27 de agosto de 2017

2478- PRIMERAS VIVIENDAS ADOSADAS.

Se trata de unas cuevas situadas a un par de kilómetros de la localidad de Perales de Tajuña (Madrid) una localidad en la que, de padres a hijos y desde tiempo inmemorial, se trasmite la leyenda de que sus antepasados desesperaron a las legiones romanas del general Quinto Sertorio. En el citado risco hay decenas de cuevas horadadas en la roca y que sirvieron de habitáculo a las gentes de hasta 5.000 años atrás. 

Desde el Paleolítico, la Edad del Bronce, la Edad del Hierro y muy especialmente desde época romana, que es el momento en el que se desarrolla la leyenda de los primeros madrileños de Perales. La cuevas han sido varias veces investigadas y están datadas en muy diferentes etapas de la Historia. La leyenda, que está pasando de padres a hijos en esta localidad, se sustenta especialmente en una descripción que el historiador griego Plutarco recogió en su obra "Vidas Paralelas" del siglo I d.C. En esa obra el escritor certifica la existencia de unas gentes que "más allá del Tajo" vivían en el interior de una roca con numerosas cavidades, llegando a superar las cincuenta. A día de hoy la mayoría de ellas están semiderruídas y casi inaccesibles por la debilidad de los materiales (yeso y arcilla) que las componen. Son muchos años.

A esa debilidad del terreno atribuye Plutarco que las gentes de los alrededores decidieran subir a la montaña a vivir en cuevas, puesto que el terreno era poco favorable para construir sus chozas en zona llana. Acceder a las cuevas no era nada sencillo y siempre había de haber alguien que echase una cuerda a moradores o invitados para poder acceder hasta la entrada de las mismas. Sin aquella cuerda o liana era imposible subir. Al intentar los romanos someter a ese pueblo y siendo imposible el acceso, tuvieron que echar mano del ingenio. Quinto Sertorio ordenó a sus tropas cabalgar de una a otra punta del risco, levantando tal polvareda que invadió aquellas "primeras viviendas adosadas" hasta el punto de asfixiarles. El yeso y la arcilla machados por el casco de los caballos levantó tal nube de polvo que a los tres días los trogloditas madrileños tuvieron que rendirse.

RAFAEL FABREGAT

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