25 de septiembre de 2015

1897- EL MÁS PEQUEÑO DEL MUNDO.

Con 72 m2. (incluida la iglesia) el Convento del Palancar es el más pequeño del mundo. Dudoso honor, que no deja de ser curioso. Tan pequeño es que los vecinos lo llaman "el Conventino". Fue fundado en 1557 por San Pedro de Alcántara (1499-1569) un fraile franciscano que en realidad se llamaba Juan de Garavito beatificado por el papa Gregorio XV y canonizado por Clemente IX en 1669. Es el patrón de la región española de Extremadura. Tomó los hábitos con 16 años, llegando a ser amigo y consejero de Santa Teresa de Jesús y confesor del rey Carlos V en el Monasterio de Yuste. El enclave del Convento de El Palacar, su convento, fue construido por él y los frailes que le acompañaban en una casa de campo que le ofreciera D. Rodrigo de Chávez y su esposa Francisca, en las proximidades del pueblo de Pedroso de Acim (Cáceres).

Su claustro (interior) se cruza en poco más de tres pasos y está construido con palos de madera. Se trata de poco más de un metro de luz en el cuadro central y sus pasillos alrededor.  La paz que se respira en el interior del pequeño convento, es la que corresponde a un lugar sin ventanas y de celdas mínimas y pobres, pero sus dos plantas dan para nueve habitaciones, cocina, refectorio, almacén y hasta para el claustro interior que vemos en la imagen, así como la capilla correspondiente. Con gran sentido de humor, Fray José lo muestra a los visitantes repitiendo el lema del fundador del convento: "todo para el espíritu y lo mínimo para el cuerpo" que, naturalmente, ya nada tiene que ver con la realidad actual. 


La celda del santo ocupaba el hueco de la escalera que subía a la primera planta, tan minúscula que no podía ponerse en pie. Tampoco había cama, sino una piedra donde tenía un cuero sobre el que descansar brevemente. La comida se basaba solamente en hortalizas y legumbres.
Decía San Pedro de Alcántara que el frío se combatía con más frío y siguiendo esa premisa, cuando las bajas temperaturas le impedían dormirse, abría el pequeño ventanuco y se desnudaba completamente. Cuando su cuerpo tiritaba aterido de frío, se volvía a poner el sayo y cerraba la pequeña ventana, durmiéndose plácidamente sobre la seca piel de cabra, que era su único colchón. 

Para los demás frailes reservaba las celdas más grandes, de poco más de dos metros de largo por uno y medio de ancho. Unos tablones corridos junto a la pared era todo el mobiliario, pues nada tenían que guardar. La cocina no desdecía del resto... Estancia de 4 metros cuadrados y chimenea en la esquina, con los cacharros colgados de la pared. El refectorio es la estancia más grande del convento y la más iluminada. Carecía de mesa y era lugar de reunión y oración. Obligatoriamente tenía que ser espacioso a fin de dar cabida a todos los frailes que compartían su vida con la de San Pedro de Alcántara y que no serían más de media docena. En una esquina hay un templete dedicado a San Pedro, su fundador. 


El refectorio, aún siendo la pieza más grande del convento, apenas si tendrá unos 8 m2. en total. Todo esto contrasta con el resto, porque El Palancar en un convento dentro de otro convento. 
Ante el reconocimiento institucional de la figura del santo, la gran afluencia de peregrinos hizo obligada la ampliación de aquellos espacios que, sin embargo, no quisieron tocarse. 
Olvidando las enseñanzas de San Pedro de Alcántara, con el tiempo se construyó una gran iglesia, un importante convento y un claustro acorde con los nuevos tiempos. Sin embargo los actuales no son tiempos de mucha santidad y en este momento, cuando se dispone de una amplia iglesia, un gran claustro, comedor y cocina bien provista de toda clase de alimentos y grandes y cómodas habitaciones perfectamente acondicionadas, solo cuatro frailes habitan el Convento de El Palancar.
Todo cambia. Nada es para siempre y hasta las duras piedras se convierten en fina arena. 


San Pedro de Alcántara vivió los últimos años de su vida en Ávila donde, con la ayuda de Santa Teresa de Jesús y bajo la protección de Doña Guiomar de Ulloa, noble viuda de mucho dinero y alguna virtud, se pudieron fundar varios conventos de la zona. 


Siguiendo sus normas de abstinencia, Fray Pedro le aconseja a Teresa "conventos sin renta a fin de practicar mejor la pobreza". El día 14 de Octubre de 1562 le escribe una última carta animándola en las persecuciones que sufre su convento de San José, de Ávila. Cuatro días más tarde, el día 18 de ese mismo mes y año, moría Fray Pedro en la localidad de Arenas (hoy Arenas de San Pedro) a los 63 años de edad y 47 años de vida religiosa. Fue sepultado donde murió. En la actualidad sus restos descansan en una urna de pórfido, situada en el Altar Mayor del Santuario de San Pedro de Alcántara, uno de los últimos conventos de su fundación. Honor y suntuosidad, para quien tan pobremente vivió. Está situado a 3 Km. de la ciudad de Arenas de San Pedro, provincia de Ávila (España).

RAFAEL FABREGAT

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