebrado 72 matrimonios, habían sido bautizados 272 niños y se habían enterrado a 86 personas. A partir de ese año 1.852 los pueblos de la zona dejaron de depender de la Diócesis de Calahorra y ante el abandono administrativo Ochate unificó sus archivos con los de San Román de Imíruri, lo cual impide saber ahora qué es lo que corresponde a una aldea o a otra. La aldea, a pesar de sus escasos vecinos, llegó a contar con un sacerdote permanente y hasta tres templos simultáneos, aunque no quedan restos de la ermita de San Pedro totalmente desaparecida. A día de hoy queda tan solo la Torre de la iglesia principal y las ruinas de la ermita de Burgondo, donde aún se celebra una misa anual, al exterior sus ruinas.  

Los rateros no siempre son domingueros que esquilman el patrimonio buscando piezas que acarrear a sus casas sino que, muchas veces, son el gobierno y la Iglesia quienes expolian la riqueza de lugares emblemáticos que no tienen quienes les defienda para colocar las riquezas, que costaron grandes sudores y hasta vidas humanas, en sus museos o en otros destinos para dar contento a unos y a otros. E
n 1.962 el Pórtico de la iglesia de Ochate fue arrancado y colocado en la de Uzquiano, dos aldeas más allá, sin que sus vecinos tengan miedo alguno a los muchos fantasmas que dicen caminaron por las calles del pueblo maldito y vagaron igualmente por dicha iglesia, deslizándose por tan bella puerta románica ya ligeramente apuntada. Pero el lector no quiere saber de misterios, sino de todo lo mucho y extraño que aconteció en esta aldea que se dijo tomada por el propio diablo. Aunque eso sería ya en el siglo XIX, cuando el pueblo tiene unos 40 habitantes y 18 edificios, 10 de ellos deshabitados. 

Iglesia de Ochate.
A mediados del siglo XIX se instaló en el pueblo una viruela que diezmó a los vecinos; pocos años después lo hizo el tifus y seguidamente el cólera. El pequeño cementerio de tan solo 15 m2. era incapaz de contener tantas tumbas y alguno de los enterramientos provocados por el cólera ya se hizo fuera del recinto. Tres de los vecinos marcharon de la aldea para salvar sus vidas. En un corto espacio de tiempo Ochate se quedó con apenas media docena de vecinos. El pueblo quedó semi-desierto, sin que ningún habitante de las aldeas próximas enfermase por ninguna de esas causas. A pesar de tanta desgracia el pueblo no se abandonó, sino que fue repoblándose. 
Propiedades vendidas a bajo precio o parientes de los fallecidos que heredarían sus pertenencias llegaron al pueblo. La población se rehizo y a finales del siglo XIX había incluso mayor cantidad de vecinos que los años anteriores a las epidemias, pero aquello duró poco y en el primer cuarto de siglo XX Ochate fue abandonándose. 
No podía ser de otra manera ya que casi un siglo atrás aquel camino que hizo renacer a Ochate había quedado en desuso al abrirse el nuevo Camino Real de Vitoria a La Guardia mucho más cómodo y llano. Los arrieros tomaron el nuevo camino y en poco tiempo Ochate quedó convertido en una aldea aislada y el antiguo camino, hasta entonces tan transitado, en un erial que los propios vecinos tenían que mantener para poder transitar para ir a sus quehaceres diarios. Pero aún habían de llegar otros muchos acontecimientos...

También la Gripe Española de 1.918 pasó por Ochate pero, siendo la más letal de cuantas ha conocido la humanidad (75 millones de muertos) solo hubo una víctima, claro que ¡si solo había cuatro vecinos...! Murió una mujer de mediana edad y nació el último niño del pueblo. Por lo que se sabe, en 1.930 había 4 habitantes: el matrimonio e hijo aludido y un viejo llamado Eusebio que vivía solo. El pueblo ya presentaba un aspecto desolador con solo dos casas habitadas, el resto en ruinas o utilizadas como corrales. Muy pronto el matrimonio y su hijo marcharon y Eusebio quedó como último habitante de Ochate, hasta 1.934 cuando también él marcharía a Imíruri donde tenía un hermano.
En 1.964 el techo de la iglesia amenazaba venirse abajo y el obispado ordenó su demolición para evitar alguna desgracia. Imágenes y otras cosas sin interés fueron destruidas y enterradas para evitar sacrilegios. Las que tenían valor sentimental o artístico fueron trasladadas a Imíruri. También la maravillosa portada románica fue trasladada ese mismo año a Uzquiano y las piedras de la iglesia magníficamente labradas fueron aprovechadas para la ampliación del cementerio de Imíruri. Las dos campanas se destinaron una a la iglesia de San Vicentejo y la otra a la ermita de Burgohondo, que ya era de propiedad particular. (?) 

Foto de Prudencio Muguruza.
En 1.947 Víctor Moraza denuncia haber visto una esfera luminosa de dos metros de diámetro sobre la torre que, unos minutos después se desploma sobre las ruinas de la iglesia iluminándose toda la zona con grandes resplandores. 
En 1.968 el párroco local Antonio Villegas subió a la ermita a recoger unos utensilios y nadie volvió a verlo jamás. Poco tiempo después el vecino Juan Peché desapareció, al tiempo que F. Amestoy fue encontrado junto al camino totalmente calcinado. 
En 1.978 algunos campos próximos a Ochate, propiedad de agricultores de aldeas vecinas, seguían trabajándose y uno de ellos (Angel Resines) a quien se le hizo de noche regando el huerto, vio una esfera luminosa que se le iba acercando y tuvo que echarse en el suelo para evitar que chocara contra él. Acto seguido se escondió en un cobertizo y la esfera ascendió rápidamente y se dividió en tres que desaparecieron en el cielo.
En 1.981 Prudencio Muguruza vió una nueva esfera, esta vez azul, de la que procedía un intenso zumbido. Aunque muy asustado consiguió hacerle una foto con una cámara doméstica que portaba.

En 1.885 se incendia la ermita de Burgondo  quedando tan afectada que se decide la demolición de los restos de cubierta y pared afectada a fin de evitar accidentes. Se salvaron el libro de cuentas de la Cofradía, el estandarte, la vajilla y la campana. Como prueba de la devoción a su titular, todavía hoy en pleno siglo XXI se celebra una misa junto a sus ruinas cada día 15 de Agosto.
En 1.987 carros blindados de la 1ª y 3ª Compañía de la base de Araca (Vitoria) en maniobras junto a Ochate, estuvieron perdidos durante cuatro horas. Había niebla muy espesa y aunque estaba a tan solo 300 metros de distancia una compañía de otra, no se veían ni podían comunicarse puesto que la radio no les funcionaba. A pesar de no parar de deambular por allí no se encontraron nunca. El sargento Resines que conocía perfectamente la zona salió a buscarles pero hubo de volver al sentirse perdido. 

Ante situación tan extraña el capitán Aparicio ordenó volver a la Base. Poco después apareció la otra Compañía contando hechos parecidos. 
Hay más historias, pero en fin...
En la segunda mitad del siglo XX Ochate se convirtió en una cantera comarcal a la que todos parecían tener derecho. Iglesia, ermita y prácticamente todas las casas del pueblo fueron demolidas y sus piedras aprovechadas para las nuevas casas levantadas en los núcleos de la vecindad. 
Solo la torre quedó en pié, pero no creo que fuera por respeto sino más bien por miedo a que les cayese encima. 
Por si esto no fuera suficiente para hacer desaparecer un pueblo a perpetuidad, las leyendas narradas sobre el mismo atrajeron la curiosidad y la visita de domingueros curiosos, cuando no elementos especializados en arrancar algún vestigio de la zona donde tantas cosas se contaban. 
Entre unos y otros colaboraron para que, en poco tiempo, el pueblo de Ochate desapareciera de la faz de la tierra. 

Hoy, ya en pleno siglo XXI e inmersos en el tercer milenio, solo la torre, símbolo de Ochate y una de sus primeras construcciones, se mantiene allí impasible, viendo pasar el tiempo; recordando a todas las gentes que dieron vida a este rincón del mundo y también a las que colaboraron en su completa desaparición. 
Un pueblo con más de mil años de historia no debería desaparecer jamás.
Una verdadera lástima que la mayor parte de las leyendas sean seguramente falsas...  
De ser ciertas, los poderes celestiales (si los hubiera) deberían haber recaído precisamente en esa torre indestructible, faro y guía de peregrinos y caminantes. 
Para dar salud a quien la mereciera o para fulminar a los detractores de Ochate y a quienes deberían haber luchado por su supervivencia y no lo hicieron. 

RAFAEL FABREGAT

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