6 de enero de 2017

2313- LA HIGIENE DE ISABEL LA CATÓLICA.

Isabel Clara Eugenia de Austria
Demasiadas veces se ha especulado sobre la falta de higiene corporal de la reina de España, Isabel I de Castilla, llamada la Católica y esposa de Fernando II de Aragón. Sin embargo parece ser que esta afirmación no es cierta pues deriva de un juramento que nunca realizó. El juramento en cuestión dice que "no se lavaría ni cambiaría de camisa hasta que Granada no fuese conquistada a los moros". Sin embargo, quien aseguró que llevaría a término tal falta de higiene no fue la reina Isabel I de Castilla, sino su tataranieta Isabel Clara Eugenia de Austria (hija de Felipe II e Isabel de Valois) y lo hizo en el contexto de la Guerra de Flandes, como soberana de los Países Bajos (Holanda) y durante el asedio a Ostende (Bélgica) que, por cierto, duró nada menos que tres años. No sabemos si efectivamente llevó adelante su promesa ya que, de ser así, ¡menudo tufo!. Claro que, con aquellos ropajes, se disimulaba mucho...

En fin, lo que queda claro es que la de tan excéntrico juramento no era la reina Isabel la Católica, ni seguramente tampoco quien lo hizo lo llevaría seguramente a cabo, sino que aquellas palabras se referían más bien a que pensaba que los holandeses se rendirían rápidamente, cosa que no ocurrió y que, después de más de 100.000 muertos, se firmó una tregua de doce años (1609-1621) finalizada la cual no hubo acuerdo en prorrogarla y siguió la guerra hasta 1648, año en el que se produjo de forma definitiva la independencia de los Países Bajos con la firma de Tratado de Münster que acabó con la Guerra de los Treinta Años.- Pero otra vez nos hemos desviado del tema, que es hoy la higiene o suciedad de Isabel I de Castilla, reina de las Españas, unidos todos los reinos peninsulares bajo su bandera, a excepción de Portugal, ya independizado del Reino de León en 1139.

Isabel I de Castilla, la Católica.
Más bien al contrario, según cuenta su confesor fray Hernando de Talavera, éste le reprochaba frecuentemente el excesivo cuidado que prestaba a su cuerpo y a su alimentación. Justamente por tener hábitos tan sanos en cuanto a su alimentación y limpieza, se disgustó sobremanera cuando se enteró de que su hija Juana, entre sus muchas locuras, se negaba a cambiarse su ropa interior.  
Está claro que los hábitos higiénicos de los cristianos en la Edad Media distaban mucho de los empleados por los musulmanes que tenían mayor aprecio por la bondades del agua, pero no era éste el caso de la reina Isabel la Católica.
Solo en sus últimos meses de vida, con el cuerpo ulcerado y con una gravísima enfermedad, pudo ser posible que la reina española desprendiese mal olor y es que, aunque no está documentada la enfermedad que acabó con la reina Isabel, el doctor Álvaro de Castro afirmo que "la fístula de sus partes vergonzosas y el posterior cáncer engendrado en su natura" estaría sin duda motivado por cabalgar en exceso en las diferentes campañas militares contra los moros de Granada. Lo cierto es que a los tres años de su primer síntoma Isabel la Católica falleció con 53 años en Medina del Campo (Valladolid) el día 26 de Noviembre de 1504.

Lo que llevó a la tumba a Isabel la Católica fue un cáncer de útero, motivo por lo cual es posible que en sus últimos meses de vida desprendiese un cierto olor, propio de su enfermedad y de las ulceraciones que sufría, pero no por su falta de higiene. Motivos para abandonar su cuerpo no le faltaban pues, además de lo penoso de su enfermedad, hacía ya mucho tiempo que su esposo el rey gustaba de retozar entre otros brazos. Mientras la reina Isabel paría en Dueñas a su hija primogénita, su amante doña Aldonza hacía lo propio con Alonso de Aragón, también hijo del rey Fernando. No debemos extrañarnos de tales comportamientos, habida cuenta que los matrimonios reales eran siempre pactos de conveniencia. Según cuenta la Historia, el rey Fernando era más adúltero que católico, siendo muchas las mujeres que pasaron por sus aposentos. 


Joana Nicolau, Toda de Larrea o la portuguesa Pereira eran con Aldonza Roig las cuatro amantes "oficiales". 
Las discusiones entre el matrimonio eran frecuentes por esta causa, pues a todas ellas las dejó embarazadas. 
Los celos de Isabel llegaron a tal extremo que cada mujer de palacio que mirase al rey era inmediatamente despedida, al tiempo que durante unas semanas se negaba a acostarse con él para "castigarle". Mala solución puesto que el rey todavía se daba mayor prisa en encontrar sustituta que le aliviara sus picores. 
De todas formas Fernando aumentó su discreción y, aparte las cuatro amantes "oficiales" citadas, no hay documentación de las otras muchas que retozaron entre sus brazos.

RAFAEL FABREGAT

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