24 de febrero de 2016

2023- EL GRAN DUQUE DE ALBA.

En 1.513 y con tan solo 6 años de edad, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel (después III Gran Duque de Alba) ya acompañó a su abuelo Fadrique Álvarez de Toledo y Carrillo en la toma de Pamplona, tras su conquista el año anterior a las órdenes de Fernando II de Aragón, llamado el Católico, rey consorte de Castilla (Isabel I, la Católica) y también de Sicilia y Nápoles. Su padre fue Fadrique Álvarez de Toledo y Enríquez, II Duque de Alba y de él heredó Fernando el título de III Duque de Alba. Puede decirse pues que, desde la cuna y hasta el día de su muerte en Diciembre de 1582, no vivió más que para honrar a su país, sirviendo lealmente a los diferentes reyes que pasaron por el trono de España en sus 75 años de vida. De mal carácter y esclavo de su disciplina, en todo ese tiempo dejó tras de sí una estela de sangre de todos aquellos que consideró enemigos de la patria. Un servicio que los reyes no siempre comprendieron.

Siempre se dirigía a sus tropas con respeto: "Señores soldados..." y ellas le correspondían con el necesario arrojo, sin mostrar jamás miedo al adversario. Las tropas del Gran Duque de Alba eran temidas entre turcos y moros, así como entre los luteranos de Portugal. Hasta hace bien poco, a los niños holandeses se les infundía miedo con la frase amenazante de que si no obedecían "vendría el Gran Duque de Alba a llevárselos", de la misma manera que en otras partes se hablaba del 'coco' o del 'hombre del saco'. Comandante supremo de los Tercios Españoles, fue sin duda uno de los generales más intrépidos de la Historia de España. Heredero de noble familia de soldados de casta y valor indomable, el Gran Duque de Alba aprendió de joven, casi niño, lo que era el crujir de las armaduras y arcabuces y el relincho desesperado pero obediente de los caballos en el fragor de la batalla.

El imbatible caballero había nacido el 29 de Octubre de 1507 en Piedrahíta (Ávila) y con 17 años y sin el consentimiento familiar ya se enroló en las tropas del Condestable de Castilla Íñigo de Velasco cuando marchaba a liberar la plaza de Fuenterrabía, entonces en manos de los franceses. En esa misma batalla hizo el futuro Gran Duque de Alba gran amistad con el poeta, entonces alférez, Garcilaso de la Vega y juntos lucharon en esa y otras batallas, bajo la bandera de Carlos V, hasta que la muerte le sobrevino a Garcilaso, en la Provenza francesa en el asalto a la fortaleza de Le Muy, en las proximidades de Niza. Era el año 1536 y contaba poco más de treinta años de edad. Murió prácticamente en los brazos del soldado Francisco de Borja, Duque de Gandía y bisnieto del Papa Alejandro VI.

El Gran Duque de Alba fue visto, porque así era, como serio y severo, fiero e incluso despótico pero, desde un punto de vista global, fue un bravo general y acertado estratega cuyos primeros admiradores eran sus propios soldados, que acataban sus ordenes con la fe ciega de quien se sabe comandado por el más eficaz de los capitanes. Los Tercios del Gran Duque de Alba no eran gente bisoña, sino veteranos de todas las trincheras, mil veces heridos en batalla y autorizados por tanto para emitir opinión de quien recibían órdenes que llevaban a la muerte o a la gloria. Juntos lucharon contra piratas y otomanos, para después ponerse al frente de los Tercios, en contra de los protestantes que fueron derrotados en la Batalla de Mühlberg. Pero a ésta siguieron decenas de batallas, no siempre gloriosas.

Castillo-convento de los Templarios en Tomar, Portugal.
El 22 de Agosto de 1567 entraba en Bruselas para detener la rebelión de los luteranos. No faltaron ejecuciones de nobles ni el aumento de impuestos a las ciudades enemigas, para sufragar los gastos de la campaña. El levantamiento fue total, como también lo fue la carnicería que siguió al saqueo de Malinas y toma de Haarlem. Hasta los oídos de Felipe II llegaron las espeluznantes noticias de lo allí acontecido y que llevaron a la destitución del general y a su destierro y exilio en Uceda. Finalmente, ya con 72 años, fue rehabilitado por el rey que le pidió un último esfuerzo: conquistar Portugal para la Corona. El Gran Duque de Alba no falló. Venció en la Batalla de Alcántara y entró triunfante en Lisboa siendo nombrado Virrey de Portugal. Murió dos años después, el 11 de Diciembre de 1582, en la ciudad portuguesa de Tomar a orillas del río Nabam, afluente del Tajo.

Tanto sudor y sangre derramada bien que les vino a la Casa de Alba pues todavía hoy, seiscientos años después, sigue siendo el patrimonio más grande de España. No hay Comunidad Autónoma que no tenga fincas de los Alba con miles de hectáreas, castillos, palacios y residencias, en algunos casos pueblos enteros con sus términos municipales. Durante siglos y siglos, la Corona premió con generosidad la inestimable entrega de los Duques de Alba a la monarquía reinante. Hoy esa fortuna se estima en más de 600 millones de euros, pero eso no es nada para lo que fue. No es que los últimos duques hayan dilapidado nada, todo lo contrario, pero los tiempos cambian y ya nada es como antes. Hasta hace bien poco con 5 hectáreas era uno el más rico del pueblo y hoy con 10 no puede comer...

RAFAEL FABREGAT




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