18 de agosto de 2014

1477- BATALLA DEL MAR DE FILIPINAS.

Tras la Campaña de Guadalcanal, en octubre de 1942, la flota japonesa se retiró a Singapur para reorganizarse y reemplazar las bajas sufridas. En abril de 1943 fallecía el almirante Yamamoto y lo sustituía Mineichi Koga como Comandante en Jefe de la Armada Imperial. Cansados de aventuras arriesgadas, la estrategia del nuevo comandante fue establecer un perímetro de seguridad en torno a Japón. Este perímetro incluía a las islas Salomón, las Gilbert y las Marianas, subiendo por el norte hasta las islas Aleutianas de Alaska, ocupadas entonces por los japoneses. Sin embargo el almirante Koga falleció en accidente en marzo de 1944 y la flota era dirigida a distancia desde Tokio por el almirante Toyoda. Aquella flota "invencible", otrora orgullo del almirante Yamamoto, había sido dividida en varios grupos y el mayor de ellos era el dirigido por Toyoda. 


El desgaste ocasionado por los éxitos del general MacArthur hacía prever que el perímetro de seguridad establecido era difícilmente defendible por las mermadas fuerzas japonesas. El 11 de mayo de 1944 la flota abandonaba el puerto de Singapur poniendo proa hacia el archipiélago Sulu de Filipinas. El plan de Toyoda era atraer a la flota estadounidense al supuesto triángulo formado por las islas Palaos, las Marianas y las Carolinas, ya que los japoneses tenían un importante contingente aéreo en tierra que supuestamente los norteamericanos ignoraban. El almirante Toyoda suponía que la aviación embarcada y la que tenían en tierra firme sumaban un número más que suficiente para destruir la Task Force Estadounidense y eliminar de un plumazo la protección que ésta podía aportar a un eventual desembarco aliado en Las Marianas. 

Sin embargo los submarinos norteamericanos detectaron a la flota japonesa que esperaba el ataque en las islas Tawitawi y los hostigamientos no se hicieron esperar. El destructor Yukikaze quedó fuera de combate por el impacto de un torpedo pero la flota japonesa siguió con sus planes iniciales. En los primeros días de Junio de 1944 los japoneses detectaron la aproximación de la 5ª Flota Estadounidense y se aprestaron a destruirla según los planes previstos. Los japoneses tenían más de treinta buques de guerra, entre destructores, acorazados, cruceros y portaaviones con cientos de aviones a bordo. A estas fuerzas se sumaban 24 submarinos y 250 aviones repartidos en cuatro bases por las diferentes islas próximas. Por contra, las fuerzas de los EEUU disponían de una fuerza naval muy superior, triplicada en efectivos aéreos. Aún así el vicealmirante de la 5ª Flota de los EEUU Raymond Spruance no quiso arriesgar. 

El 11 de Junio los aviones estadounidenses llevaron a cabo varios ataques aéreos a las islas Marianas para hacer creer al enemigo que éstas eran el objetivo principal de su misión. Naturalmente esto supuso una sorpresa para los japoneses que esperaban que dicho ataque fuera sobre las islas Carolinas o bien sobre las islas Palaos. Los japoneses picaron el anzuelo y se dirigieron hacia las Marianas a toda máquina, ignorando que su código había sido descifrado por los norteamericanos que estaban al corriente de todas sus maniobras. Otra baza importante era que, mientras tanto, las bases japonesas en tierra habían sido atacadas por la aviación estadounidense y destruidos 150 de los 250 aviones disponibles. 


El 17 de Junio la flota japonesa se encontró con la escuadra de acorazados norteamericana. Aún a sabiendas de su inferioridad los japoneses tenían confianza en el éxito, pues su aviones Zero tenían mayor radio de acción y contaban con el refuerzo de las fuerzas aéreas en base terrestre que ignoraban habían sido destruidas. Los japoneses pensaban que la aviación repartida en los aeropuertos de las islas próximas abatirían al menos un tercio de las aeronaves norteamericanas. Sin embargo la mitad de esos aviones estaban destruidos y el resto apenas podía despegar al haber sido inutilizados los aeródromos. A las 5,30 de la madrugada del 19 de Junio empezaron a despegar los primeros aparatos estadounidenses y detectado el despegue por los japoneses éstos hicieron lo propio con 50 aparatos de la base de Guam. 


Aquel primer combate aéreo supuso el derribo de 35 aviones japoneses. A las 10 de la mañana los aviones norteamericanos fueron llamados por sus bases pues los radares habían detectado que 69 aparatos japoneses venían en ayuda de los suyos. Al error japonés de adelantar este ataque sin esperar órdenes y sin coordinación con el resto de oleadas, se sumó el hecho de reagruparse cuando estaban a 100 Km. del objetivo. Esta falsa maniobra japonesa dio tiempo a los norteamericanos para llegar con nuevos efectivos y acabar con 25 aviones japoneses, mientras que los EEUU solo sufrieron la pérdida de un aparato. Otra nueva oleada norteamericana llegó al punto de encuentro y 19 aparatos japoneses se sumaron a la cifra de bajas. Solo 27 aviones nipones regresaron a los portaaviones. A pesar de la derrota el almirante japonés Ozawa decidió lanzar su ofensiva principal compuesta por 127 aparatos. 

El destino era la destrucción de la Flota Norteamericana pero antes de llegar a su destino fueron interceptados y derribados 70 de ellos. Seis aparatos nipones consiguieron llegar a su destino y causar graves daños a dos portaaviones estadounidenses. El resultado de esta oleada fue para los japoneses de 97 aviones derribados. Solo 30 de ellos consiguieron regresar a los portaaviones. Otra oleada de 47 aviones japoneses fue interceptada a las 13 horas y siete de ellos fueron derribados, dando media vuelta y regresando los 40 restantes a sus bases. Quedaba un último asalto japonés en esta batalla. Participaron 82 aviones pero las informaciones que llevaban eran incorrectas y no pudieron localizar a los norteamericanos. La escuadrilla se dividió entonces en dos grupos, uno de los cuales se dirigió a Guam para repostar. 

El grupo que se dirigía a Rota se encontró con un grupo de cazas estadounidenses que derribaron a 9 aparatos. Los aviones japoneses que se dirigieron a Guam, también se encontraron con 27 cazas enemigos en el momento que iban a aterrizar y 30 de ellos fueron derribados y el resto seriamente dañados. Cuando llegó la noche de aquel primer día de batalla los japoneses habían perdido 200 de los 250 aviones situados en tierra firme y la mitad de los llegados en los portaaviones. La noche del 19 al 20 de junio la Task Force Norteamericana navegó hacia el oeste para atacar a los japoneses al amanecer. Al alba un grupo de aparatos se elevó para localizar al enemigo. Hacia media tarde fue localizada la flota japonesa y a las 18 horas llegaron a un objetivo desperdigado que sin duda no les esperaba. Escasos de combustible algunos destructores estaban abasteciéndose con el petrolero que les acompañaba. 


Los aviones estadounidenses cayeron sobre ellos. El almirante Ozawa solo consiguió que 35 cazas de protección despegaran, mientras los norteamericanos llegaron con una flota de 216 aviones. El desastre japonés fue total. Ozawa recibió la orden de retirarse a toda máquina del mar de Filipinas. En un principio los norteamericanos se lanzaron en su persecución, aunque el combate no llegó a producirse. Alguien consideró que no era necesario hacer más leña del árbol caído. La Batalla del mar de Filipinas había terminado.

RAFAEL FABREGAT

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