13 de enero de 2019

2706- EL SEXO DE LOS POBRES.

El refranero popular no solo es sabio, sino que reconforta a todo aquel que quiera y sepa escucharlo. Hay muchos y muy curiosos refranes al respecto del hambre y la escasez de alimentos: "Al hambre no hay pan duro", "Cuando no hay lomo todo lo como" y un larguísimo etcétera, tan largo como aquél que lo resume diciendo que "Los males con pan son menos". 
Claro que en esta entrada no vamos a hablar de pan, ni de ninguna otra vianda más o menos apetitosa. Nuestro tema de hoy es el sexo de los pobres. No vamos pues a hablar de acostarse con la más guapa del lugar, ni con la prostituta más cotizada. Ni siquiera de hacerlo con la chica de la que estás enamorado, ni tampoco con tu mujer, a la que amas con locura pero que es el menú de siempre, como tú lo eres para ella.

No, no es eso. Ni siquiera el hecho de masturbarse, por necesidad o no, pues no son pocos los que usan de esa práctica incluso estando casados. En todos los casos la meta es la satisfacción final, la tranquilidad física y espiritual de haber llegado al climax. Haber llenado el estómago, cuando se trata de aliviar el hambre y alcanzar el orgasmo cuando se trate de silenciar las necesidades sexuales. Afortunadamente aquello que se creó para estimular las necesidades de la procreación, sirve también para relajar esa necesidad sin tener que traer a nadie más a este mundo de miserias que acompañan al ser humano. No solo se puede practicar sexo sin peligro de quedar "embarazados", sino que se puede alcanzar el orgasmo sin tener pareja. Mejor quedan las cartas escritas en el ordenador pero, si careces de éste, se puede escribir perfectamente a mano y de mil maneras distintas. 

A falta de café en las casas particulares de tiempos pasados se utilizaba el EKO, una de las marcas de achicoria más utilizada en el mercado. De la misma manera se hacía chocolate con algarrobas y todavía hoy compramos "gulas" de surimi todos aquellos que no podemos comprar angulas, que somos el 99%. El que no se conforma, porque no quiere. Son sucedáneos, que no es lo mismo que el producto original, pero que no por ello debemos despreciar puesto que cumplen su función específica, cual es la de calmar las ansias del personal. Claro que tampoco podemos obviar que, cuando se utiliza un sucedáneo, nos queda después el regusto amargo de saber que hemos hecho trampas. Que ante la imposibilidad de comprar angulas, hemos tenido que conformarnos con esa pasta de pescado sin valor comercial y un montón de añadidos que mejor ignorar.

Pues bien. Así se entiende con el asunto de la masturbación, algo siempre visto como vileza de adolescentes "salidos" y de viciosos sin remisión. Lo que, ante la imposibilidad de llevar a cabo el coito, tranquiliza igualmente y da placer. La mucosa de una vagina nada tiene que ver con los dedos de una mano encallada que, para ganarse el sustento, en algunos casos están expuestos diariamente a trabajos duros. No es lo mismo un jamón mal curado con aire caliente, que un jamón de bellota que, además de su alimentación sibarita, ha estado expuesto tres o cuatro años al fresco aire de la sierra. En el sexo pasa lo mismo. Como en todo, hay diferentes "calidades" y sobre todo cuando hay amor de por medio. Sin embargo cada cual juega con las armas a su alcance y nada tiene de malo que "el pobre" pueda calmar sus ansias de una u otra forma. 

La masturbación ha sido vilipendiada por la Iglesia por su improductividad. Claro que en la actualidad los miles de juguetes sexuales al alcance de cualquiera han hecho que sean muchas las parejas, incluso  casadas por la Iglesia, que en la mesilla de noche tienen a su disposición artilugios de toda clase para hacer del juego sexual la mejor velada del año, un día sí y otro también. De la misma manera algunas parejas, en las que el hombre empieza a tener problemas para "cumplir con lo mandado", han encontrado farmacopea y juguetes de con los que aplazar el final del juego sexual hasta más allá del momento en el que el cuerpo y la mente deja de necesitarlos. La pareja que tenga ganas de juegos, que haga oídos sordos a los eruditos. Mientras apetezca, buena es la achicoria cuando no hay café. Y mejor el chocolate de algarroba en compañía, que el más fino de los chocolates belgas en soledad. Claro que, ¡si se puede tener todo...!

RAFAEL FABREGAT

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