19 de junio de 2017

2437- SITUACIONES POLÍTICAS GRACIOSAS.

¿Situaciones graciosas, tratándose de políticos?. Bueno, bueno... El asunto no es fácil porque en política situaciones graciosas hay muy pocas. 
Una porquería tras otra y lista interminable de aprovechados y zánganos que viven del trabajo de los demás...
¡Eso es lo que hay en política!. Antes había cuatro docenas mal contadas pero ahora, con esto de la Democracia, son cuatrocientos mil y me quedo corto. ¡Vaya invento!.
¡Ah y es igual que hablemos de unos que de otros, a cual peor!. 
Lo de las derechas y las izquierdas, es todo un camelo para que la gente vaya alineándose allí donde crea que sopla mejor brisa, pero los objetivos de unos y otros son exactamente los mismos. Llenar la "saca" sin trabajar. ¡Vaya castaña que nos ha caído encima!. En fin, paciencia. Total, solo será mientras vivamos...

Y, por cierto... Hay qué ver con que facilidad tan pasmosa contactan y se relacionan unos con otros. Claro, ¡como son todos iguales...!
Según el poema de Ramón de Campoamor, la verdad o la mentira no existen...
"De Diógenes compré un día
la linterna a un mercader.
Distan la suya y la mía,
cuanto hay de ser a no ser.
Blanca la mía parece;
la suya parece negra;
la de él todo lo entristece
y la mía todo lo alegra.
Y es que en este mundo traidor,
nada es verdad ni mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira.
Teniendo en cuenta esta máxima irrevocable, en la vida cotidiana nadie dice verdad o mentira y en política, menos todavía... ¡Todos cuentan "sus" verdades!. Porque, en este mundo sin Dios y de los hombres, ni el más santo de los mortales sabe otra verdad que no sea la suya.

Estátua de Ramón Llull frente a la catedral de Mallorca.
Sin embargo lo que más se echa en falta entre nuestros políticos es la cultura. No ya el hablar inglés, actualmente el idioma más internacional, sino la simple cultura general de andar por casa sin hacer el ridículo. Unos años atrás, cuando el Partido Popular había creado alrededor de José Ignacio Wert la figura de Ministro de Educación y Cultura, éste se rodeó de una serie de personajes que le ayudaran a llevar el cargo de la manera más digna posible. Hasta ahí todo perfecto, si perfectos hubieran sido estos asesores, sin duda puestos a dedo. Haciendo una recopilación de datos para el estudio de las Universidades españolas, en la cátedra Ramón Llull de la Universidad de Baleares, se recibió una llamada de una de las principales asesoras del Ministro Wert preguntando por el sueldo que cobraba el Sr. Ramón Llull por dirigir la cátedra que llevaba su nombre. Naturalmente tuvieron que explicarle que el ilustre mallorquín Ramón Llull había fallecido siete siglos atrás, en 1315. El patinazo de la asesora corrió como la pólvora entre alumnos y profesores, siendo el hazmerreir de todo el archipiélago Balear.

RAFAEL FABREGAT

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