16 de enero de 2019

2707- EL MAR DE LOS PIRINEOS.

Se llama así al Embalse de Yesa, represamiento del río Aragón situado al noroeste de la provincia de Zaragoza y al nordeste de la de Navarra y que inunda los términos municipales de Sigüés, Ruesta, Escó y Tiermas. Sin embargo, para centrar el relato de lo que sucedió con cientos de pueblos españoles durante el franquismo, nos referiremos concretamente al pueblo de Tiermas, ejemplo de pueblo expropiado debido al interés del dictador en proveer al territorio español de los necesarios pantanos y que hoy se considera una de las pocas ideas buenas de este fatídico personaje. 

Balneario de Los Baños a mediados del siglo XX.
Nos situamos en esta localidad porque, si bien se trataba siempre de pequeños pueblos de escaso futuro, en el caso de Tiermas se rozaban los 1.000 habitantes que vivían holgadamente bien. Para ser comarca montañosa, Tiermas era un pueblo grande y próspero que vivía de las fértiles tierras, orillas del rió Aragón, así como de la ganadería y las termas descubiertas en época romana. La localidad estaba dividida en dos enclaves, próximos uno de otro pero perfectamente diferenciados. Se trataba del pueblo propiamente dicho, enclavado en el altozano y fundado por Pedro II de Aragón el año 1201 dándole murallas y castillo, pero también otro construido desde finales del siglo XIX alrededor de los baños termales. 

Aldea de Los Baños, Balneario y Puente medieval.
Finalizadas las diferentes guerras medievales y debido a la empinada cuesta que los agricultores tenían que salvar cada día para acudir a sus trabajos agrícolas, algunos de ellos fueron edificando nuevas construcciones a orillas del río, junto al balneario. 
Primero fueron pequeños almacenes de aperos agrícolas pero con el tiempo éstos se vieron acompañados de nuevas viviendas a fin de estar más próximos a las fincas y ganar comodidad. Con esta acción se daba el caso de que muchos vecinos, no habían vendido la casa de arriba y tenían duplicidad de vivienda, lo que propiciaba vivir en ambos lugares según si la temporada era una u otra. A comienzos del siglo XX el pueblo tenía unas 120 casas y 800 habitantes, mientras que en el barrio de Los Baños, tenía unas 30 y otros 200 vecinos más.

El pueblo tenía tres tiendas de ultramarinos, tres bares, una carnicería, dos escuelas (niños y niñas) salón de baile, barbería, peluquería de señoras y horno público. En Los Baños había tres tiendas, un bar, una carnicería, salón de baile, fonda, escuela de niños y niñas, puesto de la Guardia Civil y servicio de taxi. Para los dos enclaves había un cura, médico, practicante y servicio de Correos. Telegrafía en el Balneario, molino para moler el grano y producir electricidad. También tenían dos ermitas a los pies de la Sierra de Leyre, sin olvidarnos de una de sus joyas más queridas: su histórico puente medieval, actualmente dentro del embarrado embalse. Tiermas dedicaba sus fiestas mayores a Santa Catalina de Alejandría, la semana del 25 de Noviembre...

Misa con tres sacerdotes sin procesión. A la salida se tomaba el vermut en el bar para después festejar la fecha con una comida especial. Previamente músicos y mozos iban por las calles del pueblo rondando a las mozas en sus casas, donde se les obsequiaba con una pastas y una copa de moscatel. Por la tarde-noche había baile en el salón de Tiermas y en el de Los Baños con músicos contratados de fuera. La mayor parte de los domingos de todo el año se hacía baile en el pueblo y lo mismo en Los Baños en la época estival, que iba de Junio a Septiembre. Desde 1924 se empezó a hablar de la posible construcción del pantano pero los años pasaban y nada se hacía al respecto. Tras el final de la Guerra Civil y cuando ya nadie se acordaba del asunto, el gobierno de Franco volvió a impulsar el proyecto. 

Aunque el pueblo estaba en alto, se prohibió construir o modificar las construcciones existentes y se buscó nuevo emplazamiento para la población. Muchos vecinos trabajaron en las obras del embalse y el año 1959 el nivel de las aguas empezó a subir. Aunque escalonadamente los vecinos fueron marchando, dejando entre aquellas paredes los recuerdos de toda una vida. Un tal Bartolomé Torrea fue el último vecino en abandonar Tiermas, pero con los pies por delante. Nunca quiso marchar y el día 24 de Diciembre de 1992 un familiar lo encontró muerto en su casa. 
En realidad fueron dos los que no marcharon del pueblo, ya que un tal Honorio también aguantó hasta el final dándose la circunstancia de que, siendo los únicos habitantes del pueblo, no se hablaban. Bajo el barro, más que bajo las aguas, yace para siempre el puente del siglo XI que sostiene lo que fue antiguo Camino de Santiago.

RAFAEL FABREGAT

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