29 de octubre de 2015

1924- EXPULSIÓN MORISCA VALENCIANA.

Siempre se dijo, faltando a la verdad, que la expulsión morisca decretada a principios del siglo XVII por Felipe III fue debida al fuerte crecimiento de la población musulmana, frente a la cristiana. Un estudio de los árboles genealógicos ha demostrado que tal aseveración era falsa, como falso era también que el bienestar de los cristianos viejos estuviera amenazado por la rápida evolución económica de las familias moriscas. En una España de 8,5 millones de habitantes, los moros no sobrepasaban las 350.000 personas y, en todos los territorios, las tierras ricas y los centros urbanos siempre fueron dominados por los cristianos, mientras los moros se concentraban en los suburbios y trabajaban las peores tierras o eran asalariados.


El Reino de Valencia y el de Aragón eran los que más moros acogían, con un 33% de la población en el primer caso y un 20% en el segundo. Contrariamente a lo que sucede en la actualidad, en aquellos tiempos la mayor parte de la población se concentraba en el interior peninsular y no en las proximidades de la costa. Con casi 6 millones de habitantes, Castilla apenas acogía a 100.000 moriscos, con dedicación a la agricultura, la construcción, artesanías varias y medicina natural. No era pues en las proximidades de la Corte donde los cristianos pudieran sentirse amenazados. Más bien parece que el decreto de expulsión estuviera influenciado por la religión y fuera motivado por el fracaso de la conversión al cristianismo que los moriscos prometieron en 1502 para evitar la expulsión de los Reyes Católicos.


Después de más de un siglo de promesas incumplidas y siguiendo la práctica de los ritos islamicos en secreto, los consejeros del Rey informaron a éste que la presencia de los moros en España traería más problemas que ventajas. Considerados más afines a turcos y franceses y festejando las muchas tropelías de los piratas berberiscos que asolaban las costas mediterráneas de aquellos tiempos, Felipe III decidió expulsarlos definitivamente del territorio. En Valencia el decreto se hizo público en Septiembre de 1609 pero en el resto de España siguieron la misma suerte en los años siguientes hasta Octubre de 1613 cuando fueron expulsados los del Reino de Murcia que fueron los últimos en permanecer en la península.


Para Valencia la expulsión morisca era una ruina sin precedentes, dado que eran la práctica totalidad de la mano de obra. Los hacendados partieron hacia la Corte para exponer a su Majestad la ruina que les amenazaba y pedir la revocación del decreto. Pronto cambiaron de parecer al exponerles el rey las condiciones, según las cuales "los bienes muebles que los moriscos no pudieren llevarse consigo y especialmente los bienes raíces pasarían a manos de sus señores como indemnización por las pérdidas que la expulsión de sus trabajadores pudiera acarrearles".  A partir de aquel momento los otrora defensores de los moros pasaron a apoyar la expulsión, convirtiéndose en eficaces auxiliares de la Corona...


El decreto de expulsión dio a los moros TRES DIAS de plazo para embarcar con todo aquello que pudieran llevarse consigo y amenazando con la pena de muerte a quien escondiera o destruyera el resto de sus pertenencias. Se permitía quedarse a las moriscas casadas con cristianos y que tuvieran hijos menores de seis años; no en el caso contrario pues, "si el morisco estuviera casado con cristiana, él tendría que marchar y quedar los hijos con su madre". Los diferentes barcos fletados al efecto tenían como destino la Costa de Berbería, es decir: Marruecos, Argelia, Túnez y Libia pudiendo tomar cada cual el destino que mejor se acomodase, según sus raíces familiares.


Del puerto de Vinaroz partieron cerca de 16.000 moriscos; de Moncófar unos 6.000; de Valencia 18.000; de Denia 50.000 y de Alicante 30.000. Con la expulsión de 120.000 moriscos, el Reino de Valencia quedó durante años en la más absoluta ruina. Más aún si se tiene en cuenta que la cifra real fue muy superior, al llevarse a efecto varios embarques posteriores a 1610 y no haberse contabilizado los muchos que marcharon a Francia por vía terrestre. Algunos expulsados gozaron del favor de sus amos y fueron acompañados a puerto para su protección y embarque, pero otros fueron asesinados por sus amos a fin de robarles sus pertenencias. Tampoco todos fueron bien acogidos a su llegada a África.


Ante las malas noticias que llegaban a la península desde la Costa de Berbería, más de 20.000 moriscos de La Marina que esperaban su repatriación se rebelaron y escaparon concentrándose en las montañas alicantinas próximas. Las milicias locales, apoyados por Tercios llegados de Italia y voluntarios atraídos por el botín, reprimieron duramente a los fugados. Muchos murieron y los que consiguieron escapar llegaron a tal punto de miseria que los padres daban a sus hijos a los cristianos que conocían, o los vendían a los soldados extranjeros por un pedazo de pan o un puñado de higos secos. Los que fueron apresados hubieron de caminar a rastras hasta los barcos, robados en muchos casos hijos y mujeres, e incluso la ropa que llevaban. Se habla mucho de la vergonzosa conquista americana pero, ¿no es acaso mucho más vergonzosa la expulsión de unas gentes que hacía más de ocho siglos que, asalariados o propietarios, trabajaban y vivían en estas tierras?.

RAFAEL FABREGAT

NOTA.- Entrada dedicada a José Luís Aroca Hernández, amante de la historia de Valencia.

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