27 de noviembre de 2014

1585- VAMPIROS. La encarnación del mal.

Aunque el mito de los vampiros fue creado en el siglo XI, esta figura se popularizó en Europa a partir del siglo XVIII, como forma de explicar las numerosas epidemias que diezmaron a la población y para las que la ciencia todavía no tenía respuesta. Jamás existieron, pero la cultura popular los tuvo como reales durante más de un siglo. La palabra vampiro (vampir) define a un ser volador que chupa la sangre. Era la representación de la parte salvaje del hombre, su conflicto con las normas sociales y muy especialmente las religiosas. Se les tenía pues por seres demoníacos, vulnerables a la luz, sacrílegos que solo se movían entre las sombras de la noche.


Los vampiros se suponían casi inmortales. Solo podía acabarse con ellos atacándoles en su estado de reposo, clavándoles una estaca de madera en el mismo corazón y cortándoles la cabeza. Así murieron algunos que, por envidias, rencores, o simplemente como fórmula de cancelar una deuda, fueron tachados de vampiros y asesinados como tales. De todas formas no estaba garantizado que los vampiros no pudieran volver a la vida. Para evitarlo se inventaron todo tipo de "soluciones" que pudieran impedirlo. Ridículas todas, pero en aquellos tiempos dadas como buenas.


Como podemos observar en la fotografía adjunta, en algunos lugares de aquella Europa siniestra y oscura del siglo XVIII, a los que se creía que eran vampiros y personificación por tanto del demonio, se les enterraba con una hoz alrededor de la garganta, a fin de que si volvían a la vida les fuera rebanada y perecieran de nuevo. Ignorancia y miedo eran elementos necesarios para llevar a cabo prácticas tan siniestras como inútiles. Lo mismo en lo que se refiere a los rituales funerarios que se llevaban a cabo, previos al enterramiento del cadáver. Ni edad ni sexo eran impedimento para tales prácticas.


Los países centroeuropeos y especialmente los orientales (Polonia, Hungría, Rumanía, etc.) eran los más proclives a creer en los vampiros y sus consecuencias. Recientes excavaciones en el cementerio de Drawsko, han sacado a la luz seis tumbas con estas características. Aunque con edades muy diferentes, todos ellos llevaban la hoz en su garganta o una gran piedra en la boca. La piedra era para que en caso de resucitar se atragantasen al respirar. También para prevenir de sus mordeduras. En principio se suponía que podía tratarse de gentes venidas de fuera y de las que había que protegerse, pero su ADN indica que eran de la zona.

Esto nos dice que el motivo de su muerte y ritos funerarios llevados a cabo con sus cuerpos, indican claramente el tratamiento de vampirismo. En el folklore polaco el vampiro viene a ser un "resucitado" por lo que, todo cuanto se haga para impedir que regrese del más allá está justificado. (Especialmente si el ejecutor saldaba una deuda adquirida con el difunto...) Como es fácil imaginar la mayor parte de los supuestos vampiros eran pobres desgraciados, usureros con los que determinados personajes tenían deudas que no podían o no querían saldar. Cualquier tara física era también la excusa perfecta.

Otros habían muerto de cólera o de la peste negra, epidemias que se tenían por castigo del demonio y que no tenían otra causa que la falta de higiene de la población. La ignorancia de aquella época postmedieval hacía pensar que la propagación de estas enfermedades, entonces mortales, era un castigo divino. Algo sobrenatural que solo el muerto resucitado podía ampliar de forma tan virulenta. Había pues que impedirlo y para ello cualquier medio se daba por bien empleado. Una hoz alrededor del cuello del difunto y piedras en la boca eran, entre otras, las medidas a emplear. Más efectivo hubiera sido lavarse y acabar con las ratas, pero...

RAFAEL FABREGAT

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