3 de febrero de 2017

2340- CUENTOS DE GUERRA.

Era mediados de Julio de 1936, ya finalizada la siega de la mies, cuando en algunos pueblos españoles de mayor importancia la gente se echó a la calle. 
¡La guerra, la guerra...! 
Sin apenas aparatos de radio en el pueblo, nadie sabía a ciencia cierta lo que pasaba, pero algo pasaba y sin duda muy gordo. Allí donde se sabía de la presencia de una radio, los vecinos se agolpaban intentando enterarse de lo que acontecía. 
Efectivamente en España había estallado la guerra, un enfrentamiento civil entre españoles encabezado por los generales Franco, Mola y Sanjurjo que trataban de derrocar al gobierno de la II República, legalmente constituido mediante votación popular. Dependiendo de la zona de España en la que uno viviera, los hombres fueron llamados a filas tanto para servir en el bando de los Rojos como en el de los azules

Lo de defender una u otra causa no era elección personal, aunque con el tiempo muchos se pasaron de un bando a otro. A medida que la guerra avanzaba y justamente por falta de personal, la edad de incorporación fue bajando, hasta reclutar a muchachos de 17 años, en lo que se dio por llamar 'la quinta del biberón'. En nuestra provincia mandaban por mayoría los republicanos. Con la principal fuerza de cada casa en la guerra, los apuros de las familias aumentaron. Buena parte de las cosechas se perdieron y otras fueron requisadas. Mucho trabajo y poca comida. A la fuerza, los niños se hicieron hombres y las mujeres también. Así fueron transcurriendo los meses, entre la guerra y la escasez. El dinero no valía, salvo que lo tuvieras en monedas de plata. 

Cualquier hijo de su madre que te tuviera manía, podía denunciarte por cualquier cosa y muchos se enfrentaron a fuertes palizas, cuando no a la propia muerte. Así pues, escapando de las bombas y de odios y rencores injustos, muchos se fueron a vivir a masías apartadas del núcleo urbano. Pequeñas casetas de campo sin ninguna comodidad que al menos aseguraban en parte la integridad física. En la parte republicana, los curas escondidos en cuevas y oquedades; en la parte de los sublevados lo mismo para quienes se tenía constancia de sus ideas radicales de izquierdas. Nadie tenía la vida asegurada y salvarla se convirtió en el principal objetivo. No era solo cuestión de poder comer, sino de subsistir y salvar la vida. Así transcurrieron los dos primeros años.

Las tropas franquistas llegaron al Levante español a mediados de 1938, tras la conquista de Aragón pero dejando atrás una Cataluña republicana. Franco consideró mejor opción el dejar a Cataluña en poder de las 'izquierdas republicanas', mientras sus ejércitos bajaban por el Maestrazgo turol-castellonense. Pensaba sin duda que la conquista levantina sería rápida, pero las condiciones meteorológicas no fueron favorables para los invasores y sí para los cañones republicanos, bien asentados en lugares estratégicos. Estratégicas trincheras excavadas según las irregularidades del terreno y cañones antiaéreos que impedían el apoyo aéreo de los franquistas fueron fundamentales para ralentizar al enemigo de las libertades. Aún así el mayor número y mejor preparación de las tropas nacionales pudieron divisar la costa mediterránea a primeros de Junio.

Con la conquista de la práctica totalidad de la provincia de Castellón, los 'fascistas' se encaminaron hacia Valencia en un frente de 30 Km. hacia el interior. Nuestro pueblo había escapado de la confrontación directa y ninguna de las muchas trincheras construidas fue objeto de disputa bélica. Sí llegaron los heridos y en importante cantidad, pues el colegio público de la localidad fue habilitado como Hospital de Sangre en las confrontaciones llevadas a cabo en la comarca. Ya con la zona en poder de los nacionales acabó la guerra para nuestra zona, pero no los rencores y las venganzas. Como he dicho antes unos fueron apaleados, otros encerrados en las prisiones de Castellón y Vinaroz y otros simplemente fusilados allí donde fueran apresados. Es lo que pasa con las guerras civiles, que no terminan cuando las bombas dejan de caer...

RAFAEL FABREGAT

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