31 de mayo de 2015

1775- EL PITO DEL SERENO.

Supongo que todos los españoles, a quienes les gusta el fútbol, verían ayer la final de la "Copa del Rey", primera que otorga Felipe VI como nuevo rey de España. Naturalmente verían también y sobre todo escucharían la monumental pitada que se llevó a cabo en el estadio del "Camp Nou" de Barcelona al sonar el himno nacional. No quieren a España ni al rey, pero quieren su copa y los cientos de millones que la competición lleva consigo. ¿Es a eso, a lo que algunos desalmados llaman libertad?. ¿Lo consentirían ellos?. ¿Tendrían ellos agallas a acudir a un estadio donde se supieran maltratados de antemano y encima les ofrecerían un trofeo que tantísimos millones de beneficios lleva a sus arcas?. ¿Tuvieron esas mismas agallas en tiempos de dictadura?. ¡Cosa buena, la libertad!. 


Plataformas secesionistas repartiendo pitos antes del partido. 
Los que ahora pitan no han conocido otra cosa pero deben saber que, por culpa de gente como ellos, de vez en cuando esa libertad se pierde y pagan justos por pecadores, ellos también. Esa gente debería aprender que la libertad no es hacer daño de forma impune. La libertad es algo más grande y valioso. La libertad es moverte por el mundo a tus anchas, sin temer que nadie te frene ni te haga daño alguno. Claro que para eso hace falta que tampoco tu le hagas daño a nadie. La libertad, tu libertad, acaba allí donde empieza la de tu vecino. Desde el momento en que coartas la libertad de los demás estás ejerciendo la dictadura y no la democracia a la que te aferras y de la que presumes. 


Cuando eso sucede, cuando llegamos a ese punto, los cables ya no van paralelos sino que se rozan entre sí y salta la chispa. Desgraciadamente mucha gente no sabe vivir en libertad, lo cual hace las guerras inevitables. Es la triste realidad de este mundo en el que nos ha tocado vivir. Auténticos demonios (porque lo son) traen las guerras y con ellas la muerte y la miseria de todos; la suya y la de aquellos que ninguna culpa tienen de llegar a tales situaciones. Ante tamaña desgracia y cuando algunos ya lo han perdido todo, incluso la vida, llegan los lamentos y las ansias de paz. También esos demonios la quieren, porque ellos son de carne y hueso como nosotros, pero su paz durará solamente el tiempo necesario para reponer fuerzas. Después volverán a las andadas, porque no saben hacer otra cosa.


Esa gente, que no sabe vivir en paz, disfruta del mal ajeno y para conseguirlo arriesga incluso su propia libertad. Para ellos la paz es algo muy soso y aburrido. No es una cuestión de ideales, como pretenden hacer creer a los inocentes que alguna vez les acompañan. Los ideales se la traen al pairo. Lo que pasó en Barcelona en 1714 no fue más que una lucha de intereses entre ricos que, como siempre ocurre, unos pierden y otros ganan. Los pobres no entran en esa clase de luchas, porque nada tienen que defender. De todas formas no hay que ser tan pretenciosos pues un hecho tan simple como ese ha sucedido en todas partes y nadie se ha rasgado las vestiduras por ello. En Xátiva (Valencia) Felipe V está colgado del revés por algo similar. ¿Qué pueblo, por pequeño que sea, no ha tenido un cacique?. 


¿Vamos por eso a recordárselo eternamente a sus descendientes?. Esas actuaciones son memeces de niños malcriados; pataleo de mariquitas del que se burlan hasta en las antípodas. Al toro, cuando se tiene lo que hay que tener, hay que agarrarlo por los cuernos y decirle: ¡Hasta aquí hemos llegado!. Todo lo demás son mariconadas de teatrillo barato en campo de reclutas y (por supuesto) pido perdón a todos los gays, que son mil veces más personas que los que solo usan el pito en las gradas de los campos de fútbol. Tenía yo un tío, marido de una hermana de mi madre, que era cazador de patos en la Albufera de Valencia. También tenía un pito pero él, para hacerse el interesante, lo llamaba silbato. Tampoco hubiera pasado nada, si un día se le hubiera atragantado...

RAFAEL FABREGAT

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