29 de enero de 2011

0255- ANTIGUOS NEGOCIOS DE CABANES. (1ª parte)

TINTORERÍAS.- Aunque tengo noticias de que había dos negocios de tintorería en Cabanes, ambos ubicados en la calle Capitán Cortés, actualmente carrer de la Font, yo solo recuerdo uno. Concretamente estaba ubicado en el número 71 de la citada calle y estaba regido por unas hermanas que allí mismo tenían su domicilio. Con el rótulo de "Tintorería Marín", que lucía esplendoroso en el balcón de su casa, las hermanas, apodadas "Les Caparrilles", ayudadas por su madre hacían el tinte de la ropa, planchado y adecuación de las prendas encargadas, que salían de sus manos como si de ropa nueva se tratara. Eran consideradas como muy guapas y de un tipazo fuera de lo común, por lo que eran muchos los chicos que suspiraban por ellas. Sin embargo ninguna se casó en Cabanes y al morir su madre marcharon del pueblo para establecerse en Oropesa, casándose allí. No hubo nadie más que cogiera el negocio como tal, pero sí la representación de algunas tintorerías de Castellón limitándose, en este caso a la recogida y envío de las prendas y posterior entrega a domicilio. Sin embargo, el "salero de les Caparrilles" quedó en la mente de los jóvenes de entonces, como tantas cosas de la mítica década de "los 60".

RELOJERÍAS.- Dos también han sido los relojeros oficiales que hemos tenido en el Cabanes de la segunda mitad del siglo XX. 
Ambos podían reparar el más pequeño de los relojes de señora y el reloj del campanario de nuestra iglesia parroquial.
El primero de ellos fue "Rogelio el Rellotger", con domicilio y taller en el número 49 de la calle de San Mateo o "Carrer de Dins", aunque la citada casa también tenía acceso por la calle Algibe. 
Excelente persona, Rogelio atendía las necesidades de todos aquellos que le planteaban cualquier desperfecto de sus relojes, a la vez que también podía venderte algún modelo que necesitaras. Realmente era agricultor y esta labor la solía desempeñar en las primeras horas de la mañana o últimas de la tarde, según la temporada.

El segundo profesional en el oficio era "Vicentico el Rellotger" que vivía y tenía su taller en el número 105 de la calle Delegado Valera o "carrer de Castelló". 
Por aquel entonces, Vicentico solo tenía unos veinte años y era portero oficial del C.F. CABANES, puesto que defendía con gran honor y valentía. 
Todos aquellos aficionados al fútbol que ya peinan canas, le recuerdan todavía como una de las principales figuras que ha tenido la localidad para el desempeño de este puesto en el campo.
En aquellos tiempos y en estos pequeños pueblos, los campos eran entonces de dura tierra y alguna piedra. Su pundonor y valentía hicieron que se fracturara la columna, en una de aquellas paradas inverosímiles y el gran portero de nuestro equipo de fútbol quedó lesionado, no volviendo a ocupar jamás su puesto bajo los palos. Ignoro si en algún momento de su vida le habrán hecho algún homenaje al respecto pero, si no fue así, el pueblo de Cabanes se lo debe. Afortunadamente, con el paso del tiempo, "Vicentico el Rellotger" se recuperó y pudo hacer una vida prácticamente normal, pero nada fue como antes. Parte de su vida y de su salud se la brindó a su querido club y a la afición cabanense.

LICORES.- Vinos y licores se han vendido en multitud de casas de Cabanes y por un sinfín de personas, además de tener en cuenta que también los bares y tabernas de la época vendían al detall todo cuanto la clientela demandaba. Pero licores, lo que se dice tienda de licores, solo hemos conocido una. 
No sería necesario decir que esta tienda era la de José el de Babiloni, ubicada en el número 20 de la calle del General Aranda, hoy "carrer de la Fira" y esquina a la plaza de José Antonio Primo de Rivera, hoy "plaça de la Constitució".
Era una tienda emblemática, pequeña, una especie de santuario que solo ocupaba el pasillo de entrada a la casa y si acaso el pequeño cuartito que había entrando a mano derecha.
Nunca cerradas con llave las puertas de entonces, al abrir el picaporte y mientras salían a atenderle, el visitante se deleitaba aspirando el dulce olorcillo de los diferentes toneles que apilados en aquel estrecho pasillo impregnaban el ambiente con sus diferentes aromas. 
Anís, mistela, brandy, crema de café, absenta, ginebra, quina, etc. embriagaban los sentidos acortando la espera. José, además de comerciante en vinos y licores, era un artista del pincel al óleo. Decenas de cuadros llenaban las paredes de aquel pequeño cuartito y todos quedábamos embobados en su contemplación, ante la perfección de algunos de ellos..

FLORISTERÍAS.- Hasta bien entrada la década de los 80 nunca hubo en Cabanes floristería, pero sí había servicio. Lo había porque eran poquísimas las personas que gastaran unas pesetas en flores, ya que las existencias de material eran realmente limitadas. Los vecinos, en las diferentes fincas, tenían pequeñas casetas donde cobijarse en caso de lluvia y en su alrededor plantaban algunas matas de diferentes flores, principalmente rosales o crisantemos y de esta forma tenían flores en Mayo y para la festividad de Todos los Santos. Sin embargo no todos tenían esa predisposición y llegada la fiesta en cuestión, o alguna otra en la que precisaran un ramo de flores, acudían a "Pilar la dels Llavadors", casada con "Vicent el de Magín" que, teniendo gran afición a las plantas y con un gran patio trasero en su casa, número 12 de la calle Capitán Cortés, hoy carrer de la Font, criaba multitud de ellas y en cualquier época del año podía proporcionarte un ramo. 
El precio también era asequible y eran muchas las personas que acudían a pedir lo que, aunque pagando, casi se consideraba un favor. Ya mayor y teniendo amistad con "Mari Carmen la Pariseta", Pilar enseñó a ésta el oficio y muy pronto fue Mari Carmen la que, en su casa de la calle Poncio Torrelas, puso en marcha un negocio que pronto se vislumbró próspero.
A pesar de los varapalos que da la vida, la floristería de Mari Carmen prosperó y unos años después compró una céntrica casa en la "plaça dels Hostals", hoy calle de Guillermo Andreu. La vida te da una de cal y otra de arena. Es el tesón, o la necesidad, lo que hace que las personas prosperen. Sin embargo, hace falta ser luchador para conseguirlo y ella lo era.
Hasta entonces, la gente de Cabanes jamás había gastado una sola peseta en flores, ni siquiera en fiesta tan propicia como es la de Todos los Santos, pero aquello cambió con la floristería de Mari Carmen. Estábamos en los 80 y los tiempos de posguerra y franquismo ya habían quedado atrás.
Aunque sin antecedentes sobre el particular, la gente empezó a comprar y a regalar flores y el negocio ya no se limitaba a la fecha del 1 de Noviembre. También en bodas, comuniones, onomásticas y cumpleaños el regalo de un ramo de flores, o un centro de mesa, era agradable y bien recibido. Día de los enamorados, de la madre, etc. eran propicios para ello. Gastar en flores indica un cierto nivel de modernidad y eso es lo que Mari Carmen había conseguido de los cabanenses. Claro que para ello hace falta dinero y por mucho que fuera mérito de sus habilidosas manos, está claro que el éxito de su floristería indicaba que la economía estaba en un buen momento.

RAFAEL FABREGAT