20 de diciembre de 2011

0564- PLAZA DJEMAA EL FNA (Marrakech)

Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y por extensión la más famosa de África, la Plaza Djemaá El Fná ocupa el centro neurálgico de la medina de la ciudad de Marrakech. 
Su nombre, que en árabe significa Plaza de la Muerte, se cree que hace referencia al lugar donde antiguamente se ejecutaba a los infieles y a los delincuentes, aunque también es posible que lo haga a la mezquita que había en las inmediaciones y que fue destruida siglos atrás, ya que la misma palabra (Djemaá) significa también mezquita.
Normalmente las plazas famosas del mundo, lo son por sus grandes espacios cuajados de monumentos ilustres, pero en este caso las cosas no son así.
Por muy cargada de humo que esté, la belleza de esta plaza la da el ambiente que respira. 

Durante el día es una plaza con gran ambiente pero nada más. Sin embargo, al atardecer, la cosa cambia radicalmente y todos los turistas de Marruecos se dan cita en sus tenderetes de comidas preparadas al momento, en sus exhibiciones atléticas y malabaristas, en el encantamiento de sus serpientes, en sus consultorios al aire libre y en el ir y venir de sus gentes. 
Y es que también los marroquíes acuden a la Plaza Dejmaá El Fná sin otra hegemonía que la curiosidad jamás del todo satisfecha. Allí ocurre algo diferente cada día que pasa. En cada jornada miles de caras nuevas, ávidas de aventura, entran en esa plaza sin parangón. Prueban la comida autóctona altamente condimentada por mil especias diferentes. Los ojos de los turistas, lagrimean al no estar acostumbrados a la agresividad del humo provocado por la carne grasa del cordero, que se cocina en pinchos y a la brasa por cientos de tenderetes.

Nadie escapa al encanto de la plaza. 
Los vendedores pregonan sus exquisiteces y sus mercaderías. 
Comidas calientes y frías, frutas de todo tipo y zumos y bebidas sin alcohol es lo que se ofrece. También los aguadores intentan llevarse algunas monedas que den sustento a sus familias, figura que encontraremos en cualquier lugar de Marruecos. 
Con tan elevadas temperaturas y frenética actividad, un vaso de agua siempre es bien recibido, aunque sea a precio de la mejor cerveza. 
Aunque la actividad principal de la plaza sea al atardecer, la jornada de algunos vendedores empieza de buena mañana y no termina hasta bien entrada la noche, cuando todo aquel cliente que se acerque a su puesto de venta quede satisfecho con sus viandas.
La Plaza Djemaá El Fná es puerta de entrada a la medina y por lo tanto paso obligado para autóctonos y foráneos. Allí se inicia el laberinto de callejuelas que ni siquiera los habitantes de Marrakech conocen en su totalidad.

Abogados, confesores y adivinos acuden a la plaza al atardecer, al amparo de sus sombrillas, en busca de clientes que quieran consultarles un problema, una duda, quizás el futuro de un hijo o familiar cercano, eliminar un posible mal de ojo o descargar las penas que no tienen a quien comunicar. 
También acuden sacamuelas y tatuadores, músicos y bailarines, así como narradores de cuentos que siempre se ven rodeados de multitud de oyentes. 
Todo vale para conseguir unas monedas que ayuden a la economía familiar.
En otra punta de la plaza, charlatanes y sanadores de todos los males predican a todo aquel que tenga gana de escuchar sus "sabias" exposiciones. 

Unos rezan el Corán al tiempo que sus discípulos dicen curar la infertilidad o la impotencia con rezos y extrañas yerbas que nadie conoce.
Es justamente este conglomerado de tradiciones y colorido el que busca y agradece el turista ávido de conocimientos, para él novedosos, por muy antiguos que sean en el tiempo. 
La curiosidad da paso al asombro y el visitante quiere fotografiarlo todo. Sin embargo no todos nos percatamos de que las gentes de esta plaza viven del turismo y justamente por esto antes de disparar la cámara hay que pactar el precio de la instantánea. 
La ignorancia no te exime de la "obligación" de pago y no hacerlo puede acarrearte problemas -lo digo por experiencia- puesto que, de no darles lo que te pidan, el asunto puede hacerse largo y fastidioso.


El zoco de Marrakech, adyacente a la plaza, es el más grande del magreb y por lo tanto, con la visita de la Plaza Djemaá El Fná, la diversión no ha hecho más que empezar. Las especias, las alfombras, las babuchas y las comidas de todo tipo se ofrecen por doquier.

Son famosos los puestos de frutos secos, carnicerías al aire libre, cabezas de cordero asadas, herboristerías y especias, vestidos típicos del país, joyería y bisutería, marroquinería, ferretería artesanal, cuscús caliente y ensaladas, aceitunas de mil aliños diferentes.
Cuando el curioso turista ya no puede arrastrar los pies por el cansancio, cabe la posibilidad de entrar en los numerosos cafés que circundan la plaza. El Café de Francia o el Café Argana son los más populares. El humo y el intenso barullo queda al exterior, agradeciéndose un té verde a la menta, o un intenso café, que nos reconforte del trasiego sufrido. El dinamismo de la Plaza Djemaá El Fná es todo un espectáculo, clasificado por la UNESCO como Patrimonio Oral de la Humanidad, del año 2.001. Quizás el título suene extraño, pero nadie de quienes han visitado Marrakech lo da por inmerecido. Pueden apostar que todos, absolutamente todos los que han viajado a esta ciudad marroquí, han visitado esta Plaza.

RAFAEL FABREGAT

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