16 de octubre de 2016

2225- UN FUTURO INCIERTO.

El Pentágono, sede del Departamento de Defensa de los EEUU, vaticina malos tiempos para la humanidad. Ese presentimiento lo tenemos muchos desde hace tiempo, pero alimentábamos la esperanza de que era algo lejano que ninguno de quienes vivimos en este momento llegaríamos a ver. Lamentablemente no parece que vaya a ser así. Debido a múltiples causas, el declive de la humanidad se acerca a pasos agigantados. La causa principal es la superpoblación y todos los problemas que de ello se derivan. Algunas religiones ayudan poco a estabilidad. Más bien al contrario, propugnan libertades que no hacen otra cosa más que empeorar una situación ya insostenible en muchos puntos del planeta. El año 1800 había en la Tierra 1.000 millones de indivíduos, la misma cifra que ahora es el aumento de la humanidad en solo 11 años.

Con este panorama, ¿les apetece ir a la playa?. El año 2.000 nuestro planeta tenía 6.000 millones de habitantes y a las 23:58 horas del día 30 de Octubre de 2011 nacía en Manila (Filipinas) Danica-Mae Camacho, el habitante 7.000.000.000. ¿Hasta cuando podrá aguantar nuestro planeta estas cifras de aumento?. Ya no es una cuestión de comida, que también, sino de orden. Si no revienta todo antes, se estima que para 2.030 habrá 8.500 millones de habitantes y un sin fin de megaciudades superiores a los 10 millones de habitantes con una creciente masa de desempleados, empobrecimiento y tensiones étnicas y religiosas, con crecimiento imparable de las redes criminales urbanas. Ese es el futuro que se nos avecina a marchas forzadas. La gente ya no muere de hambre en su tierra de origen, esperando el milagro. Ya no. Cada día cientos de pateras trasladan a los africanos hacia las costas de Europa y una vez allí se buscan la vida como pueden.

Lo mismo sucede en las fronteras de Estados Unidos con México y en otros lugares del mundo. También en Oriente las rebeliones se suceden, a pesar de estar penadas con la muerte en muchos lugares. Cuando el hambre aprieta no hay miedo a nada, pues nada hay que perder. Unas décadas atrás no había medios de comunicación y los traslados eran imposibles, pero hoy las noticias y la televisión vía satélite llega a los rincones más aislados del planeta. La gente sabe que hay otros mundos, otra forma mejor de vivir, países donde hay abundancia de todo lo que a ellos siempre les ha sido negado. Los propios padres son quienes aconsejan a sus hijos que marchen en busca de ese mundo mejor y ellos arriesgan la propia vida en busca de ese sueño. Tristemente solo la miseria les une a su tierra, pues allí no hay esperanzas de mejora.

El resultado de todo eso es que, incapaces de soportar esa afluencia de emigrantes, los países adelantados también se tambalean. El bienestar y la tranquilidad occidental, ganada con el esfuerzo de siglos de esfuerzo y penurias, también está condenada al fracaso. ¿Hasta donde podrá llegar la caridad y el apoyo al menesteroso?. No estamos preparados para atender un crecimiento insostenible como el que se da en los países del tercer mundo. Aquí hace ya muchas décadas que sabemos que no se pueden tener más hijos de los que podemos criar adecuadamente. Nuestros abuelos y tatarabuelos también fueron seis u ocho hermanos, pero aquello acabó porque se dieron cuenta que era inviable. Los pueblos atrasados han de darse cuenta que limitar la natalidad es una parte de la solución.

El crecimiento descontrolado de la población aumentará la pobreza y la desigualdad, al tiempo que crecerá también la separación entre ricos y pobres. ¿Hasta cuando puede durar este descontrol demográfico?. Megaciudades rodeadas de chabolas, en las que solo reinará la ley del más fuerte. A pesar de la baja natalidad que hay en los países occidentales, el aumento de población será quien acabe con nuestra cultura y con el mundo. 
Y no solo por falta de comida, sino por la falta de trabajo, las guerras, el caos, las enfermedades y la muerte. Eso si a alguien no se le ocurre antes apretar el botón que nos haga saltar a todos por los aires. Porque esto no es una desgracia natural, como pueda ser un terremoto, un huracán o un tsunami, sino falta de sentido común... 
En fin, no quiero amargaros más el día. Mientras todo eso se cuece en la olla de la humanidad, ¿que os parece si aprovechamos el domingo para ir a buscar unas setas y comernos después una buena paella de marisco o un buen asado?. Nosotros no podemos hacer nada. Que sea lo que Dios quiera...

RAFAEL FABREGAT

No hay comentarios:

Publicar un comentario