22 de junio de 2010

0100- CABANES Y LA PRIMERA COMUNION.


Se acercaba la fecha tan esperada.
Siguiendo las instrucciones del cura, los niños debían apuntarse para el gran evento y seguir un cursillo en el que se incluiría el correcto aprendizaje del Catecismo así como otras enseñanzas que el cura determinaría en su momento. 
Desde que finalizó la Semana Santa de 1.957 mossén Pepet, que visitaba semanalmente la escuela, dijo que todos los niños que tomaban la Primera Comunión ese año habían de ir todos los domingos a misa y después al catecismo. Según las órdenes recibidas niños y niñas, en un número aproximado a la treintena, tras la misa nos quedamos "al Rebañito", nombre  que en Cabanes se le daba a la catequesis. Pero aquel año todo había de ser diferente. A mediados de Mayo y por decisión unilateral de mossén Pepet, ocupaba yo el décimo lugar en el último día de catequesis. 

Pero no empecemos por el final...
Estábamos un tanto a la expectativa, puesto que no sabíamos en que consistía la preparación que el sacerdote quería darnos, pero pronto salimos de dudas. Se trataba simplemente de estudiar el Catecismo y con él todas las oraciones que allí se impartían.
A fin de conseguir un mejor aprovechamiento, los niños fuímos separados en dos grupos y lo mismo se hizo con las chicas. Para impartir esa especie de adoctrinamiento se formaron pues cuatro grupos que atendían otras tantas "catequistas". En el grupo que me correspondió la catequista es una tal "Luisa", una agradable y simpática joven que con los años se casaría con Lázaro Selma, actualmente jubilado y expropietario de la discoteca LASSEL. El otro grupo de chicos lo atendía "Pilarín", otra chica también muy agradable que unos años más tarde se casaría con Elías Nager y abrirían la tienda de tejidos del mismo nombre.

Para conseguir despertar el interés de la concurrencia, cada día de asistencia al llamado "rebañito" se nos entregaba un cromo que, a modo de pequeño billete, se cambiaba cada cinco asistencias por uno mayor. 
También allí, como en la escuela, el que mejor respondía ocupaba el primer lugar. Había gran interés en ello puesto que en las procesiones del día de la Ascensión y del Corpus Cristhi, los cuatro primeros serían los encargados de llevar en procesión la peana del Niño Jesús y del mismo modo las cuatro primeras niñas sujetarían las cintas de dicha peana.
La lucha era grande entre niños y niñas por ocupar esos cuatro primeros lugares del ranking pero solo cuatro podían ser los agraciados. Sin embargo algo no cuadraba, puesto que Vicente el de Pepita y Paquito el de Facundo, ambos hijos de "ilustres" familias locales de la derecha más rancia de la localidad, ocupaban los últimos lugares al tiempo que yo, pobre e hijo de republicanos, era el primero. 
Mossén Pepet, por vez primera vez en la historia de este pueblo, optó por cambiar las costumbres locales implantando una novedad que gustó a la mayoría... 
La lista definitiva de los niños, para el día de la Primera Comunión, sería por sorteo y no según el lugar que ocupásemos en el aprendizaje de la Doctrina Cristiana.
Pués bien, en el sorteo de los niños, doce en total, me correspondió el número diez; el once fue Paquito el de Facundo y el doce para Vicente el de Pepita. ¡Para que después digan que no hay Dios...!  Lo que sí está claro es que Diablo seguro que lo hubo...

Mi madrastra (Pilar) no por serlo quiso que yo me quedara detrás y siguiendo la costumbre de entonces, me compró un traje gris, zapatos, camisa y corbata a juego, en Casa Reverter, de Castellón. 
El traje era precioso. Jamás había tenido nada igual. Pero a ella, que no comía por no gastar, no le gustaba que nadie le pisara ni un dedo y enterada que Vicente y Paquito (los ricos del pueblo) iban de blanco, no se lo pensó dos veces y le dijo a mi padre:
- Demà se'n anem a Castelló!
- Altra vegada? -dijo mi padre.
- Altra vegada -respondió ella.
- No estic contenta amb el vestit que vam comprar l'altre día al xic -recalcó.
- Dons aneu vosaltres, que jo ting faena -replicó mi padre mosqueado.

Al día siguiente y a tan solo una semana de la celebración, marchamos mi madrastra y yo a Castellón con el "cotxe de línea" y fuimos a la tienda de Tejidos Reverter.
- Bon día, en que podem servir-la? -dijo amablemente el dependiente.
- Recordará que la setmana passada li vaig comprar un vestit de comunió? -preguntó mi tía.
- Sí señora, sí... que hi ha algún problema? -preguntó el dependiente preocupado.
- No, no. Pero en vull un altre mes i de blanc  -dijo mi tía.
- Perfecte señora. Una bona idea. Un traje per a la ceremonia i un altre per a la festa, de vosté tindríen que apendre molts que es creuen ser rics. -dijo el dependiente lisonjeando.
- Això, això que vosté diu -replicó mi madrastra satisfecha y a sabiendas que, en mi caso, no había prevista fiesta familiar alguna. 
De hecho solo hubo un invitado a comer: Federico Bellés (padre), primo hermano de mi difunta madre, pero con cuyos padres siempre nos había unido una gran relación de amistad, además de la familiar.
Pilar eligió un traje con pantalón blanco y chaquetilla negra de "veludillo" camisa blanca y una corbata de chorreras que parecía un marqués. Fuimos al probador y...
- Li agrade? -preguntó el dependiente a mi tía.
- Perfecte -respondió mi madrastra orgullosa. 
- Quant val?
- Pues... entre el pantaló, la chaquetilla, la camisa... -la cifra era respetable...
Sin cortarse un pelo Pilar sacó un sobre usado que llevaba metido en el sostén y...
- No és problema. Ahí té i... fins l'altra! -dijo a modo de despedida, siendo yo hijo único.
- Fins quant vosté vullga senyora -dijo acompañándonos hasta la puerta y haciéndonos varias reverencias.

Como si hubiera sido hecho aposta, que aposta había sido, la estratagema del cura para dar una oportunidad adicional a las familias amigas de la Iglesia, le salió mal y aquellos niños a los que intentó beneficiar fueron igualmente los últimos y conmigo, eso sí, los únicos niños vestidos con traje blanco de Primera Comunión. 
El esfuerzo de mossén Pepet había sido totalmente en balde. Claro que yo, el más pobre de los tres, tenía dos trajes, algo que no tenían "los ricos": ¡el blanco y el gris!.
¡Cosas de mi madrastra!. 
Aquella misma que no comía por no gastar. Los pobres de entonces y de siempre, a falta de dinero, tienen orgullo...

RAFAEL FABREGAT

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