9 de junio de 2017

2430- EL FUEGO GRIEGO.

Aunque actualmente se intuye su posible composición, nadie sabe la fórmula exacta del "fuego griego", lo que constituye uno de los secretos mejor guardados de la historia militar. La mezcla incluía probablemente nafta, azufre y amoniaco, pero no se sabe en qué proporciones se hacía la mezcla. Los fabricantes estaban aislados del mundo exterior y nadie por tanto podía saber los componentes exactos y sus proporciones. Para lanzar el líquido inflamable sobre el enemigo naval se calentaba la mezcla en un brasero instalado en el barco y se utilizaba un inyector a presión de ajuste giratorio. Otra forma, especialmente utilizada en los asedios a las ciudades, pero también en el mar, era llenando granadas de cerámica con la mezcla y lanzándolas con una mecha encendida y mediante catapultas sobre el enemigo.

Ya en el año 214 a.C. Arquímedes había utilizado una fórmula parecida para combatir a los ejércitos romanos en su intento de conquistar la ciudad griega de Siracusa, aunque no hay constancia de que éste fuera el mismo fuego que utilizaría el Imperio Bizantino, ya que este último se considera invención del ingeniero militar Callínico, militar procedente de Siria que llegó a Constantinopla en fecha próxima a la gran invasión árabe del año 674. No obstante no se descarta una posible relación, puesto que se sabe que Callínico se basó en los trabajos del inventor y alquimista griego Esteban de Alejandría, también trasladado a Constantinopla el año 616. Las tropas del Califato Omeya asediaron la actual ciudad de Estambul, defendida por Constantino IV, pero sin poder abrir brecha en las murallas de siete puertas, construídas por Teodosio, que rodeaban toda la ciudad.

Gracias a aquella "arma secreta" el Imperio Bizantino, la segunda Roma (Constantinopla) resistió durante toda la Edad Media los ataques musulmanes y a los miles de naves que llegaron para conquistarla. Hasta bien entrado el siglo XIII el Imperio Bizantino empleó como arma aquella sustancia que muchos trataron de imitar sin conseguirlo. Unos lo llamaban fuego griego, otros romano y otros bizantino, pero siempre resultó una ayuda eficaz para derrotar a enemigos muy superiores. El agua no lo apagaba y explotaba sobre los barcos enemigos incendiándolos sin remisión, además de causar un humo asfixiante. No hay documento alguno que hable de su composición, pero sí hay muestras de las granadas empleadas para llenarse de esta mezcla, previamente a su lanzamiento contra el enemigo.

Nada sabían los árabes al respecto de aquel llamado "fuego griego" que, según relata el cronista Teófanes, supuso una gran sorpresa táctica para los árabes durante el largo asedio de cuatro años a la ciudad de Constantinopla. 
El año 717, aprovechando un momento de inestabilidad bizantina, lanzaron un nuevo asedio pero sus naves fueron destruidas con la ayuda de la "sustancia de Calínico". Finalmente los árabes aprendieron la forma de combatir este fuego pero, aún así, esta táctica se siguió utilizando hasta 1204, cuando se perdió la fórmula original tras la destrucción de Constantinopla durante la Cuarta Cruzada. Aunque se buscaron alternativas, ninguna tuvo el resultado destructivo del fuego original y finalmente, el año 1453 el Imperio Otomano tomó definitivamente la ciudad.

RAFAEL FABREGAT

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