24 de octubre de 2011

0523- CURIOSIDADES DE PRIMERA MANO.

PARA JUZGAR A OTROS, NO TENGAS PRISA... 
A principios de la década de los años 60, cuando todo era más barato que ahora pero nadie podía comprarlo, un niño de Cabanes entró en el Bar de Xulla para ver la televisión con otros niños que allí se citaban para ello. 
Los niños hacían poca consumición y no eran del agrado de la dueña, pero sus padres también iban a su bar y había que aguantar.
Antes de que pudiera acomodarse en la silla frente al televisor, la tía Nieves acudió a ver lo que el niño quería tomar.
- ¿Cuanto vale un helado de corte? -preguntó el niño.
- Una peseta -respondió la dueña del bar. 
El muchacho sacó un pequeño monedero y hurgó entre la calderilla.
- ¿Y un polo de naranja? -preguntó el niño.
La tía Nieves, de por sí nerviosa, ya estaba impacientándose...
- Ochenta céntimos -respondió secamente y mirando hacia todas partes, menos al interlocutor.
El muchacho hurgó nuevamente en el monedero, repasando la calderilla que llevaba, ante la presencia irritada de la dueña del bar.
- Pues tráigame el polo, por favor -dijo el niño.
Cuando regresó la tía Nieves con el polo, el niño le entregó una peseta diciéndole:
- Lo que sobra para Ud., de propina.
La tía Nieves quedó perpleja. 
Ya nunca más le metió prisa a ese niño y eso que ese mismo niño (o sea yo) tuvo otro "encontronazo" pocos días antes con ella...
En ese bar se hacía una sepia a la plancha, cuyo olorcillo impregnaba las fosas nasales de toda la concurrencia y de todos cuantos pasaban por la calle puesto que, muy  avispada, la Sra. Nieves tenía colocaba la plancha en la ventana que daba a la plaza.
Yo sabía que la ración de sepia (cuatro trocitos) costaban 2 pesetas, lo que no sabía era que  la palabra vermout se refería a la bebida y el conjunto costaba 3 pesetas.
El día que conseguí reunir las 2 pesetas, cuando la tía Nieves vino a ver que quería tomar respondí ufano que me trajera un "vermout de sepia" y allí llegó diez minutos después con la comanda.
- La bebida no la quiero -le dije a la dueña.
- Tu me has pedido vermout con sepia -me dijo mosqueada- y aquí está.
- Ya lo sé Sra. Nieves, me he equivocado, pero lo único que quiero es la sepia. No sabía que el vermout se refería a la bebida.
Bastante enfadada la tía Nieves me cobró las 2 pesetas y se fue farfullando...

EL VENENO DEL CAFÉ.

Informado de antemano por su corte de sabios, de la peligrosidad del café, el rey Gustavo III de Suecia quiso comprobar la toxicidad de tan repudiado producto. 
Para llevar a cabo el experimento ordenó al alcaide mayor que cogiera a dos reos condenados a muerte y se les hiciera tomar todos los días, a uno de ellos café y al otro té. 
Naturalmente el experimento fue seguido por un nutrido equipo de médicos que debía valorar el resultado de la ingestión continuada de tales brebajes. 
Como podrán suponer los lectores, el experimento fue un rotundo fracaso...
Primero murieron los médicos, después el rey, muchísimos años después el reo que tomaba té y por último, en plena vejez ya superando los 90 años, murió el que tomaba café. Así sucedió y así se lo he contado...

EL IMPERIO ROMANO Y LA CARRERA ESPACIAL.
El ancho de vía de los ferrocarriles estadounidenses es de 4 pies y 8,5 pulgadas, simplemente porque los primeros trenes americanos fueron construidos por los ingleses y ellos utilizaban desde siempre ese ancho de vía. 
El motivo era simplemente que tranvías y ferrocarriles se hacían en la misma fábrica y los tranvías utilizaban las vías del mismo ancho que los carruajes, a fin de que todo fluyera sin problemática alguna.

Para que los carruajes no se desarmaran prontamente, debían ajustar su ancho de ruedas a las roderas (surcos) de los caminos a fin de no forzar el deslizamiento del vehículo.
Como es de conocimiento general, los primeros caminos de larga distancia fueron construidos por los romanos y el duro contacto de sus carros de guerra -con ruedas de madera y llantas de acero- fueron quienes crearon, por desgaste sobre el enlosado pétreo de las vías romanas, aquellas primeras y hondas roderas.

Era pues conveniente que también los carros de mercancías y carruajes ajustaran su ancho de rueda a las roderas creadas por los carros de guerra romanos.
Se preguntará el lector qué tiene que ver esto con la carrera espacial pero, ¡si que tiene que ver, sí...! 
A los dos lados del tanque principal de combustible sólido que utilizan las lanzaderas espaciales verán que hay dos grandes cohetes.
Se llaman SRB y los construye la empresa Thiokol en la fábrica de Utah (EEUU). 

En un principio los ingenieros de Thiokol los diseñaron con un ancho mayor, pero pronto se percataron de que debían ser enviados por tren y éste atraviesa por túnel las montañas próximas, por lo que hubo de reducir el diámetro de los tanques al ancho de las vías para evitar un posible roce con las paredes del túnel...
Ahí tenemos pues la relación. 
Los tanques de combustible espacial, con diámetro igual al ancho de rueda de los carros romanos...
¡Que cosas!.

RAFAEL FABREGAT


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