23 de marzo de 2017

2377- LA SIESTA DE SAN JACINTO.

Así era México en 1824 y, según cuenta la Historia, perdió Texas por culpa de una prolongada siesta. Cierto o no se resume a continuación lo que sucedió y que cada cual saque sus propias conclusiones...

Pocas décadas después de independizarse de la corona española México había perdido casi un tercio de su territorio. ¿Qué pasó?. Pues lo que siempre pasa en estos casos: los malos gobernantes. El empuje de Estados Unidos y las luchas intestinas. La promulgación de las "Siete Leyes" alteró la estructura de la República Federal Mexicana y provocó la aparición de movimientos separatistas, a consecuencia de los cuales Texas se independizó en 1836. Una espina clavada todavía hoy en lo más hondo del orgullo mexicano, especialmente por la deshonrosa forma en la que se llevaron a cabo los acontecimientos. 
En 1836 las tropas mexicanas asestaron en la misión de El Álamo una grave derrota a las texanas, apoyadas por Estados Unidos. A esta victoria se sumaron otras como la del Refugio, la de Coleto, la del Encinal del Perdido o la de Goliad.

El presidente de México, general Antonio López de Santa Anna incluso se adentró en tierras de Texas, considerando que para acabar con los revolucionarios era necesario destruir las raíces del ejército rebelde, dirigidas por el estadounidense Sam Houston. Sin embargo militares especializados consideraron que lo de Santa Anna era una temeridad. Los rebeldes huían en inferioridad numérica pero, gracias al apoyo norteamericano, cuanto más se adentraban en su territorio más oxígeno ganaban. Con el ejército mexicano sucedía lo contrario, marchaban de espaldas a casa y sin conocer el terreno. Mermaban las provisiones y la tropa empezó a dividirse. Santa Anna y unos 900 efectivos alcanzaron a los texanos en Nueva Washington. En la confluencia de los ríos San Jacinto y Búffalo Bayou detuvieron la persecución al este de la actual ciudad de Houston.

Pronto se percatarían de su error. Entre los dos ríos y con un pantano a sus espaldas, solo un pequeño prado y su arboleda les separaba del ejército texano. Santa Anna se había metido en territorio rebelde y con inferioridad numérica. Los texanos se dieron cuenta del error estratégico del enemigo y los comandantes Houston y James C. Neill, tras recibir una columna de refuerzo, elevaron el número de combatientes hasta rozar el millar de hombres. Dos días de indecisión de los de Texas permitieron que Santa Anna recibiera 500 soldados más liderados por el general Martín Perfecto de Cos. El presidente mexicano cometió entonces el error de permitir que aquellos hombres de refuerzo, que habían llegado tras 24 de marcha ininterrumpida, pudieran comer y dormir un rato para recuperar fuerzas. 

La intención de Santa Anna era que, bien comidos y mejor dormidos, atacaran a los rebeldes lo cual hubiera sido nefasto pero menos vergonzoso que lo que realmente ocurrió. Las tropas mexicanas durmieron más de siete horas, con grave descuido de la defensa del campamento. Al fin y al cabo tan solo se necesitaba que una veintena de hombres vigilaran mientras los demás comían y descansaban pero ese retén no fue establecido y todos se retiraron a descansar. Los refuerzos habían llegado a las 9 de la mañana y a las 4 y media de la tarde les despertó el fuego enemigo y el consiguiente alboroto de quien no sabe lo que está pasando. No solo eran atacados, sino que la defensa era un desorden total. El enemigo no tuvo que sorprender a los puestos avanzados, porque no los había, y de forma imprevista se vieron situados en mitad del campamento mexicano. 

Aquello fue un caos. Más de 500 soldados mexicanos fueron masacrados y 600 hechos prisioneros, incluidos Santa Anna y su cuadro de oficiales. Solo 79 hombres consiguieron escapar de aquella inesperada y caótica contienda. No hubo tiempo de reaccionar a la ofensiva diplomática que siguió al sorpresivo ataque. Houston y Neill obligaron a Santa Anna a firmar el cese de la lucha y la independencia de Texas mediante el llamado Tratado de Velasco que se firmó aquel mismo día 21 de Mayo de 1836. El presidente de México estuvo siete meses en Washington en calidad de preso de guerra, al tiempo que el Congreso Mexicano le destituía y se negaba a ratificar el Tratado de Velasco. De todas maneras México no reunió las fuerzas necesarias para recuperar Texas y una década más tarde aquellos territorios serían anexionadas a Estados Unidos. Las pérdidas posteriores son otra historia que ya se contará si llega el caso...

RAFAEL FABREGAT

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