27 de septiembre de 2015

1898- SETAS MAESTRAZGO 2015. (7ª)

Ayer sábado fui con mi mujer a buscar setas, quinto y último día de la temporada en la búsqueda de estos manjares en el Maestrazgo turolense. Como toda la gente de la zona ya sabe, justamente ayer hacía 15 días que cayeron las últimas lluvias a las que siguió una semana completa de viento, al menos tres días de Poniente y temperaturas superiores a los 30ºC. que lo secaron todo por completo.

A pesar de lo dicho, para nosotros la semana anterior todavía fue absolutamente normal en cuanto a la cantidad de setas encontrada. El bosque no tenía la alegría de semanas anteriores, pero pateando un poquito más encontramos la misma cantidad. Estaba claro el daño que la ventosa semana había hecho en el sotobosque y posiblemente ayer ya no hubiéramos vuelto, si no fuera porque teníamos que recoger las patatas que teníamos encargadas a nuestro proveedor habitual. Una de nuestras hijas y su marido tenían previsto incorporarse al equipo e incluso habíamos ya reservado mesa para comer los cuatro pero, a última hora, se les complicó la cosa y finalmente fuimos solos. Paradógicamente, eso nos salvó del fracaso setero más absoluto...

La pasada semana se rumoreó que habían salido boletus, lo que me dejó bastante extrañado porque en esta zona suelen dejar de salir a mediados de Septiembre, quizás porque necesitan temperaturas cálidas que aquí ya refrescan. Me extrañó más todavía teniendo en cuenta la semana de viento que habíamos sufrido... La cuestión es que sabía quien los había encontrado y dí el rumor por dogma de fe, lo que me llevó a proponerle a mi mujer que fuéramos a destino por un trayecto diferente, haciendo bueno el refrán que dice aquello de que "todos los caminos llevan a Roma..." Con un breve rodeo y con algunos kilómetros de pistas forestales, pasamos (de largo) por el "sagrado" monte de los boletus. La noticia había corrido como la pólvora y estaba lleno de buscadores.


Tal como he dicho pasamos de largo, puesto que yo conocía un lugar pequeño pero muy poco conocido, donde también salen los boletus. Al llegar al punto en cuestión mi mujer marchó en busca de los boletus y yo me quedé en un pequeño prado anexo donde proliferan los champiñones gigantes. Tan gigantes como para que algunos puedan superar el kilo de peso. La mayoría estaban pasados (totalmente abiertos y con las láminas oscuras) debido a las pésimas condiciones de un terreno completamente seco pero, aún así, en poco más de diez minutos llené una cesta enorme de aquellos que todavía estaban cerrados o a medio abrir y por consiguiente perfectamente tiernos. No había pasado media hora cuando estaba de vuelta al coche y toqué el claxon para avisar a mi mujer.

Ella tardó diez minutos más en llegar, pero cual no sería mi sorpresa al verla venir con la pequeña cesta repleta de Boletus Edulis (uno de ellos era Pinícola). No eran muchos, unas dos docenas, pero suficientes puesto que no es la seta que más nos gusta. Allí, mientras descansábamos un poco, pelamos la parte baja del pie y limpiamos los sombreros de algunos restos de hojas pegadas, etc. y con las dos cestas a rebosar marchamos a "destino". ¡Vaya destino!. Al pasar por el pueblo paramos en el restaurante para comunicar que solo seríamos dos a comer y siendo ya las 11,30 de la mañana pasamos a recoger las patatas. Por cierto que cuando les pregunté lo que valían casi me da un soponcio. Eran tres sacos y medio de patatas nuevas seleccionadas. Ni gordas ni pequeñas y cogidas el día anterior.

Los tres sacos (135 kilos) eran para nosotros. Aparte había medio saco (20 kilos) para mi cuñada. Al preguntarle lo que le debía me respondió que eran ¡62 eruros!, de los cuales mi cuñada tenía que darnos 8 euros. 
- ¿No se ha equivocado usted? -le respondí alucinado.
- No, no -me dijo- Son 155 kilos en total al precio de ¡40 céntimos!.
No le di propina porque soy de la opinión que cada cosa ha de tener su precio y ya está. La propina es, para mí, como una afrenta que se le hace a quien la recibe. Casi una limosna. Sin embargo si que le dije que el precio era demasiado bajo y que así no puede haber alegría en la siembra. ¿Qué menos de 0'50 euros por kilo?. 

Colocamos los sacos de patatas en la parte de atrás del todoterreno y ahora ya, ¡por fin!, nos íbamos a buscar níscalos. Era tarde, casi las doce del mediodía. No podíamos ir muy lejos ni estar mucho tiempo buscando pues antes de las dos de la tarde teníamos que estar en el restaurante. Sin embargo de los dos lugares que pensábamos mirar elegimos el más alejado. Estaba claro que el otro quedaría por mirar, puesto que nosotros después de comer no solemos buscar. Era el mejor sitio que conocemos. Pinar viejo en tierra ácida y en umbría, aunque relativamente llano. Lejos de las pistas, escondido. Oro en paño para la búsqueda de níscalos y lugar donde solemos encontrarlos a borbotones puesto que, además de sus excelentes cualidades, estamos casi siempre solos pues lo conoce muy poca gente.


Con el monte totalmente seco, encontramos dos docenas de níscalos y una docena de llanegas. Los primeros faltos de humedad y algo agusanados. Las llanegas también un poco secas pero aprovechables. No había nada que hacer ni otro lugar al que mirar. Al menos en la zona del Maestrazgo, para nosotros la temporada de setas ha terminado. Hay que esperar que llueva y reanudar la búsqueda mil metros más abajo. En las sierras próximas a la costa, la temporada comenzará en breve. Caso de que llueva, aquí todavía estamos a tiempo de encontrar setas. En esto, como en tantas cosas, el tiempo es el que manda. No podemos olvidar que los hongos son fruto de la combinación temperatura-humedad y cuando esa combinación falla, las cestas vuelven vacías a casa. ¡Es lo que hay!.

RAFAEL FABREGAT

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